La Loggia Baseliana de estudio Isla, en las vías de Dreispitz, es un espacio de encuentro a partir de un catálogo de fragmentos recuperados de otras construcciones. © Architekturwoche Basel 2022. Foto: Luis Díaz Díaz

La Loggia Baseliana de estudio Isla, en las vías de Dreispitz, es un espacio de encuentro a partir de un catálogo de fragmentos recuperados de otras construcciones. © Architekturwoche Basel 2022. Foto: Luis Díaz Díaz

Arquitectura

La arquitectura en 2022: un futuro de hechos consumados

El año se cierra con varios órdagos dudosos como los estadios del Mundial de Qatar o el alumbramiento de The Line, pero también se ha puesto de manifiesto que otros modos de hacer son posibles

20 diciembre, 2022 03:18
Inmaculada Maluenda Enrique Encabo

El pasado 12 de julio, el milenario Panteón de Roma amaneció con una pintada: “Aliens exist” (‘Los extraterrestres existen’). Al contrario que con la lata de sopa de tomate arrojada contra Los girasoles de Van Gogh, aquí nadie pretendía advertirnos del calentamiento global, sino proclamar que la estupidez es más eterna que las pirámides. La arquitectura no está para protestas.

Pues no será por falta de oportunidades. 2022 se cierra con varios órdagos dudosos. El edificio justifica los medios, como demuestran los estadios del Mundial de Qatar –que, mientras Messi los pise, camuflarán lo absurdo de su existencia– o el alumbramiento de The Line, el muro-ciudad de 170 kilómetros que Morphosis, la firma del Pritzker Thom Mayne, ha iniciado en la vecina Arabia Saudí. Representan una riqueza, la de los petrodólares, que solo puede ya observase con recelo –y cierta hipocresía– desde una Europa en pleno ‘mono’ de hidrocarburos.

No se trata de caer en el maniqueísmo energético. La obra más rutilante del curso quizá sea la nueva sede de Google en Mountain View (California), trabajo conjunto de Bjarke Ingels y Thomas Heatherwick. Sin embargo, el brillo de sus escamas solares, tan ecológicas, es el de una baratija: tras esa cubierta, solo hay un banal pueblecito corporativo. Ojalá fuese ironía, visto lo que hace Google con nuestra sociedad, que no es más que vendérnosla a trozos.

Otros modos de hacer son posibles; no hay que irse muy lejos para comprobarlo. En Madrid, Andrés Jaque terminó su mayor obra hasta la fecha

Otros modos de hacer son posibles; no hay que irse muy lejos para comprobarlo. En Madrid, Andrés Jaque –nuevo dean de la Facultad de Arquitectura de Columbia– terminó su mayor obra hasta la fecha, el colegio Reggio, una colmena de estratos educativos coronada por un invernadero que también es ágora.

En Barcelona, el colectivo Lacol fue galardonado con el premio emergente Mies van der Rohe por su cooperativa La Borda, un empeño por construir viviendas a contracorriente de la especulación.

Y en unas vías de tren de Basilea, el mallorquín estudio Isla, al cargo de Juan Palencia y Marta Colón de Carvajal, levantó una loggia efímera a partir de fragmentos de otras construcciones de la zona, en un preciso ejercicio de economía circular.

Innovación, participación o sostenibilidad, tan presentes en estas obras, son pilares de la nueva Ley de Calidad de la Arquitectura, que la afirma como un bien de interés general. Pero no bastan las buenas palabras: vivir en las ciudades no debería ser un imposible.

El Pritzker 2022 recayó en el burkinés Diébédo Francis Keré, instigador de un necesario debate sobre la justa proporción entre medios y fines

Ese pareció ser, en los inicios de su carrera, el lema de Ricardo Bofill, desaparecido en enero. Tan heterodoxo como ilustrado, supo trazar en sus mejores trabajos auténticos manifiestos de la vida en común. Sus viviendas en Sant Just Desvern o sus murallas y castillos en Calpe –hits de Instagram– podrían haber conversado con otros paradigmas radicales, como las megaestructuras del venezolano Fruto Vivas, fallecido el pasado agosto, o, en clave muy distinta, la torre cápsula de Nakagin, en Tokio, el icono metabolista de Kisho Kurokawa demolido en abril tras décadas de degradación.

El Pritzker 2022 recayó en el burkinés Diébédo Francis Keré, instigador de un necesario debate sobre la justa proporción entre medios y fines a través de sus construcciones en su Gando natal.

Sin embargo –y al igual que al japonés Shigeru Ban, Premio Princesa de Asturias de la Concordia–, el galardón le llega en pleno auge, enfrascado en grandes encargos, como la asamblea nacional de su país, que rebajan considerablemente las virtudes de su propuesta.

Desde aquí, se apunta una tercera vía. Peter Barber, ganador de la Medalla Soane, se ha consolidado como auténtico renovador de la vivienda pública en Inglaterra con actuaciones plenas de urbanidad y consideradas en sus recursos: ladrillos y personas.

El próximo 2023 nos empuja hacia el futuro a fuerza de hechos consumados. Ejemplos no faltan para afrontarlo.

Con firma española

Colegio Reggio en El Encinar, Madrid 
Andrés Jaque / Office for Political Innovation

Edificio Slow en Sant Cugat del Vallés, Barcelona 
Bailorull + ADD Arquitectura

Loggia Baseliana en Basilea (Suiza)
Isla Architects

85 Viviendas sociales en Cornellà de Llobregat, Barcelona
Peris+Toral Arquitectes

135 Viviendas sociales en Gavá, Barcelona
Harquitectes