Desde que nos levantamos hasta que nos volvemos a acostar estamos rodeados de arquitectura y urbanismo. En ocasiones no nos damos cuenta de la influencia que pueden tener en nuestro día a día, pero ambas disciplinas lo impregnan todo. Desde las calles que habitamos, a los desplazamientos por el metro que hacemos o las universidades a las que vamos. Es, al fin y al cabo, el espacio donde habitamos y el espacio en el que la sociedad se realiza. Sin embargo, ¿tiene la misma función una plaza en un pequeño pueblo de Castilla que una en el barrio gótico de Barcelona? Esta es la reflexión que se plantea la XV Bienal de Arquitectura y Urbanismo que este año se celebra en paralelo en Barcelona y Valladolid bajo el título España vacía, España llena. Estrategias de conciliación.
Óscar Ares, Eugeni Bach y Anna Bach comparten la dirección de esta edición bicéfala que reivindica el valor social de la arquitectura. Por un lado, el Pabellón Mies van der Rohe de Barcelona abre esta edición con la exposición centrada en los 20 proyectos premiados de la convocatoria Panorama de Obras de Arquitectura y Urbanismo. Por el otro, el Museo Patio Herreriano de Valladolid está enfocado a la temática de la bienal con las propuestas finalistas y las premiadas en las diferentes categorías.
España poblada, España deshabitada
¿Por qué dos sedes? Tradicionalmente la cita se celebra en solo un enclave pero en esta ocasión “para ser coherentes con la temática de España vacía, España llena teníamos que tener dos lugares que representaran los dos territorios que queremos analizar”, apunta Eugeni Bach, que comparte comisariado con Anna Bach en Barcelona. El tema escogido tampoco es baladí y, si bien, en la literatura se ha analizado la situación, a través de la arquitectura no se había llegado a abordar. “Tenemos un país singular con dos realidades diferentes, una España densa y poblada, y otra con menor densidad y deshabitada”, sostiene Óscar Ares.
Y añade un dato singular: el 95 % de la población está en el 47 % del territorio. “Las cosas que ocurren en estas dos realidades no son las mismas y, por lo tanto, las soluciones deben ser diferentes.”, afirma Ares. Sin embargo, “encontrar diferencias evidentes es complejo, porque cada encargo responde a muchísimas cuestiones. No podemos buscar las diferencias en el lenguaje. Las preocupaciones de la sociedad son diferentes y, por lo tanto, hay que dar respuestas específicas”, abunda Anna Bach.
Una guardería, un patio, una plaza o una residencia para ancianos variarán dependiendo del lugar en el que se encuentren. Pero si estas diferencias se ven en el aspecto formal, inciden, depende del encargo, del presupuesto, de la necesidad social y de la solución a distintas dificultades. En este sentido, Ares cree que “la arquitectura resuelve problemas”, y, por eso “hay que preguntarse cuáles son los contratiempos de cada lugar. La arquitectura tiene que ser divergente, no hay fórmulas universales. Los tratados del siglo XVIII no tienen cabida en este mundo contemporáneo, y si queremos dar respuesta a la sociedad tenemos que leer los problemas y, en función de ellos, dar una réplica”, asegura.
Dos muestras complementarias
En Valladolid la bienal arranca este viernes con una exposición centrada en la temática de este año a través de las propuestas finalistas y premiadas en todas las categorías. La muestra se organiza en torno diversos temas, que desarrollan después, como Territorio (Contexto y Demografía), Sociedad (Compartir y Habitar) y Economía (Sociedad y Recursos). En el interior del claustro del Patio Herreriano se exhibirán los vídeos de las veinte obras premiadas.
La exposición que abre la bienal en Barcelona está compuesta por imágenes y vídeos que dan a conocer las 20 obras premiadas en la convocatoria Panorama de Obras de Arquitectura y Urbanismo y su contexto. Por un lado, una serie de diez carteles que exhiben las fotografías de las obras y, por el otro, en el interior del pabellón, se proyectan 20 vídeos realizados por Jordi Bernadó que nos ofrecen una visión del contexto de cada una de las obras. “Las exposiciones inauguran el año y medio de bienal. En Barcelona haremos un ciclo de debates y seminarios y en octubre en Valladolid tendrá lugar un congreso con los premiados”, amplía Eugeni Bach.
Arquitectura preocupada por la sostenibilidad
Entre los premiados nos encontramos con el reciente Museo Helga de Alvear de Cáceres, el campo de fútbol de A Gandeira en Pontevedra, la Escuela Infantil BVM Irlandesas en Sevilla, la recuperación de la Torre de Merola de Barcelona o la Plaza de la Fábrica de Tabacos de La Coruña. Aunque destacar tan solo algunos es complicado, los comisarios sí observan ciertas similitudes entre ellos. “Hemos detectado en conjunto una actitud concreta, la de mirar el lugar, la de partir de los recursos de la zona para crear una arquitectura que tiende a la sensibilidad social y la sostenibilidad. Lo que vemos es una arquitectura de pequeña y mediana escala muy cuidada y en contacto con el entorno”, afirma Anna Bach.
Esto se ve tanto en los proyectos ganadores como en los finalistas y es que “muchos de ellos tienen la voluntad de ayudar a la emergencia climática y se preocupan por el medio ambiente. Los edificios tienen más madera porque los recursos están próximos. De esta manera se fomenta una economía más circular y más próxima en definición formal”, arguye Ares.
Arquitectura y pandemia
En este sentido, la pandemia que nos ha asolado puede acelerar algunos cambios que los arquitectos tienen interiorizados desde hace tiempo. “Sabemos que la luz natural es importante y que el espacio puede afectar a la salud. El problema es el marco en el trabajamos. Si un promotor nos dice que quiere 50 viviendas nuestra gran labor y esfuerzo está en conseguirlo con el presupuesto que nos dan, cumpliendo las normativas e intentando que las viviendas tengan una ventilación natural más allá de la normativa, con espacios exteriores, etc”, matiza Eugeni Bach.
Así, si la pandemia puede traer algo positivo es que “la gente se dé cuenta de que puede reclamar esos espacios y una mejor arquitectura”, añade. De hecho, “si exigimos una buena Sanidad y buenos hospitales, ¿por qué no pedimos una buena arquitectura?”, se plantea Ares. Durante el confinamiento más duro “nos hemos dado cuenta de que el espacio y la calle son aspectos importantes pero también hemos descubierto que nuestra casa estaba limitada y que necesitamos más espacio”, amplía. Si bien antes de la pandemia pedíamos espacios abiertos ahora los queremos compartimentados para poder trabajar desde casa. Lo mismo ocurre con las calles, necesitamos más vegetación, más contacto con la naturaleza y tener parques más próximos.
El urbanismo, quizá más desconocido que la arquitectura, también juega su papel. Sin embargo, en muchas ocasiones los ciudadanos no nos damos cuenta, aunque para Anna Bach esto no es importante. “Si en un sitio da el sol en invierno y la sombra en verano lo disfrutamos todos”, considera. Ese es el quid de la cuestión, que la ciudadanía esté bien sin necesidad de ser consciente.