Arquitectura

Eric Mendelsohn

Metamorfosis

20 junio, 1999 02:00

Arquerías de los Nuevos Ministerios. Sala de Exposiciones. Ministerio de Fomento. Paseo de la Castellana, 67. Hasta el 27 de junio

Erich Mendelsohn (1887-1953) debe su fama a una sola obra, el observatorio y laboratorio astrofísico de Potsdam, la célebre "Torre Einstein" que figura en todos los manuales de historia de la arquitectura. Esa pieza, con su inaudita plasticidad, es un extraño eslabón entre las curvas biomórficas del "art noveau" (por ejemplo, de Henry van de Velde, a quien Mendelsohn admiraba) y el "streamlining", el estilo aerodinámico que se impondría en los años treinta. Entre lo orgánico y lo mecánico, entre la antigua caligrafía ornamental y las nuevas formas de velocidad, el lenguaje de Mendelsohn es una pura metamorfosis y una constante fluctuación.
Su secreto se cifra sin duda en el Munich de la primera década del siglo veinte, donde el agonizante modernismo "Sezession" se transfigura en el expresionismo temprano. Allí, durante sus años de formación como arquitecto conoce Mendelsohn a los artistas que integrarán el grupo "Der Blaue Reiter", como Kandinsky y Franz Marc. Esta exposición de los dibujos de Mendelsohn, basada en los fondos de la Kunstbibliothek de Berlín que conserva el archivo del arquitecto, arranca con sus figurines de 1912 para un baile de máscaras "Richard Wagner", todavía impregnados de aroma "Jugendstil". Pronto comienza el desfile de los croquis imaginarios, sobre todo los concebidos durante los combates en el frente ruso, pequeños dibujos a lápiz o a plumilla que caben en la palma de la mano. Son visiones fantásticas y estilizadas de silos, naves, estaciones, crematorios, estudios de cine, rascacielos, que recuerdan a veces los proyectos del futurista Sant’Elia. Pero lo que destaca en estos dibujos mínimos, más que la función proyectual, es el valor de la forma pura sobre la hoja en blanco, la "mise en page" que los hace semejantes a preciosos ex-libris. Sus trazos evocan vívidamente las primeras abstracciones de Kandinsky. Y la afinidad se confirma en el gusto de Mendelsohn por la analogía con la música, en sus "bocetos musicales" de edificios, expuestos aquí, que llevan títulos como "Agnus Dei" o "Coda-Scherzo" y aluden a veces a partituras concretas de Bach ("Suites inglesas") o de Brahms ("Sexteto", "Trío").
La exposición abarca el conjunto de la obra del arquitecto. En los paneles de la pared, con fotografías y planos, puede seguirse la serie de sus proyectos, en un orden rigurosamente cronológico. Sin embargo, los dibujos expuestos en las vitrinas nos ofrecen todo un poco revuelto, con frecuentes saltos de lugar y de fecha. Parecen agrupados según la tipología: primero las casas privadas y bloques de apartamentos, luego los grandes almacenes, los hospitales, las sinagogas, etcétera. Lo que el espectador percibe, no obstante, es sobre todo la persistencia y desarrollo de ciertos motivos estilísticos. Por ejemplo, desde los primeros croquis imaginarios hasta los esbozos para la "Torre Einstein" emerge en la obra de Mendelsohn la concepción dinámica del edificio como un barco que avanza, dominado por una alta proa. Esta visión de la fachada como una esquina redondeada, prolongada en las líneas fluidas de las ventanas formando bandas horizontales, reaparece, con lenguaje y materiales más explícitamente modernos, en los grandes almacenes Schocken de Stuttgart (1926) y en tantos otros proyectos posteriores.
En la obra de Mendelsohn alienta un impulso visionario, y el arquitecto conoció sobre el terreno todas las utopías de su época. Visitó la Unión Soviética en 1925, cuando aún era un laboratorio de las vanguardias. El camino del exilio, tras la llegada de los nazis al poder, le condujo a Palestina, donde sus hermanos de raza (Mendelsohn era judío) construían el sueño del sionismo; aquí tenemos sus proyectos de hospitales para Haifa y Jerusalén. La tercera tierra prometida fue América; ya en 1926, Mendelsohn había publicado un libro ilustrado que expresaba toda su atracción por los Estados Unidos. allí conoció su último período creativo, y si en Palestina había construido hospitales, en Norteamérica se dedicó especialmente a los edificios religiosos judíos. El itinerario de esta exposición concluye con los proyectos (1946-1953) de sinagogas y centros comunitarios en Gran Rapids (Michigan), Cleveland, Baltimore, St. Louis, Washington o St. Paul (Minnesota), como fascinantes variaciones sobre un único tema.