Arquitectura

Isozaki, el espacio metamórfico

20 febrero, 2000 01:00

Arata Isozaki nace en Oita, Japón, en 1931. Su primer trabajo, después de graduarse en la Universidad de Tokio en 1954, fue la realización del Colegio de Médicos de Oita (1960). Además de los muchos proyectos llevados a cabo en su país, ha desarrollado una importante actividad profesional en Estados Unidos y Europa. Llevan su firma el Museo de Arte Contemporáneo de Los ángeles (1986), el Palau Sant Jordi de Barcelona (1990), el Edificio Team Disney en Orlando, Florida (1990), el Museo Guggenheim SoHo, Nueva York (1992), o La Casa del Hombre en La Coruña (1995). Ganador del Premio Anual de Arquitectura del Instituto Japonés, Isozaki es autor de importantes títulos de arquitectura.

Hace poco visitaba, en compañía de mi amigo Francisco Jarauta, el nuevo edificio de Rafael Moneo en Murcia, vecino y enfrentado a su catedral. Mientras contemplábamos ritmos y cualidades materiales y visuales del edificio y de su exterioridad, no acababa de desaparecer la sensación de estar en el palco de un teatro, a pesar del insólito patio inglés que le precede. No desaparecía la impresión de estar en una construcción cuyo destino parecía ser fruto de una seducción, la que generosamente ofrece la extraordinaria fachada de la catedral. Al descender, una vez en la plaza, una arquitectura dibujada en el suelo por el mismo Moneo apareció para ordenar el espacio y el andar, la historia y la forma de mirar. Meros dibujos y líneas, con bordes y sin ellos, que enseñan a caminar alrededor de un centro roto por la historia.

Pues bien, otro nombre "obvio" de la arquitectura contemporánea como es Arata Isozaki ha proyectado una arquitectura en el exterior de un edificio destinado a ser la nueva sede de la Fundación "la Caixa" en Barcelona, en las faldas de Montjuïc. Ha diseñado un acceso para acoger, para entrar en un edificio histórico como es la vieja fábrica Casaramona (1911) de J. Puig i Cadafalch. Una arquitectura que sirve para recibir, como la dibujada en el suelo por Moneo, en Murcia, para mirar.

Si es habitual encargar o premiar proyectos de arquitectos que previamente han construido obras semejantes, resulta especialmente afortunado, en este caso, otorgar la responsabilidad de una construcción a un arquitecto no especializado en "entrar" a un edificio, tal vez sólo en "salir", como recientemente propusiera Isozaki para hacerlo nada menos que de los Uffizi de Florencia (1998). Si para salir de un edificio histórico y representativo como el italiano, Isozaki (arquitecto conocido en España por sus proyectos en La Coruña y, en Barcelona, por el Palau Sant Jordi) eligió un cobertizo direccional de acero y vidrio, inspirado en la Loggia dei Lanzi, en este caso, se ha decidido por una metáfora, por una arquitectura sin centralidad, sin dirección, con espacios no homogéneos. En Barcelona, el cobertizo elegido para cobijar los accesos al edificio de Doménech i Montaner es una suerte de metamorfosis kafkiana, en el mejor sentido crítico del adjetivo. Lo que era previsible, recto u oblicuo, en Florencia, es incierto, roto, casi gaudiniano, en su proyecto para Barcelona. Y es que entrar o salir de un edificio histórico no puede ser un pasar distraído, sino un acontecimiento, que es lo que Isozaki ha proyectado para la nueva sede cultural y museológica de "la Caixa". Espacio metamórfico o "archipiélago" de espacios, este acceso de más de mil quinientos metros cuadrados es, como él mismo dijo de otra inolvidable y reciente obra suya, el prometeico Art Village de Akiyoshidai (Japón, 1998), una "nebulosa" sin centro, un espacio no para dirigir, sino para acoger, para recibir sin indicaciones, para estar antes de entrar.