Arquitectura

El eco de los silencios de Mies

FIinalistas de los prestigiosos premios Mies Van der Rohe

14 noviembre, 1999 01:00

IVAM. Sala de la Muralla. Guillem de Castro, 118. Valencia. Hasta el 8 de enero

El IVAM se ha convertido en sede de las últimas tendencias arquitectónicas. A través de fotografías, dibujos y una selección de maquetas, se presentan los 57 proyectos seleccionados para los Premios Mies van der Rohe de Arquitectura Europea y Latinoamericana. Los ganadores en esta edición han sido Peter Zumthor y TEN Arquitectos S. C. (Enrique Norten y Bernardo Gómez-Pimienta).

Hace poco tenía la oportunidad de contemplar una vieja fotografía de Ludwig Mies van der Rohe en la que el arquitecto, que cede su nombre a la Fundación que otorga estos jóvenes y ya prestigiosos premios de arquitectura, se sitúa erguido y con la mirada quieta y distante. El arquitecto mira desde el interior de una de sus arquitecturas. Mejor, acompañado de una de sus escaleras silenciosas y míticas, la del Arts Club de Chicago, de 1951. La escalera ya no está en su edificio (destruido en 1995), como tampoco está el arquitecto. Sin embargo, la escalera ha sido incorporada en el nuevo Arts Club. Una reliquia de acero camuflado de blanco y con escalones abrigados con un tapete negro. Una reliquia laica que ya no puede continuar su conversación sin palabras ni con Mies ni con el travertino que los acogía en el edificio demolido. Otro edificio destruido de Mes y, posteriormente reconstruido, como el del Pabellón Alemán de Barcelona de 1929, una de las obras míticas de la arquitectura contemporánea, es la sede, emblema y argumento de la Fundación que otorga los premios mencionados, que alcanzan su sexta edición en el ámbito europeo e Inauguran por fin un primer premio correspondiente al mundo latinoamericano, lo que constituye un valioso reconocimiento a la altísima calidad de la arquitectura construida en esos países.

La importancia de los premios es notoria, el rigor del jurado para seleccionar los edificios construidos que optan al premio comienza a ser paradigmático, casi canónico, en un ámbito tan complejo como el de la arquitectura contemporánea. Baste recordar que hace poco una revista de arquitectura tan prestigiosa como la italiana "Casabella" se quejaba amargamente en un editorial de que la información sobre el último Premio Mies van der Rohe no les hubiese llegado a tiempo para incluirlo en sus páginas. La queja era, además, sutilmente dramática, ya que en la selección final no había ningún arquitecto italiano, lo que también constituía una crítica a la situación actual de la arquitectura en ese país. En esta última edición sí aparece, sin embargo, seleccionado un proyecto magnífico de Renzo Piano, el de la Fundación Beyeler en Basilea.

Sobre estos premios pesa, sin duda, el eco de los silencios de Mies, de sus arquitecturas, de sus reliquias, reconstruidas o no. Pero medirse, metafórica e inconscientemente, con el gran arquitecto es difícil e inquietante, un peligro. Salvado, sin duda, con el arquitecto premiado en esta ocasión en la sexta convocatoria europea, Peter Zumthor. Un suizo deslumbrante por el rigor y claridad de su arquitectura, por sus silencios, por su ausencia de retórica, por pensar sólo en una arquitectura cuya construcción es siempre teoría, y la teoría es oficio, materia, con una ostentación "dandy" de sus renuncias, como ocurre con su edificio premiado, el Museo de Arte de Bregenz (Austria), neoplástico, miesiano, esmerilado en su cristal, como un guiño crítico al maestro, lleno de luz y de focos de luz, y todo ello sin saber que sería premiado por la Fundación Mies, y, además, compitiendo con arquitectos como Moneo, Siza, Navarro Baldeweg, Piano, Foster, Payá, Tschumi y un largo elenco entre los cuales debo mencionar el extraordinario edificio de Moreno Mansilla y E. Tuñon para la Piscina Cubierta de San Fernando de Henares (Madrid).

El premio latinoamericano, el Edificio de Usos Múltiples y Complementarlos para Televisa en México D.F., sin embargo, no parece recoger los ecos de Mies ni tiene por qué. Incluso es posible que de recoger algo fuera otra cosa y no necesariamente este premio. Aunque los dos edificios premiados comparten una nota común, el uso del cristal esmerilado, profundamente antimiesiano en el fondo, el edificio de los arquitectos mexicanos premiados, Enrique Norten y Bernardo Gómez-Pimienta, sitúa sobre un monumental y retórico zócalo negro, tan distinto de la 'piel" del mismo color con la que Mies cobijó su escalera blanca, un "dirigible" truncado, un meteorito curvo que levita sobre el vidrio y sobre el zócalo negro. Es muy posible que aquí los miembros del jurado no escucharan los ecos del silencio de Mies, conscientemente reacios a observar o venerar reliquias, aunque sean laicas. Aunque hubiera sido suficiente mirar con atención otros de los magníficos edificios latinoamericanos seleccionados para esta primera edición de los premios, que ahora pueden contemplarse como un termómetro que puede medir la temperatura de la arquitectura contemporánea, en las salas del IVAM.