Image: Juan Navarro Baldeweg firma el edificio que alberga la neocueva

Image: Juan Navarro Baldeweg firma el edificio que alberga la neocueva

Arquitectura

Juan Navarro Baldeweg firma el edificio que alberga la neocueva

Un museo para los bisontes

11 julio, 2001 02:00

Biblioteca del Museo de Altamira

La elección del lugar fue el primer condicionante del Museo proyectado por Juan Navarro Baldeweg. Se eligió cuidadosamente un lugar cercano a la Cueva de Altamira que, sin romper la armonía del paisaje, tuviera la suficiente capacidad para recrear, dentro de un nuevo contenedor, un espacio idéntico.

Los problemas de conservación de la Cueva de Altamira aconsejaron restringir la afluencia de visitantes para detener su deterioro. Igualmente, las nuevas necesidades del Patronato del Museo, invitaron a ampliar sus dependencias y a crear, próximas al recinto, unas nuevas instalaciones que acogieran los depósitos y fondos arqueológicos, así como espacios expositivos y una biblioteca que responda a las nuevas expectativas de público.

El escenario natural, que Navarro Baldeweg inserta en el nuevo edificio, es una réplica construida con técnicas museográficas que pretende trasladar al espectador las emociones de visitar la cueva original, que muestra su estructura sin pudor y manifiesta su condición teatral. Es el artificio máximo aplicado a crear una ilusión perceptiva, donde todo es falso y quiere serlo, trasladando todos los aspectos posibles de la cueva original con ingeniosas soluciones técnicas. El germen del proyecto es la neocueva, una ficción acorde al espíritu contemporáneo, donde lo virtual se hace más real que la propia realidad, donde la experiencia fenomenológica puede manipularse y hacerse verdad. Al igual que los hoteles de Las Vegas poseen las pirámides de Egipto y el Gran Canal de Venecia para el consumo turístico, Santillana del Mar tiene para exponer una neocueva de Altamira, con los mismos bisontes y aire acondicionado.

Navarro Baldeweg comprende el paisaje de su Cantabria natal, y ha sabido construir en un frágil paisaje un edificio de tamaño considerable adaptado cuidadosamente a una ladera con ligera pendiente. La estratificación geológica del terreno se refleja en el proyecto del museo con una arquitectura que impone su orden desplegándose en planos ligados a la topografía, que, escondiéndose bajo láminas de césped, manifiesta su condición arquitectónica formando lucernarios que inundan de luz en su desarrollo longitudinal todos los espacios bajo la cubierta. El museo, la neocueva y el Centro de Investigación proyectados se dividen en dos áreas de edificación diferenciadas: el área en que se aloja la réplica y unas formas que se extienden linealmente desde una zona común de vestíbulo.

En el espacio intermedio de la neocueva y la cubierta se alberga el laboratorios y el resto de dependencias administrativas. La herida en el terreno se minimiza, acallando su impacto con muros de contención de cuidada mampostería de piedra dorada y una fachada en sillería de piedra natural que dialoga con el entorno y que se impone en el conjunto a la distorsión de algunos acentos de color. La acción sobre el paisaje quiere silenciarse con la inclinación del plano de cubierta, tallándose en pequeños escalones que se funden con los caminos y terrazas trazadas en el exterior, de este modo, se distinguen los estratos del soporte que emerge del suelo del plano de cubierta a modo de lamina recortada de la última capa de suelo natural.

Navarro Baldeweg habla de una "tectónica geológica" al indicar que su edificio recoge situaciones que ocurren en el suelo, y que los vacíos que se producen en la cueva son el resultado de "hacerse sitio" entre capas de rocas. Por ello, los lucernarios que emergen de la cubierta rompen esta última capa a modo de corteza, y muestran así su estructura expresando su naturaleza e identificándose con el medio. Si bien la obra del arquitecto mantiene invariantes obsesiones que destila y retoma en casi todas sus obras, rescata en sus últimos proyectos una figuración llena de señales que quiere narrar aspectos metafóricos, que sin duda enriquecen y llenan de contenido su arquitectura. Dicho campo sabe Navarro Baldeweg representarlo con mecanismos estrictamente arquitectónicos y aplica con frecuencia una bella metáfora para transmitir sus ideas: habla de la "caja de resonancia" como la capacidad de la construcción para generar una energía distante, un instrumento que hace resonar algo fuera de ella misma. Al igual que en la música una vibración inicial es recogida por el aire, transportada y amplificada por una caja de resonancia para llegar a nuestros oídos. La música no es el instrumento, la arquitectura no es la caja. Es la construcción de un eje conceptual que tiene un origen físico y un fin sensorial, y según la metáfora de Navarro Baldeweg, su concepción arquitectónica pasa por hacer una caja que, al resonar, establezca un acuerdo entre ambos extremos.

Pintor y arquitecto, Juan Navarro Baldeweg (Santander, 1939), es Académico de Bellas Artes y Catedrático de Proyectos Arquitectónicos en la ETSAM. Ha recibido numerosos premios internacionales y su obra se ha expuesto en una muestra antológica en el IVAM valenciano. En 1990 obtiene el Premio Nacional de Artes Plásticas. Ha construido en EE.UU. y actualmente tiene en su tablero los proyectos para el Teatro del Canal de Madrid, y el Museo de la Evolución en Atapuerca, Burgos.