A Life (Black & White), 1998-2012

SMAK. Vitadelparl. Gante (Bélgica). hasta el 3 de junio.

Solakov tiene el espíritu incisivo y punzante de quien ha vivido los años duros del comunismo, y ese otro perfil, ensimismado y taciturno, con el que extrae la poesía de las cosas pequeñas.

Nedko Solakov nació en la localidad búlgara de Cherven Bryag en 1957, y tras media vida agitada y nómada, hoy vive y trabaja en Sofía, convertido ya en una de las referencias no sólo de su país sino del arte realizado en Europa en las últimas tres décadas. Son precisamente estos treinta años de trabajo los que cuatro instituciones europeas de renombre -el SMAK de Gante, Ikon Gallery de Birmingham, la Fundación Serralves de Oporto y la Fondazione Gallerie Civica de Trento- se han propuesto desgranar exhaustivamente en otras tantas exposiciones que recorren año a año una trayectoria poliédrica y fértil. El trabajo de Nedko Solakov tiene el espíritu incisivo y punzante de quien ha vivido los años duros del comunismo. Y tiene ese otro perfil, ensimismado y taciturno, con el que extrae la poesía de las cosas pequeñas. Muchos reconocerán su trabajo por medio del texto caligrafiado, una de sus estrategias señeras, que escribe sobre cualquier superficie y soporte y que otorga al trabajo un profundo sentido narrativo. Y es que Solakov es, ante todo, un contador de historias, pero no hay que confiarse: también puede noquearnos de un solo golpe.



Estas leyendas, muchas veces minúsculas, pueden pasar desapercibidas y conectan, así, con ese recelo característico del búlgaro hacia la jerarquía de las obras de arte y hacia el concepto de "valor" que designan su formato, su precio, el hecho de haber sido o no vendidas, su pertenencia a un museo de renombre o a una colección poco conocida. Es un recelo que se extiende hacia muchas de las convenciones asociadas al arte y sus instituciones y que se traduce en comportamientos mordaces y críticos. Un ejemplo: en 2005 realizó en la Kunsthaus de Zurich, uno de los grandes museos europeos, una exposición supuestamente retrospectiva formada por obras de todas las etapas de su carrera que nunca habían sido vendidas, esto es, que no gozaban de la legitimación que, se supone, concede el mercado.



En este sentido, la gran coproducción entre estas cuatro instituciones europeas no privilegia lectura alguna. Cada una de ellas ha seleccionado una obra de cada año. Serán, por tanto, cuatro individuales distintas, pues el artista ha dado libertad a los respectivos comisarios para elegir la obra que deseen. Esto no quiere decir que esta primera parada en Gante tenga un perfil cronológico, pues ofrece un recorrido serpenteante con constantes saltos temporales. Tiene sentido: el trabajo de Solakov es variado e imprevisible y toca todos los palos, desde el texto a la fotografía y desde la pintura a la instalación. Un recorrido cronológico y lineal sería un modo demasiado convencional de presentar el conjunto de su obra.



Tras unos primeros cuadros de primera época que delatan su formación pictórica y el ambiente de la Sofía de 1980, el visitante entra en una de las piezas más célebres del artista, A Life (Black & White), de 1998, una instalación-performance en la que dos pintoras de brocha gorda pintan un gran espacio de blanco y de negro durante el tiempo que dura la exposición. Alojada, aparentemente, en el ámbito de la crítica institucional, la obra se sustenta en una dicotomía (blanco-negro) que quiere esquivar toda noción absolutista y excluyente (que el artista vincula subrepticiamente con el comunismo y con la última fase de la modernidad) para subrayar un relativismo que considera indispensable en la vida y en el arte. A Life (Black & White) alude al mismo tiempo a un absurdo que es otra de las señas de identidad de su trabajo. Es un esfuerzo improductivo y decididamente fútil que no lleva a ninguna parte. Sólo a la sublimación de un arte que huya siempre de la solemnidad y de la pompa.



La importancia que se otorga a asuntos cotidianos insignificantes se manifiesta en una extraordinaria serie de trabajos titulada Fear. Solakov tiene miedo a volar, y ese miedo toma la forma de pequeñas estructuras de barro que son el resultado de la tensión con que sus manos aprietan pequeñas bolas de arcilla durante el vuelo y que revelan la "nerviosa convulsión de sus manos aterrorizadas". Algunas de las pequeñas piezas de arcilla están intactas. Otras se dañaron en el proceso de cocción. Así, a la idea de miedo se une la del error y el fracaso, y, juntas, se presentan, enaltecidas, en una gran vitrina.



En una de las salas grandes del S.M.A.K. se revela el perfil más político de Solakov con trabajos como The Collector of Art (1992-2012), en el que alude a los desmanes coloniales europeos, o Discussion (2007), en el que da cuenta del enfrentamiento entre rusos y búlgaros sobre la autoría (y el rédito económico que de ella se derivaría) del rifle Kalashnikov. Pero es un arte político tamizado siempre por el carácter abierto de los trabajos, que permiten el deslizamiento de matices de toda índole que amplían el espectro de posibles interpretaciones. Cerca se encuentra Top Secret, unos de sus clásicos, realizado entre 1989 y 1990. Se trata de un fichero con tarjetas que reúnen información recabada por Solakov durante el tiempo en que trabajó para los servicios de inteligencia búlgaros, vinculación que él mismo cesó en 1983. Presentada en 1990, en los días de mayor intensidad política durante la caída del comunismo, junto a un vídeo en el que lee y revela secretos nunca antes aireados, Top Secret no sólo alude a las complejas relaciones entre el arte y la política. Es también una afrenta indirecta al hermetismo del Minimal, un movimiento y toda una estética que el artista un día se propuso vilipendiar sistemáticamente. En su medida composición de biografía, política e irónica subversión, Top Secret es una de las piezas más logradas de un artista singular y necesario.