"El Valle Trenzado" de Grupo Aranea en Elche
El grupo de arquitectos Grupo Aranea está a punto de concluir en Elche la primera fase de su intervención en las riberas del río Vinalopó: un ejercicio que incide en el valor infraestructural del paisaje y su capacidad para sobreponerse a la frágil naturaleza de los acuerdos políticos.
Este equipo alicantino, fundado en 1998, está encabezado por Francisco Leiva (1972, Alicante) y Marta García Chico (1974, Burgos), arquitecto e ingeniera agrónoma, respectivamente. Es posible que su composición mixta, multidisciplinar, dote a este proyecto de una necesaria complejidad paisajista y una destreza aplicada a lo natural que salva el río, reclamándolo de nuevo para la ciudad. "El Valle Trenzado" -así lo denominan- dispone de una trama de sinuosos senderos peatonales que se bifurcan sobre la pendiente y cosen literalmente los márgenes de la hondonada. Una operación general de más de 3 kilómetros de longitud que, a dos meses de concluir su primera fase (de unos 800 m), enseña sus primeros resultados al paseo ciudadano. Hay algo meritorio en su materialización, vibrante como un boceto: rastros de grafito transformados sin perder sugerencia en cuerpos sólidos. Aranea cartografía un "Mapa Desmesurado" -a escala real, como lo imaginó Borges- e infiltra esa compulsión gráfica en el sistema hasta definir geometría, anchura, espesor y cota de las veredas. Los dos elementos más conspicuos del conjunto, esas pasarelas de hormigón, superponen sin interrupción el trazado del conjunto al eje acuático. Pese a su tersura brasileña, son inseparables del camino porque son el camino mismo, un arraigo valioso y escaso en estos tiempos de fascinación por el objeto.
La propiedad de un río es líquida: el agua y su cauce son de todos y de nadie en particular. En el Vinalopó, la actuación no impone voluntades, sino que surge de negociar con todos los agentes que reclaman este espacio como propio: ciudadanos, confederaciones, consellerías, el propio ayuntamiento... El acuerdo no es fácil. Se trata de operaciones con retorno en una divisa volátil: el aprecio ciudadano, tan distante del aplauso interesado como inmune a empeños partidistas. Es curioso, no suele darse esa obsesión por la rentabilidad si hay que sacarse la foto junto a un museo. Quizá porque, ingenuamente, demos a la naturaleza aún por descontada. Este primer tramo del Vinalopó aúna hedonismo geométrico con rigor biológico. También la vegetación es aquí material; los autores han suplementado el abanico de especies autóctonas (de bajo porte) con árboles que ayudan a construir la sombra del bosque.
El desarrollo de nuestro territorio obliga a una constante reescritura. Los motivos que pudieran haber seducido a los primeros pobladores suelen quedar en el olvido, ocultos tras pavimentos o fuentes más o menos acertadas. Recordar esas sugerencias, más allá de maquillajes de diseño, debe constituirse en motor de cualquier esfuerzo de regeneración urbana. La arquitectura no consiste solo en erigir edificios, sino en una forma de hacer, de intervenir sobre el paisaje con precisión, determinar sus espacios y conexiones, reconocer su carácter fabricado y hacer del paseo experiencia. Así ha sido desde siempre. El acto de caminar no puede aún sustraerse de esa técnica disfrazada de intuición que emplea el arquitecto como zahorí de lugares.