Sales Oddity. Milano 2, la propuesta de Andrés Jaque para la Bienal de Venecia de Arquitectura 2014. Foto: Miguel de Guzmán www.imagensubliminal.com
Un incendio, un dedo, ciertos fracasos y orgullo patrio (o así); no lo son todo pero, en cierta manera, resumen un año milagroso. Hemos cambiado, al fin, de conversación: la palabra crisis (por esperanza, dejación o aburrimiento) ha concluido su monólogo. No es el peor de los bagajes (pese al dedo).El 23 de mayo el fuego arrasó la biblioteca de la Glasgow School of Art, una obra maestra de Charles Rennie Mackintosh. La casualidad hizo que Steven Holl hubiese inaugurado un mes antes su ampliación: el Reid Building. No es su mejor proyecto: su materialidad genérica y perezosa contrasta con el atrevimiento de su predecesor y ahora deberá competir, además, con su recuerdo. Ganador del Praemium Imperiale 2014, el norteamericano es un perpetuo candidato al Pritzker, que ha marchado (por tercera vez en cinco años) a Japón. El galardón a Shigeru Ban está hecho a medida de los tiempos; menos debido a su obra que a determinadas actitudes bien publicitadas. En España, Juan Navarro Baldeweg obtuvo el Premio Nacional de Arquitectura y los sevillanos Cruz y Ortiz recibieron la Medalla de Oro. Mientras, el (erecto) dedo corazón de Frank O. Gehry vino a recoger el Príncipe de Asturias de las Artes en sustitución del canadiense.
Smiljan Radic fue el primer arquitecto hispanohablante encargado del pabellón estival de la Serpentine Gallery. El chileno produjo en Londres una extraña crisálida, fascinante en su fealdad. ¿Qué nos importa realmente de una obra de arquitectura? ¿Su acabado, su brillantez formal, la adecuación entre medios y fines? Ninguna de estas preguntas obtuvo aquí una respuesta satisfactoria. Los españoles Lucía Cano y José Selgas tomarán el relevo como próximos responsables del proyecto; un reto excitante, minúsculo y global. Pero quizá seamos injustos con Radic; la inauguración de la Freedom Tower, obra magna de la Zona Cero, ofrece una lección valiosa sobre el riesgo: maximizarlo puede devenir en fracaso, pero su ausencia solo garantiza mediocridad. Entristece ver a Daniel Libeskind , antaño reconocido por su pugnaz contundencia, reducido aquí a comparsa de un rascacielos sin alma.
Un dedo, ciertos fracasos y orgullo patrio resumen un año milagroso, donde la palabra crisis ha concluido su monólogo
Entre las pérdidas, Manuel de las Casas, el austríaco Hans Hollein, Albert Viaplana, el brasileño João Filgueiras Lima, Lelé, y el irlandés David McKay (miembro del estudio barcelonés MBM). También se cumplió el centenario del nacimiento de José Luis Fernández del Amo, uno de los primeros arquitectos nacionales en escapar del paradigma estético de la posguerra, así como de la italo-brasileña Lina Bo Bardi y el anglo-sueco Ralph Erskine, constructores sociales de obligado recuerdo.La 14a edición de la Bienal de Venecia se sacudió pasadas atonías; la visión de su director, Rem Koolhaas, devino en dos exposiciones irregulares, pero nutritivas: Elements of Architecture, un ciclado despiece de la disciplina (de la escalera al sanitario), y "Monditalia", un escaneo geográfico y sentimental de la bota acunado por el enjambre investigador de la Ivy League. En el palmarés final hubo un bienvenido componente patrio (aunque ejerciente en Estados Unidos): Andrés Jaque obtuvo el León de Plata por su Sales Oddity. Milano 2 y el operativo dirigido por Beatriz Colomina en su investigación sobre docencia arquitectónica, Radical Pedagogies se llevó la Mención Especial del Jurado.
Fue el presagio de un extraordinario mes de diciembre para la exportación del producto nacional: a selgascano se sumaron la victoria de Ecosistema Urbano en el concurso para la adecuación del estanque de Voronezh (Rusia) y el encargo a Aranguren y Gallegos del nuevo Institute of Contemporary Arts de Miami. Y, mejor aún, se atisbaron ilusionantes apuestas de futuro, como el comisariado de la próxima Trienal de Oslo a cargo de Ignacio González Galán, Marina Otero, Lluís Alexandre Casanovas, Carlos Mínguez-Carrasco y Alejandra Navarrete y la presencia española en dos de los seis finalistas (entre ¡1.715 participantes!) del concurso de arquitectura más importante de mundo: el Guggenheim de Helsinki. Relevo, se llama: apetece.