Enrique Encabo Inmaculada Maluenda

Torre-Pacheco, Murcia, en Nación Rotonda

Un mapa no solo consigna nuestra realidad; también la construye activamente. Las nuevas tecnologías permiten aproximaciones sensibles al territorio y abordar nuestro hábitat desde intangibles como la calidad del aire o la constatación de los desmanes urbanísticos. Los trabajos de Nerea Calvillo, Cooking Sections y Nación Rotonda son valiosos ejemplos de análisis.

Más que en la Terra Incognita de los mapas, los nuevos dragones están, probablemente, en nuestro bolsillo. Podemos reconfigurar la información sobre nuestro hábitat casi a la carta: nuestro teléfono ya sabe con quién nos hemos cruzado, qué ha leído últimamente, si acudirá a un evento cerca de nosotros e incluso cuánto queda para que llegue su taxi. Una obsesión cartográfica que no es ya representación, sino la realidad misma. Las líneas entre privado y público o los flujos de circulación, que antes percibíamos como organizaciones ciertas del territorio, han dejado paso a aproximaciones sensibles, capaces de explicar evoluciones urbanísticas, cadenas productivas o índices de polución ambiental. Quizá sea un indicio de que las barreras naturales, orilladas a favor de las fronteras políticas, no pueden soslayarse indefinidamente. A diferencia de los viejos mapas que perseguían la representación universal, estas tecnocartas nos hablan directamente a nosotros, a nuestro nicho cultural, y lo hacen a través de elementos tan minúsculos como capaces de sintetizar análisis a gran escala.



¿Es posible encapsular un país en un único elemento? El colectivo madrileño Nación Rotonda está formado Miguel Álvarez, Esteban García y los hermanos Rafael y Guillermo Trapiello (todos ingenieros excepto Guillermo, arquitecto). Hace dos años crearon este grupo de trabajo para desarrollar un proyecto homónimo que recogía, mediante una herramienta tecnológica aparentemente neutra -el ojo infinito de Google-, los efectos de la urbanización y la crisis de 2008 sobre la geografía española: planes parciales a medio construir, carreteras que no iban a a ningún lado, glorietas en proceso de mitosis… No inventan nada; sólo seleccionan y editan. El recurso más habitual es la comparativa a vista de pájaro entre dos instantes de un mismo paisaje: antes y después (del dinero).



Su página -y su recién publicado libro- hace colisionar la imagen prestada con una mirada estupefacta. ¿Permite este enfoque y su diagnóstico - "claramente pesimista", dicen- cierta complejidad? "Hay algunos casos en los que hemos detectado un crecimiento racional de los municipios, pero son los menos. Quizá sea porque hasta ahora nuestra búsqueda se ha centrado esencialmente en desarrollos fallidos de los últimos quince años, un período muy concreto de nuestra historia reciente en el que el cambio de uso de suelo más evidente fue urbanizar...". Como relato moral, Nación Rotonda encalla en los matices, pero su inventario triunfa por minuciosa acumulación.



El territorio puede leerse, también, mediante los intercambios del sector productivo. Cooking Sections, la oficina londinense compuesta por Daniel Fernández Pascual y Alon Schwabe (Burgos y Tel Aviv, 1984), basa su trabajo en un interés por la transformación del paisaje, las relaciones geográficas, la geopolítica y las estructuras de poder. Modus operandi: "Nos preguntamos por qué hemos llegado a una situación y qué imaginario colectivo ha generado ese escenario. Luego, contamos una historia, y después solemos especular sobre el futuro", explican.



El Mar Muerto en Under the Sea There is a Hole, por Cooking Sections

Este constructo dietético-ecológico suele materializarse en "mapas comestibles" (performances que encontramos en YouTube): su Gazpacho de límites, por ejemplo, indaga en la filogenia de dos variedades de tomate (raf y kumato) presentes en los invernaderos de Almería; el cultivo da origen a una construcción cuyo carácter vaporoso -ni efímero, ni estable- afecta a la definición económica y urbanística de la costa. Sin embargo, Cooking Sections no pretende definirse como un inocuo producto de laboratorio cultural. Algunos de sus proyectos, como Under the Sea There is a Hole -que explora las consecuencias del agotamiento del Mar Muerto- tuvieron una segunda vida dentro del encuentro Slow Food de la Expo de Milán 2015. Allí, según explican, "la fricción con el sector productor o industrial de distribución de alimentos genera otro debate que afecta a la vida fuera del museo".



Son maneras alternativas de entender el territorio que, más allá de las fronteras políticas o económicas, permiten explorar su organización según intangibles tan microscópicos como literalmente indispensables para la vida. Según cuenta Paul Auster, Sir Walter Raleigh (el espía-poeta-explorador-pirata inglés que introdujo el tabaco en Europa) fue un protoambientalista capaz de pesar el humo por una apuesta con Isabel I. Su astucia política unió, por tanto, el comercio transoceánico y su influencia territorial con la sensibilidad atmosférica.



Imagen del proyecto In the Air, de Nerea Calvillo y su equipo

In the Air, el proyecto de visualización de la arquitecta Nerea Calvillo (Madrid, 1973) y su equipo, busca algo parecido: convertir el aire en un asunto cuantificable y común. En su portal, In the Air traduce los datos de contaminación en gráficas fácilmente interpretables y, además, incita a la acción, con instrucciones para construir, por ejemplo, un indicador ambiental casero que mude nuestros balcones en píxeles de una pantalla colectiva. Calvillo reconoce la "dificultad de transformar conocimiento del medio urbano en políticas y diseño", quizá debido a "la distancia que existe entre centros de investigación y los entornos en los que se diseñan las ciudades". Ideado en Madrid, y con puntuales ramificaciones en Budapest y Sao Paulo, su objetivo es que este código tenga impacto en el ámbito de la lucha ciudadana.



De lo macro a lo micro, los proyectos de Nación Rotonda, Cooking Sections y Nerea Calvillo tienen algo en común: hacer uso de la investigación y el impulso tecnológico como armas de interpretación y transformación de la realidad. Los mapas ya no constatan, sino indagan; no son meros descriptores sino potentes herramientas ideológicas: el aire de las ciudades, las consecuencias globales del consumo o la constatación de los desmanes urbanísticos son útiles de análisis crítico y control del territorio. Por eso, quizá señalar sus trabajos como meras cartografías sea erróneo. Como nuevos zahoríes, miran "hacia dentro"; su meta no es tanto delinear los límites del mundo, sino aumentar el ámbito de nuestra con(s)ciencia.