Warhol en el stand de L&M Arts (Los Ángeles)

La crisis no ha dejado huella en Art Basel Miami. Allí el color, el optimismo y el dinero han podido frente a los malos augurios. A costa, eso sí, del sacrificio de las ideas. Las galerías que todavía creen que el arte tiene que ver con el pensamiento, allí se han quedado vacías. En Miami las preocupaciones no existen, ni siquiera en el arte.

5° en el aeropuerto de París, 25° al aterrizar en el de Miami. Es la distancia real entre ambos lugares. Una distancia marcada por los abrigos grises en Europa y las sonrisas inmediatas que se desatan en los viajeros al librarse de ellos. La distancia entre Sarkozy y, no Obama, no América, sí Latinoamérica. O, una determinada Latinoamérica. Esa Latinoamérica marcada por el anticastrismo y las carteras llenas de dólares que encuentran en el clima caribeño y la sonrisa fija de Miami el paraíso anhelado. La simpatía es uno de los rasgos de carácter más valorados en EE.UU. Y Miami, la feria de Miami, desprende optimismo: el rosa de la tipografía en la marca Miami Art Basel, los colores pastel, las pieles bronceadas, la silicona y las sonrisas.



La simpatía, también, de un taxista de origen cubano: "el año pasado notamos la recesión, este año no". Obsérvese la expresión, se notó, no se sufrió ni se padeció. Los taxistas están contentos, hay visitantes, la ciudad se gastará 3.000 millones de dólares en un túnel bajo la bahía, mil para un casino... ¿Crisis? ¿Quién dijo, crisis? Aquí no está. Adiós Sarkozy. Bienvenidos a Miami.



Bienvenidos al optimismo, a los colores, al dinero y adiós a las preocupaciones. Las preocupaciones no son buenas, no generan ingresos, esto es Miami Art Basel. Pero ¿qué significa en la práctica (este es un país muy pragmático) para la feria el adiós a las preocupaciones? Que en este paraíso del color, las galerías que apuestan por el gris, el blanco y negro o el blanco a secas (como la sauna de Elmgreen & Dragset en Helga de Alvear), las que creían que esto del arte tenía que ver con las ideas, con cierta rebeldía o con pensar están vacías. Son la cuota de intelectualidad que Miami Art Basel debe soportar para no olvidar que es hija de la feria más antigua y que tiene un origen europeo... Y para que no se parezca a Casa Decor.



La galería madrileña Maisterbalbuena ha apostado por el blanco y negro. Con Karmelo Bermejo, Regina de Miguel y una sarcástica obra de María Loboda que describe en palabras la pieza de un coleccionista privado, tiene uno de los mejores stands. Medido y bien expuesto, pero esto no es un centro de arte es una feria en Miami. Cerca, la otra galería "joven" española, Nogueras Blanchard, también apuesta por la densidad conceptual: Fran Meana, Wilfredo Prieto y, ahí está el truco, Michael Lin con unos cuadros azules con flores. Ideas pero con trampa. Parecen cuadros bonitos como tantos otros que inundan la feria. El vídeo condenado al ostracismo en unos cubículos en los que se hace difícil seguir la programación (entre ellos Jordi Colomer o Cristina Lucas).



Pintura y de colores

Pintura, mucha pintura y con muchos colores, que parece arrinconar los cuadros de Neo Rauch, Armleder o Luc Tuymans, y grandes maestros del siglo XX. El dinero regresa a los valores seguros: Wilfredo Lam, Yves Klein y Miró en la galería Gmurzynska; Picasso, Dalí o Kandinsky en Landau; Giacometti en Richard Gray; algunas joyas como Albers en Adler & Conkright, un Opalka en la galería Berinson y una sobredosis de Warhol en L&M Arts de Los Ángeles. Entre los potentes focos con una luminosidad no vista en otras ferias que destacan los colores de los stands también se pueden rescatar propuestas más sofisticadas como unas fotografías de Schwarzkogler en la galería Krinzinguer, Marcel Dzama en Zwirner o la compleja instalación de dibujos que documentan una microhistoria de Jorge Satorre en Labor dentro de la sección Nova.



El dinero no deja espacio para la discusión, cuestionarse el sistema, preguntarse por la necesidad de la obra única o discutir sobre nuevas formas de distribución. Aquí estamos vendidos. Arte sin preocupaciones, optimista, para decorar palacios rosas en Miami. Un mundo muy pequeño pero poderoso, del que la reproducción del planeta tierra en una pequeña bola de plastilina de Mark Wallinger en la galería Gebauer y, más pequeña aún, en Krinzinguer, parece un comentario sarcástico.