Image: Espacios para el juego

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Arquitectura

Espacios para el juego

Campo Baeza inaugura su guardería para Benetton

9 octubre, 2008 02:00

Exterior e interior de la guardería Benetton

Cuatro piezas rectangulares, de idénticas proporciones y usos diferentes, se disponen en planta en posición de esvástica; las piezas se separan entre sí y generan un espacio central al que se llega por esos corredores entre piezas. La altura de estos pasillos se comprime y se ilumina desde lo alto.Los suelos de clara piedra se doblan hasta al dintel de los huecos de las puertas.Y las paredes y los techos blancos, para que no haya más color que el que los niños introduzcan.

Todo el conjunto así formado se inscribe en el interior de un recinto generado por un muro cilíndrico doble que esconde en su interior estancias "secretas" para los pequeños. Para entrar y salir por huecos de diferentes alturas, para jugar al escondite. Y así, entre el muro curvo y "habitado" del borde y los paños rectos del prisma interior, se crean unos patios de juegos abiertos y controlados, donde se espera que los niños vivan felices.

Así de clara y rotunda es la nueva guardería para Benetton que Alberto Campo Baeza (Valladolid, 1946) ha construido en Treviso, en la región italiana de Véneto, la tierra de Palladio, un lugar que, no lo olvidemos, ha sido referente durante muchos siglos en el arte y la cultura. Campo Baeza la define como "una caja abierta al cielo" y la explica y la compara con un cuento precioso de Borges, aquel donde el Emperador Amarillo muestra su palacio al poeta, y le lleva por rectas avenidas que, dice Borges con bellísimas palabras, "adolecen de una curvatura muy suave pero continua y secretamente eran círculos".

Quisiera yo definirla de otro modo, explicarla de manera distinta a como he empezado este texto. Me sirvo para ello de otro cuento, quizás el más hermoso que haya leído nunca. Un cuento en el que un niño quería un cordero, y quien lo narra (incapaz de ofrecer uno que le satisficiera plenamente, e impaciente ante tanta insistencia) le regala una caja diciendo: "ésta es la caja. El cordero que quieres está dentro".

Oíza prefería el cajón frente al estuche. Siempre. Porque no sabías lo que podrías encontrar, porque en el cajón cabía todo. Alberto Campo gusta de hacer cajas, cajitas o cajones, de luz o de sombra, abiertas, invertidas o cerradas, transparentes u opacas.

Como el protagonista del cuento, Campo Baeza insiste en cada obra y ajusta las tuercas de su arquitectura. Muy lejos de ser más de lo mismo, todo blanco, u otro "cubo" esta guardería insiste en sus ideas de siempre, que vuelven a aparecer y no cesan de re-elaborarse con un poco más de sabiduría. Y esto precisamente no es defecto, sino virtud.

Si en la casa Gaspar se construye el cielo en la tierra, en esta guardería se dispone la tierra en el cielo; si no se pudo construir su propuesta para el museo Mercedes-Benz en Stuttgart no importa: ahora la construye dentro de un patio en el museo de la Memoria de Andalucía en Granada; la gaditana casa Asencio rememora a la Turégano madrileña, en su vivienda de Nueva York se desvela el juego de pilares de Inca y hoy, en su mesa de trabajo, insiste en una estructura que estará suspendida sobre el paisaje de Lanzarote.

Reclamaba Saint-Exupéry al final de su cuento que se le avisara si aquél niño regresaba: "Escribirme en seguida, -nos decía-, decidme que el principito ha vuelto".