Dueño de una arquitectura limpia y sin estridencias, Alberto Campo Baeza (Valladolid, 1946) es uno de nuestros arquitectos más reconocidos con trabajos como Casa Turégano (Pozuelo de Alarcón, Madrid) o la Guardería Benetton, con participación en monografías y exposiciones internacionales, con su trabajo en el Pabellón Español de la Bienal de Venecia de 2000 o con su presencia en la última cita veneciana a la que, dice, estuvo a punto de no acudir por discrepancias. Ahora, la Universidad Politécnica de Madrid le ha concedido el Premio a la Excelencia Docente 2012: "Los premios son más generosidad de los que los dan que mérito de los que los reciben". Allí, en la Escuela de Arquitectura lleva Campo Baeza dando clase durante los últimos 36 años y es catedrático de Proyectos desde hace 26. También ha sido profesor en la Escuela de Zúrich, en la de Lausanne o en la Universidad de Pennsylvania.

Pregunta.- ¿Cómo ha cambiado la enseñanza de arquitectura en este tiempo?

Respuesta.- Han cambiado y mucho los medios. Pero el centro de la cuestión es el mismo, la transmisión del conocimiento. Yo estoy preparando ahora unas clases en vídeo, y mi último libro para los estudiantes, editado también en inglés, en vez de notas a pie de página, lleva QR. Sin embargo mis clases diarias son en vivo y en directo frente a mis 100 alumnos a los que conozco uno por uno. Y sigo estudiando, y mucho. Y sigo preparando las clases con la misma ilusión del primer día.

P.- Los arquitectos son uno de los sectores más afectados por la crisis y la consecuente falta de obras, ¿cómo enseñar ahora una profesión que en España no parece tener futuro?

R.- Sí que hay futuro y grande. No sólo en salir de España porque los arquitectos españoles están muy bien formados. En España bastaría con un cierto y razonable reparto del trabajo para que estos temas tengan solución. No puede ser que unos arquitectos construyan 100 obras a la vez y al lado haya otros sin trabajo. Las instituciones, los Colegios de Arquitectos, tendrían que articular este reparto del trabajo. ¿Se puede imaginar alguien que un médico pudiera ver a 100 enfermos al día? Lo he expresado por escrito más de una vez. No es sencillo pero sí es posible.

P.- Usted toma el pulso a los arquitectos del mañana cada día: ¿Cuáles cree que son los nuevos intereses de los jóvenes arquitectos?

R.- Diversos. En cualquier caso puedo asegurar que los alumnos de Arquitectura están interesados en hacer las cosas bien, muy bien. La media que se exige para entrar en nuestra ETSAM, la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, que es una escuela pública, es una nota tan alta que los alumnos que llegan son gente muy lista, muy inteligente y muy trabajadora. La Escuela de Madrid de la UPM, con cerca de 5.000 alumnos tiene la ventaja de ofrecer muy diversos enfoques a sus alumnos y es capaz de dar respuesta a intereses muy diversos.

P.- ¿Qué ha hecho la crisis por la arquitectura?

R.- Nada. Aunque yo haya escrito recientemente un artículo titulado España bien vale una crisis en el que defiendo que ya está bien de plañideras y de agoreros, y que trabajando mucho se sale adelante; no creo que la crisis haya hecho nada bueno por la arquitectura. Proponía y propongo algo que suena fuerte: socializar el suelo, cerrar las fábricas de coches y vivir más sobriamente. Que tiene mucho que ver con la arquitectura, y con la vida.

P.- ¿Hemos superado la fiebre del arquitecto estrella o simplemente se ha trasladado a otros continentes?

R.- Lo del arquitecto estrella es una memez. Aunque haya algunos que se empeñen en serlo, y los medios en crearlos y alimentarlos. El arquitecto es alguien que, de la mano de la razón, debe ser capaz de poner en pie los sueños para hacer felices a los hombres. La razón es el principal instrumento del arquitecto. Los arquitectos del star system se olvidan de esto y levantan monstruos irracionales que, eso sí, producen el asombro y la adoración de una sociedad ignorante e inculta como la nuestra. Si esta sociedad nuestra descubriera la poesía y la música y la cultura, sería capaz de valorar la mejor arquitectura, que no es la más llamativa.

P.- Ese al menos era el mensaje de la última Bienal de Venecia en la que también participó, ¿ha surtido efecto?

R.- Estuve a punto de no participar por discrepancias. En mi pabellón, una vez más, alojé junto a algunos de los mejores arquitectos vivos, a un montón de arquitectos jóvenes estupendos que así pueden decir ahora que han estado expuestos en la Bienal de Venecia.

P.- ¿Cuál es la preocupación del arquitecto hoy?

R.- Servir. Esa debería ser nuestra preocupación. E intentar cumplir con la función y la construcción de la mejor manera, y conseguir también llegar a la belleza. Hacer edificios muy útiles, muy bien construidos y muy hermosos. Lo que ya Vitrubio expresaba con el cumplimiento de la triple condición: "la utilitas, la firmitas y la venustas". Ese ha sido siempre el intento de la arquitectura. En mi último edificio construido frente a la catedral de Zamora, junto con un grupo de arquitectos estupendos, intentamos no sólo responder al lugar histórico de manera impecable, resolver funcionalmente muy bien lo que se nos pedía, crear un edificio sostenible con un mure trombe en vidrio casi imposible, sino que además hemos materializado algo que parece tan abstracto como lo que yo he definido como construir con aire.

P.- Aunque es autor de grandes edificios, como el premiado de Caja de Granada en Granada, lo cierto es que quizá su esencia como arquitecto se aprecie mejor en sus casa particulares, Casas Turégano y de Blas, en Madrid, o Casas Gaspar, Asencio y Guerrero en Cádiz, ¿trabaja mejor en la pequeña escala o cómo se enfrenta a las diferentes escalas?

R.- Trabajo a gusto en cualquier escala. Shakespeare es sublime en Hamlet pero también es maravilloso en cualquiera de sus sonetos.

P.- ¿Qué queda de los grandes maestros españoles con los que usted trabajó, Sáenz de Oiza, Cano Lasso, Javier de Carvajal?

R.- Nos queda todo. El conjunto de maestros españoles de la generación anterior a la mía, Oiza, Fisac, Sota, Carvajal, Coderch o Cano Lasso, fueron ejemplares. Pusieron en pie un conjunto arquitectónico que todavía no ha sido valorado suficientemente. He dicho públicamente que los que de ellos fueron docentes ejemplares merecerían infinitamente más que yo este premio por el que ahora se me hace esta entrevista.