Bill Bollinger: Untitled (cyclone fence), 1968

Bill Bollinger fue uno de los artistas imprescindibles en las transformaciones que sufrió el arte de los sesenta. Una exposición en Escocia recupera un trabajo que no es aún lo suficientemente conocido.

Bill Bollinger nació en 1939 en Estados Unidos y murió en 1988 en la más solitaria penuria. Durante casi 40 años no hemos vuelto a saber prácticamente nada de la vida y obra de un artista cuya voz en los sesenta fue tan veraz y tan intensa como la de los compañeros a quienes habitualmente atribuimos el mérito de haber cambiado el rumbo del arte. Hoy podemos ver en la Fruitmarket Gallery de Edimburgo una exposición retrospectiva de su obra que ha sido realizada en colaboración con el Kunstmuseum de Lichtenstein, donde ya se pudo ver la primavera pasada. También hizo escala en el ZKM de Karlsruhe.



Bollinger estudió ingeniería aeronáutica en la Universidad de Brown, Rhode Island. En 1961 se trasladó a Nueva York para estudiar pintura y se sumergió en el ambiente artístico de la ciudad. Combinó durante años la creación y la docencia en diferentes universidades. Pero hacia 1974 desapareció, se esfumó. Dice mucho del carácter huidizo del artista que la primera mirada retrospectiva que se realiza en torno a su trabajo haya tenido lugar en Europa más de 20 años después de su muerte y más de 35 desde que abandonara el mundo del arte.



Bollinger formó parte activa del grupo de artistas de Nueva York que dieron al traste con los convencionalismos imperantes a mediados de los sesenta. Fue incluido en Nine at Leo Castell, la mítica exposición comisariada por Robert Morris, uno de los hitos del momento. Organizada en una nave propiedad del galerista, la exposición estaba basada en el concepto de Anti-Form que Morris había venido elaborando y cuya redacción apareció publicada en Artforum unos meses antes de la exposición. Ésta no fue vista por demasiada gente pero la literatura que generó fue extraordinaria. Bollinger presentó una de sus piezas más conocidas, Untitled (cyclone fence) de 1968, una malla metálica de más de 13 metros de longitud que expresaba un movimiento helicoidal en sentido horizontal, parecido, tal vez, al movimiento de una ola. El legendario comisario de exposiciones suizo Harald Szeemann visitó la exposición y decidió llevarse a todos los artistas ahí reunidos a su mítica When Attitudes Become Form, que tendría lugar en la Kunsthalle de Berna que él mismo dirigía apenas tres meses más tarde. Esta pieza está presente en esta exposición escocesa, así como su Screen y sus Two pipe pieces, incluidas asimismo en la exposición Op Losse Schroeven (1969) del Stedelijk de Amsterdam, que tuvo lugar de forma simultánea a la de Szeemann constituyendo, ambas, el giro museográfico que el nuevo arte requería.



La muestra de The Fruitmarket Gallery tiene una escala más bien menor por la brevedad de la carrera de Bollinger. Consta de unas 30 piezas escultóricas y un generoso puñado de trabajos sobre papel. Las tres piezas antes mencionadas arrojan buena luz sobre su quehacer. En su Cyclone Fence y en su Screen señala la maleabilidad de las mallas metálicas, sus tensiones expresivas internas. Y en sus barriles llenos de agua investiga el fluir del líquido en el marco adusto del acero que la contiene. Su formación como ingeniero aeronáutico propició una constante y profunda investigación sobre la gravedad, la materia, la temporalidad, los procesos...



El montaje de la exposición, que ha sido comisariada por Christiane Meyer-Stoll, recuerda al modo de instalación característico de los sesenta, cuando se quería renunciar a planteamientos museográficos tradicionales y concebir la sala de exposiciones como un fluido dinámico. El recorrido por la muestra de la Fruitmarket Gallery obliga al visitante a saltar entre pieza y pieza, a detenerse ante las circunferencias realizadas con mangueras transparentes llenas de agua, las cuerdas y las bombillas. Uno de los pocos videos que realizó muestra al artista manipulando una gran estructura de madera tratando de fijarla verticalmente al suelo y así observar su equilibrio. En otro trabajo arrojó una madera similar al Rhin para comprobar su comportamiento arrastrado por la deriva. Además de su interés por el material, Bollinger desarrolló una fascinación por fenómenos de corte cosmológico como la relación entre fuerzas horizontales y verticales, el modo en que conviven las líneas rectas y curvas o las geometrías básicas y su relación con el espacio. A la naturaleza prosaica del material enfrentó, además, una búsqueda de realidades de orden metafísico amparada en la implicación de elementos como el agua, el viento, las olas...



Este de la Fruitmarket Gallery y del Kunstmuseum Lichtenstein es un muy interesante ejercicio de recuperación historiográfica de un artista distinto, solitario y envuelto en cierto aura de malditismo, una figura indispensable e impar.