Image: Siéntase como en su casa

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Arquitectura

Siéntase como en su casa

25 enero, 2019 01:00
Enrique Encabo Inmaculada Maluenda

Fachada de Ibenergi, Toledo. Montse Zamorano | Architecture Photography

La nueva sede de Ibenergi en Toledo, proyectada por los madrileños Taller Abierto, permite reflexionar sobre las posibilidades que ofrece la arquitectura como excepción al paisaje habitual de los entornos de extrarradio.

El peor desorden es aquel en el que todo se parece, porque carece de distracciones. A una decena de kilómetros de Toledo, el polígono industrial de Santa María de Benquerencia ofrece una buena muestra de ello. Aunque no existan dos naves iguales, todas combinan los mismos ingredientes, puertas de garaje y ventanas de búnker, una y otra vez. Quizá por este motivo, cualquier excepción resulte particularmente visible. Aquí, la mota en cuestión -un menudo edificio de oficinas, al que completa una nave- es la sede de una joven compañía dedicada a la gestión energética, Ibenergi, obra de Taller Abierto (Nacho Román, Julio Rodríguez y Daniel Martínez), un estudio afincado en Madrid. El proyecto parece empeñado en cuestionar el futuro de las leyes que rigen en su entorno, algo que se plantea de dos maneras. En primer lugar, mediante el contraste físico entre lo nuevo y lo preexistente. Mientras que las naves de alrededor colmatan la parcela, aquí la pieza se dispone en paralelo a la vía principal, rodeada de un pequeño jardín, con el telón de fondo de un almacén al que se conecta mediante un umbráculo. Aunque la materialización de ambos volúmenes, resuelta mediante una sucinta paleta a base de hormigón y chapa de aluminio anodizado, sea constante, adopta cualidades complementarias según el caso: lo administrativo es una pastilla elevada y transparente, culminada por un pequeño camarote -el despacho del jefe-, mientras que lo industrial queda como un sólido hermético, iluminado cenitalmente. El sistema constructivo parece pensado para transmitir facilidad, tan nítido en algunas esquinas que no resultaría difícil separarlo en componentes recién ensamblados.

El proyecto parece empeñado en cuestionar el futuro de las leyes que rigen el polígono industrial en el que se levanta

La segunda manera se apoya en lo que implica la existencia misma de esta obra. El tipo de producción que representa un polígono como este se encuentra, hoy en día, en proceso de cambio, dada la creciente tecnificación de los procesos y la deslocalización de las industrias pesadas. Estas circunstancias requieren de nuevas respuestas. Taller Abierto las proporciona al aunar la esperable eficiencia técnica con una idea del bienestar propia de los entornos contemporáneos de trabajo. Los interiores de las oficinas son blancos y transparentes -las personas aportan el color- y la sensación de continuidad se mantiene pese a la irrupción de las estancias de reuniones, cápsulas de metacrilato casi invisibles. El conjunto es diáfano y posee una escala cercana, y esa inmediatez redunda en el usuario o el visitante. A pesar de ser tan medida, la intervención se toma ciertos respiros: al sur, las protecciones solares, una secuencia lineal de esbeltos bastones metálicos que revisten el alzado a modo de pérgola, sirven de apoyo a unas enredaderas que, con los años, matizarán la afilada imagen técnica del proyecto; bajo la panza de los despachos, se reserva un espacio generoso y cubierto al aire libre junto al auditorio, de acceso independiente. Si un edificio tiene la escala de una casa y evoca el habitar de una casa, ¿no será, en el fondo, una casa? Una fuera de contexto, en la que se vive a ratos, pero en la que resulta inevitable imaginar cierta familiaridad. Durante el siglo XX, la vivienda hizo fortuna al hibridarse con la tecnología. Tras este matrimonio, quizá la segunda se encuentre en condiciones de retornar, domesticada, al espacio productivo. La obra de Taller Abierto manifiesta algo todavía más importante: que ningún ámbito está exento, sea cual sea su naturaleza, de la posibilidad de arquitectura.