El vuelo del monte

Centro de interpretación de la naturaleza en Victoria

José María García del Monte y Ana María Montiel se declaran arquitectos de los que quieren construir. Y han comenzado su carrera a través de los concursos que permiten obtener encargos de obra pública. Con el ánimo de que estos concursos se produjeran del modo más transparente y justo, García del Monte trabajó intensamente en la creación y puesta en marcha de la Oficina de Concursos de Arquitectura de Madrid (OCAM), que ha dirigido de 2003 a 2007, habiendo organizado en ese tiempo más de 50 concursos de ideas, entre ellos, casi todos los importantes de los últimos años en España: el Centro Internacional de Convenciones de la Ciudad de Madrid, el Proyecto VIVA de 5688 viviendas protegidas para el Ministerio de Vivienda, la sede del Museo Nacional de Arquitectura y Urbanismo en Salamanca, la ordenación y varios edificios del Campus de la Justicia de Madrid, o la nueva sede del Colegio de Arquitectos de Madrid. Todo este trabajo como gestor no le ha distanciado de una exitosa práctica profesional con unos pocos edificios construidos que han sido ya editados en importantes publicaciones.

Seguro que será para ellos de especial agrado compartir páginas del último Casabella con su admirado Mendes da Rocha, del que García del Monte realizó una magnifica tesis doctoral. Sus proyectos revalidan la construcción como sistema de hacer buena arquitectura. Y en sus primeros proyectos así lo demuestran.

Recientemente, han terminado el Centro de Interpretación de la Naturaleza en Salburúa, Ataria, en Vitoria, una obra que han realizado en colaboración con el arquitecto Fernando García Colorado. Para su construcción parten de un lugar sorprendente, un parque natural inmediato a una gran ciudad que ha sabido renovar su contacto con la naturaleza: un antiguo humedal drenado para campos de cultivo que, cien años después, se vuelve a inundar para renacer. El lugar les sugiere una puerta de entrada al parque, tras el mundo urbano, desde donde poder comprender y entrar en contacto con el nuevo medio natural. Y construyen con madera, para jugar con el tiempo y el medio, y para mantener el aroma del bosque, y a través de los espacios del edificio lanzar al espectador a un lugar privilegiado, un tanto soñado, volado más allá de los límites del edificio.

El lenguaje constructivo es aquí donde se torna más real, certero y preciso, y donde la forma sigue directamente a la función, de modo expresivo, audaz. Del Monte y Montiel aluden a la naturaleza y ha sido aquí donde han encontrado su oportunidad de presentarse con una primera obra reconocida. Proyectan su juego con las estructuras, con el peso de los cuerpos, con su función gravitatoria. Y también cuentan con la capacidad de los materiales para evocar y situar al espectador en espacios que el arquitecto sugiere, para finalmente reconocer en la construcción el verdadero lenguaje de la arquitectura: "Por una vez, además, la construcción fue un placer... algo tan raro hoy en día que sospechamos que Ataria quizá no sea real, sino una ilusión", dicen.