“Esto ya no es así”, dice Eduardo Mediero (Madrid, 1991), nom de guerre Hanghar, sin apartar la vista de la maqueta. El proyecto al que mira, el Guest Lounge de ARCO 2023 –en equipo con el madrileño estudio DIIR (David Meana, Ignacio Navarro, Iñigo Palazón y Ricardo Fernández)–, acaba de pasar por los trajines propios de todo proceso, de tal suerte que una de sus piezas más características, esa carpa roja, facetada y circular, ha trocado el último adjetivo por cuadrada. Sin dramas, por favor: “Todos los que habían trabajado antes en este espacio nos aconsejaron que la propuesta fuese flexible para soportar los cambios que inevitablemente se iban a producir. Y eso hicimos: plantear una serie de elementos que pudiesen alterar su posición, incluso su forma, sin perder su identidad”.
El visitante se las compondrá así con la mencionada carpa-cubierta, un par de fellinianos globos sujetos a un gran banco, un soportal-pop de prismas amarillos y una mesa corrida, lista para un banquete. Este bodegón de objetos genéricos alude a una verbena del Mediterráneo, tema de esta edición de ARCO –el mar, no la fiesta, malpensados–.
Arquitecto de espacios
El Lounge plantea un aparente cambio en la trayectoria de Hanghar. Para empezar, porque es una suma de objetos, esto es, de cosas que se miran desde fuera, y Mediero ha sido, hasta la fecha, un arquitecto de espacios, de interiores pequeños y de segunda mano. Los 1.200 m2 en ARCO suman bastante más que toda su producción junta, en su mayoría viviendas de entre 50 y 80 m2, reformas de otras que existieron antes. En este caso, no deberían considerarse la antesala de encargos más grandes, un ensayo curricular.
El combustible de un treintañero suele ser biográfico. Mediero empezó a estudiar Arquitectura en 2009, cuando la construcción en España entraba en barrena –“nadie lo entendía, era una carrera ruinosa”–, y montó su oficina en 2021, cuando lo que entró en barrena fue el mundo, se acordarán. Venía de hacer un máster en Harvard, donde una beca le permitió desarrollar un proyecto de investigación, “The Architecture of Greed” (La arquitectura de la codicia), con el que documentó desarrollos urbanísticos fallidos por todo el orbe, desde España –en Murcia, donde creció– a Turquía, Dubái, Rusia o Estados Unidos.
Hanghar, por su parte, es una aventura de obsolescencia programada: “10 años. Arranqué este estudio a los 30 y lo cerraré a los 40. No sé qué haré entonces, pero sí lo que quiero hacer ahora: trabajar en Madrid en el contexto actual, una ciudad ya construida y con una máquina de especulación imparable. Y es preciso operar con lo que hay, no podemos partir de cero”.
La carpa, los globos, un soportal-pop y una mesa corrida. Un bodegón que alude a una verbena del Mediterráneo
En sus manos, ese patrimonio se recupera gracias a la rotunda aparición de un orden, frecuentemente una retícula de cuartos monocromos e intercambiables entre sí. La casa Ronda (2020), por ejemplo, se presenta como una matriz de 3,45 x 3,45 m, un sistema que reaparece en la casa Lara (2021; 3,5 x 3,5) y, con ligeras variantes de forma, en su montaje para el festival Concéntrico de Logroño (2021; 3,6 x 3,6, en colaboración con la oficina mexicana Palma).
Tal abstracción responde a un origen socioeconómico: “Las casas intentan distanciarse de la voracidad del mercado inmobiliario, que suele exigir, por ejemplo, tres dormitorios y un baño en la habitación principal; la geometría estricta, sin funciones previamente asignadas, trata de rechazar ese arquetipo”.
Alergia al pasillo
Hay, por supuesto, un componente cultural en las tramas, que proliferan en las publicaciones, desde los belgas Office KGDvS a los españoles Peris+Toral. A fuerza de obstinación formal, la habitación vuelve a adquirir protagonismo. Con su alergia al pasillo, los espacios yuxtapuestos y las puertas enfrentadas, rechaza la abulia con la que suele despacharse la distribución de nuestros hogares; un fileteado tedioso que apenas se reseña al analizar un proyecto.
La crítica más común a este rigor, y que Hanghar no elude, es que suele devenir en corsé, con esos cuartos pasantes tan difíciles de amueblar: “En mi caso, viene propiciado por unos clientes peculiares: solteros, gente con relaciones muy flexibles y hasta una pareja de personas mayores han sido cómplices. Aún no he tenido que enfrentarme, por ejemplo, a la exigencia que supone alojar a una familia con hijos. Tocará cambiar el sistema”.
En eso anda. Más que en la reiteración sin tasa, propia de un proyectista ancilar, la manera de Hanghar se propone encontrar puntos fijos. Así, las mallas estanciales se han superado en la reciente casa Río (2022), donde opta por concentrar el presupuesto en un punto, la cocina, y unificar materialmente del resto de las habitaciones. Mientras, en un futuro apartamento en Madrid, lo regular no es el vacío, sino la masa; y unos cuartos cerrados –a veces distribuidor, a veces armario– puntúan regularmente la planta. Son astucias que proporcionan interés espacial a obras muy pequeñas, en las que predomina “un punto teatral –la imagen y la perspectiva están muy cuidadas– y ficticio”.
Pero la trama no es solo un asunto geométrico, sino argumental. Cualquier teatro, cualquier representación –literalmente, ‘volver a presentar’– depende del reencuentro con lo conocido, y es precisamente el recuerdo de la imagen lo que cohesiona la obra de Hanghar/Mediero. De la misma manera en que una cubierta roja se identifica como casita –o una mesa corrida como banquete, elementos todos de la obra de ARCO–, las puertas en secuencia de sus casas aluden a un ensueño burgués: el cliché de un palacete. Es una afirmación rotunda que de la riqueza nos interese su memoria, no los oropeles. Tanto, como el que un interior doméstico no tenga que disculparse para ser considerado arquitectura.
Una ciudad en miniatura
ARCO 2023 también es arquitectura. Además del Guest Lounge de Hanghar y estudio DIIR, un viejo conocido de la feria, Andrés Jaque (Madrid, 1971), realizará justo enfrente el pabellón Mediterráneo, un mar redondo (en la imagen). Frente al ajetreo del certamen, lo que propone Jaque con su Oficina de Innovación Política es un recinto mudo, que ajusta sus espacios a las obras expuestas. Desde 2014 a 2018, Jaque fue el artífice de la ordenación general de la feria, una labor invisible que transitó desde lo pequeño –al eliminar “la tiranía de la moqueta”– a lo pragmático, logrando un aumento significativo del número de galerías en esquina.
Ese cometido lo hereda este año Pedro Pitarch (Cáceres, 1989). Su trabajo ahonda en ese entendimiento del recinto como una ciudad en miniatura, contenida en los pabellones 7 y 9 de Ifema. Con el fin de evitar discontinuidades y tiempos muertos, Pitarch dispersa en el entramado de ARCO una serie de pequeñas intervenciones. La más visible –y la mayor– se encuentra al fondo del 9, donde una espina dorsal de servicios concentra el foro, la sala de prensa y los espacios de restauración, que se expanden hacia una plaza bajo una cubierta triangular.