El arquitecto José Miguel de Prada Poole (Valladolid, 1938 - Madrid, 2021), autor de la Instant City en Ibiza, las gigantescas burbujas de los Encuentros de Pamplona o el Hielotrón de Sevilla, ha muerto a los 83 años. Desde el inicio sus grandes preocupaciones fueron la sostenibilidad y la construcción ligera. Graduado por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid en 1965 De Prada Poole se especializó en urbanismo y fue uno de los máximos expertos en arquitectura bioclimática, estructuras ligeras y arquitectura neumática. Durante su trayectoria ha sido profesor invitado en Estados Unidos y en varios países de América Latina como Venezuela, Chile y Argentina y ha recibido distinciones como el Premio Nacional de Arquitectura en 1975.
Entre 1968 y 1973 De Prada Poole fue miembro del Seminario de Generación Automática de Formas Plásticas del Centro de Cálculo de la Universidad de Madrid, centro pionero en el uso del ordenador como herramienta de creación artística. Allí compartió experiencias con artistas como José Luis Alexanco, Soledad Sevilla, Eusebio Sempere, José María Yturralde o Elena Asins y concibió, gracias a su incansable preocupación por la investigación, varios ensayos sobre estética.
El arquitecto alcanzó la popularidad en los años 70 con los prototipos de las viviendas Jonás y la Instant City de Ibiza de 1971. Esta ciudad instantánea fue una construcción efímera que se puso en pie en la Cala de San Miquel coincidiendo con el Congreso de la Sociedad Internacional de Diseño Industrial. Enseñándose los unos a los otros fueron los propios asistentes quienes pusieron en pie los módulos neumáticos con cloruro de polivinilo y 15.000 grapas.
Tras este proyecto De Prada Poole recibió el encargo de construir las Cúpulas de los Encuentros de Pamplona de 1972, que se convirtieron en un espacio simbólico de reunión y acción artística. Para ello, diseñó unas cúpulas con plástico de flotadores tras muchas investigaciones acerca de la climatología, los vientos y la dilatación del material con el calor. Finalmente, fueron varias cúpulas de colores en forma de flor con diversas entradas las que instaló en la Ciudadela. Hasta que alguien, una noche, decidió rasgar una de ellas.
Tan solo unos años más tarde el arquitecto ideó el Hielotrón, un dispositivo habitable que debía mantener un diferencial térmico enorme, sometido no solo a las oscilaciones de temperatura exterior, sino también a las variaciones producidas en su interior como consecuencia de los diferentes flujos de público. Logró que funcionara con el menor consumo de energía de mantenimiento conseguido hasta ese momento en una pista de hielo. Aunque nació con la intención de ser permanente los fuertes vientos de la zona terminaron destruyendo la estructura dos años después. Sin embargo, en una entrevista concedida a El Cultural, el arquitecto defendía una arquitectura efímera: “Raimund Abraham hablaba de ‘construir para la eternidad' ¡Qué egolatría! Si tienes un poco de cabeza, es mejor no dejar ni rastro”.
Hace escasamente dos años el CAAC de Sevilla le dedicó Prada Poole: la arquitectura perecedera de las pompas de jabón, una exposición que ponía de manifiesto su sorprendente capacidad creadora a través de más de 1.400 piezas entre planos, fotografías, vídeos, publicaciones, maquetas e incluso estructuras hinchables. El título de la exposición reproduce un texto de José Miguel de Prada Poole publicado en 1974 en el número especial, dedicado a la ciudad, de la revista El Urogallo. El arquitecto promovía una arquitectura en la que el material con que está construida da la medida temporal de su propia existencia. Por eso, prescindía del término efímera y empleaba perecedera. Prada Poole exponía las razones que hacen que la configuración urbana sea demasiado rígida, pues según su parecer, las estructuras económicas y sociales hacen que “duren demasiado”. Por esta razón la ciudad es incapaz de adecuarse a las nuevas y cambiantes demandas.
Con motivo de aquella misma entrevista el arquitecto, que desde los años 60 planteó proyectos utópicos, explicó por qué había dejado de lado el ladrillo. “Si pensamos en el tiempo que cuesta poner cada ladrillo (pongamos 20 segundos) y lo multiplicamos por el número necesario para levantar un edificio, vemos que, inevitablemente, se tarda muchísimo... Entonces cerré el garito y me fui a investigar con una beca Fulbright al MIT (Massachusetts Institute of Technology), en Boston. Hasta hoy no he vuelto a tocar uno”. Entre 1981 y 1983, coincidiendo con su estancia en el MIT como profesor invitado, inició sus primeras investigaciones en estructuras tensadas con las que perseguía crear grandes recintos de clima controlado a través de una arquitectura mejor adaptada a las condiciones climáticas de su entorno. Muestra de sus indagaciones fue el Pabellón de El Palenque de la Expo 92, destruido en 2007.