Casas portátiles, un automóvil inspirado en los peces o una gran cúpula para cubrir Manhattan. Los éxitos, fracasos y proyectos utópicos de Buckminster Fuller le otorgaron gran popularidad en Estados Unidos y un aura de inventor de futuros imposibles. Pero el tiempo parece estar dándole la razón a este visionario del siglo XX que se anticipó con sus ideas a los retos del siglo XXI. El Espacio Fundación Telefónica de Madrid le dedica ahora una gran exposición con más de 200 piezas y 14 prestadores internacionales a este creador autodidacta que, sin ser arquitecto, diseñador, ni ingeniero, ha tenido una gran influencia en todas estas disciplinas. Prueba de ello es que ha sido un gran referente para el arquitecto más famoso del mundo, Norman Foster, y uno de los artistas más cotizados actualmente, Olafur Eliasson, y también ha sido una clara influencia para Silicon Valley y algunos de sus gurús tecnológicos como Steve Jobs. Curiosidad radical. En la órbita de Buckminster Fuller puede verse de manera gratuita desde este miércoles, 16 de septiembre, hasta el 14 de marzo de 2021.
Fuller se dedicó a imaginar un mundo más sostenible repensando la movilidad, la vivienda, la educación, la gestión de la información y de los recursos del planeta, problemas todos que han cobrado una gran importancia en nuestro siglo. En este recorrido audiovisual por la exposición, los comisarios de la muestra, José Luis de Vicente y Rosa Pera, nos hablan de algunos de sus proyectos, entre ellos su mayor triunfo: la cúpula geodésica, formada por multitud de piezas poligonales, abarcando el mayor espacio con la menor cantidad de material posible. Muestra de su éxito es que fue adoptada por dos fuerzas antagónicas: tanto por el poder político y militar estadounidense como por la contracultura hippie en sus planteamientos de vida alternativa.
Incluso ahora, en medio de la pandemia global que está trastocando nuestras vidas y nos plantea nuevos retos, sus ideas se revelan útiles. “Fuller fue de los primeros que habló de la automatización de la educación, pensaba que los niños podrían estar en sus casas conectados con sus profesores con sistemas de vídeo de dos direcciones”, explica De Vicente. Y en el ámbito de la arquitectura, una de sus grandes preocupaciones fue la renovación del aire, cuestión que ahora se ha vuelto esencial en los espacios cerrados. Diseñó una casa en la que el aire se renovaba por completo en seis minutos. “Desde el centro de esta crisis vemos cómo Fuller fue abordando todas las crisis del XX y anticipando las del XXI”, añade el comisario.
De todas formas, De Vicente señala también algunas “sombras” de Fuller. El comisario lo define como un “tecnodeterminista radical” que consideraba que “allí donde exista una solución técnica no es necesario implementar una opción política para solucionar un conflicto”, lo que desembocó en el solucionismo, “una ideología muy representada por el Silicon Valley de hoy y la industria tecnológica”. A pesar de ello, la intención de Fuller siempre fue positiva: “hacer que el mundo funcione, para el 100% de la humanidad, en el menor tiempo posible, a través de la cooperación espontánea, sin ofensas ecológicas o la desventaja de nadie”.