Las arquitectas irlandesas Yvonne Farrel y Shelley McNamara han recibido el Premio Pritzker por “su confianza en la colaboración, su generosidad hacia sus colegas, su compromiso con la excelencia en arquitectura, su actitud responsable con el medio ambiente y su habilidad para ser cosmopolitas mientras abrazan las singularidades de cada lugar en el que trabajan”.
“La arquitectura se podría describir como una de las actividades culturales más complejas e importantes del planeta. Ganar este premio es un gran respaldo a la idea que tenemos de esta profesión”, ha comentado Farrell. Arquitectas y educadoras desde la década de 1970, han creado espacios nuevos y respetuosos al mismo tiempo, han respetado la historia y demostrado su dominio del entorno urbano y el oficio de la construcción. El equilibrio entre la fuerza y la delicadeza y la defensa de los contextos específicos de cada lugar, sus instituciones académicas, cívicas y culturales, así como el desarrollo de la vivienda, han dado como resultado unos trabajos modernos e impactantes que nunca se repiten ni imitan pero que modulan su voz arquitectónica.
“A menudo hemos luchado por encontrar el espacio para la implementar valores como el humanismo, la artesanía, la generosidad y la conexión cultural con cada lugar y contexto en el que trabajamos. Por tanto, es extremadamente gratificante recibir este reconocimiento a nuestro trabajo a lo largo de todos estos años. También es un reconocimiento a la ambición y a la visión de los clientes que nos encargaron y permitieron llevar a buen término nuestros edificios”, ha asegurado McNamara.
Su Irlanda natal, una isla repleta de montañas y acantilados, ayuda a entender su aguda sensibilidad hacia la geografía, el cambio climático y la naturaleza. Sus edificios ricos pero modestos mejoran las ciudades prestando atención a la sostenibilidad mientras responden a las necesidades locales.
Por ejemplo, el Campus Universitario UTEC de Lima (reconocido por el Royal Institute of British Architects) está situado en un lugar desafiante con una carretera soterrada a un lado y un vecindario residencial al otro. El resultado es un edificio vertical y en cascada que responde a las necesidades climáticas de la zona. Sus espacios abiertos fueron diseñados deliberadamente para recibir brisas del océano y minimizar la necesidad de aire acondicionado. En las oficinas del Departamento de Finanzas de Dublín (2009) la selección de piedra caliza local utilizada en paneles gruesos otorga resistencia al edificio y sus ventanas empotradas cuentan con rejillas para que pueda circular el aire fresco por todo el edificio.
Las arquitectas son conscientes del diálogo entre lo interno y lo externo, lo que se evidencia en la mezcla de espacios públicos y privados y en la selección de materiales. “Lo que intentamos hacer en nuestro trabajo es ser conscientes de los diversos niveles de la ciudadanía para encontrar una arquitectura que aumente la relación entre la gente”, apunta Farrell. La Universidad Luigi Bocconi de Milán (su primer proyecto internacional y con el que ganaron el World Building of the Year en 2008) fomenta la comunidad entre los estudiantes y la ciudad que se extiende más allá del campus vertical a través de un espacio público en la planta baja que continúa en el interior. Y la Escuela de Economía de Toulousse (2019) está revestida de hormigón y piedra que ha sido extraída del lago Iseo. Sus contrafuertes de ladrillos, rampas y patios son una metáfora de una ciudad llena de puentes, muros, paseos y torres de piedra.
El suelo contorneado del Solstice Arts Centre de Navan (Irlanda, 2008) crea una cercanía física entre la audiencia y los artistas y la ubicación de espacios abiertos, ventanas, cortinas de vidrio y techos descubiertos permiten que la luz se filtre en el Institut Mines Télécom de París (2019). McNamara afirma que la arquitectura “nos conecta con el mundo de una manera que posiblemente ninguna otra disciplina puede”, y Farrel concluye que en el centro de su práctica “existe una creencia de que nuestra profesión importa”.
“La colaboración entre Farrell y McNamara representa una interconexión entre equivalentes”, afirma el jurado. “Demuestran una increíble fuerza en su trabajo, muestran una profunda relación con la situación local en todos los aspectos, establecen diferentes respuestas para cada encargo y mantienen la honestidad de su trabajo”.
Farrell y McNamara dominan el arte de las proporciones para mantener una escala humana y lograr ambientes íntimos en edificios altos y vastos. “Han intentado, con considerable éxito, ayudarnos a vencer lo que se puede convertir en un problema grave: ¿cómo construir viviendas y lugares de trabajo en un mundo en el que la mitad de su población vive en entornos urbanos y son muchos los que no se pueden permitir grandes lujos?”, ha planteado Justice Stephen Breyer, presidente del jurado del premio.
Ambas se conocieron en la Escuela de Arquitectura de la Universidad College de Dublín, donde estudiaron con arquitectos racionalistas que desafiaban el pensamiento y la cultura preexistentes. Cuando se graduaron en 1976 les ofrecieron la oportunidad de enseñar en la UCD, donde permanecieron como docentes hasta 2006. “Enseñar para nosotras siempre ha sido una realidad paralela. Es una manera de destilar nuestra experiencia y regalarla a las generaciones que vienen para que jueguen un papel en el crecimiento de la cultura. Por lo tanto, aprendemos de los estudiantes y ellos de nosotras”, dice Farrell. Juntas, en 1978 fundaron Grafton Architects con otros tres socios aunque solo ellas han permanecido. Desde entonces han llevado a cabo importantes proyectos como el North King Street Housing de Dublín (2002), el Urban Institute of Ireland (2002), Loreto Community School de Milford (2006) o la University of Limerick (2012).