Pierre Huyghe: L´expédition Scintillante, Act 2 (Light Show), 2002

Es una de las mejores exposiciones que pueden verse ahora mismo en Londres. Organizada por el Raven Row y concebida por el comisario Lars Bang Larsen, Reflections from Damaged Life explora lo que ocurre cuando arte y psicodelia cruzan sus señas de identidad.

Reflections from Damaged Life. An exhibition on Psychedelia es una exposición colectiva concebida por Lars Bang Larsen, comisario e historiador que lleva años explorando la relación entre el arte y la psicodelia desde las perspectivas académica y curatorial. Organizada por Raven Row, un espacio sin fines lucrativos situado en el este de Londres, cuenta con trabajos de dieciocho artistas y colectivos, y es una de esas exposiciones cuidadosamente perfiladas, con una nítida y bien proporcionada sincronía entre discurso y forma. El proyecto ya estaba en marcha durante la feria Frieze, con medio mundo del arte caminando en procesión entre la Tate Modern y Whitechapel, y la escala en Raven Row fue recibida de forma unánime como un regalo para todos los que llegábamos agotados de tanto blockbuster.



Es necesario subrayar, de inicio, que esta no es una muestra de arte psicodélico. Como tal, viene a decir Larsen, éste se daba en caravanas pintarrajeadas, en pósters de bandas de rock, en estrafalarios espectáculos lumínicos y en macroeventos al servicio de la comunidad hippie, pero nunca en las salas de arte, o al menos no en las de arte normativo. Es más preciso decir que es una exposición que explora lo que ocurre cuando el arte se cruza con la psicodelia, con sus cualidades y sus señas de identidad. Así, pone el acento en las circunstancias sociales y políticas sobre las que se asentó la contracultura, que creció en el páramo calcinado que dejaron tras de sí el horror nazi y el delirio nuclear, y cuyas brasas fueron pronto avivadas por la guerra de Vietnam. Este es el escenario en el que surgen las primeras exploraciones en el espacio y la llegada a la luna; es la piedra de toque para el fulgor tecnológico que poblará el planeta de doppelgangers robóticos y el momento en que se cierne inapelablemente el espectáculo sobre las sociedades occidentales, ese episodio de trascendencia de lo cotidiano que lo convierte todo en efecto, en imagen.



La psicodelia se aloja en un lugar equidistante de estos fenómenos y muy cerca de esa idea de trascendencia, de espectáculo. Cultiva las transformaciones de la subjetividad a través de diversos medios como, entre otros, la experimentación con ácidos que, con tanta naturalidad, alcanzó la categoría de mito. Muchos de los trabajos de la exposición aluden a esta experimentación, pero el proyecto no tendría el interés que tiene si sólo ilustrara estos procesos. Muy al contrario, se justifica en el rigor y en la precisión con los que el comisario contextualiza las circunstancias bajo los que se gestaron.





Öyvind Fahlstrüm: The little general (Pinball Machine), 1667-68



Nos enfrentamos a los diferentes trabajos preguntándonos cómo se habrá tejido esta relación. The Little General (Pinball Machine), 1967-1968, de Öyvind Fahlström es, tal vez, el más emblemático de sus trabajos realizados con mesas de agua que evocan piscinas. Imágenes fragmentarias pintadas al óleo, ilustraciones y fotografías flotan unas junto a otras. Ahí conviven retratos de líderes políticos como De Gaulle o Lyndon Johnson, imágenes pornográficas, otras procedentes de la cultura popular... Es un universo inabarcable, dinámico y voluble, en el que toda lectura unitaria, homogénea, aparece hecha añicos. Fahlström defendió la idoneidad de salirse de uno mismo y de mirar más allá de la consciencia a través de sustancias alucinógenas, y este trabajo evoca esa tangencialidad, ese abstraerse de las narrativas convencionales. También evoca el juego del pinball, en el que las bolas impulsadas por el jugador golpean aleatoria e impredeciblemente diferentes figuras, un juego que produce sonidos y luces efectistas que azuzan el espectáculo, pues es ahí adonde se dirige, ya en las estribaciones del posmodernismo.



Lars Bang Larsen cuenta que la obra del francés Pierre Huyghe en la que un juego de luces y humo emana de una caja blanca al ritmo de la Gymnopédies de Satie (L'Expédition Scintillante, 2003), surgió a partir de un sueño vinculado a una experiencia de juventud, un concierto de Pink Floyd al que asistió Huyghe en los 70. La obra produce una vibración de carácter efectista que sublima la experiencia. Y es fascinante, indudablemente, pero no sé si en el contexto que plantea el comisario la pieza pierde algo de fuerza y flirtea un poco con la ligereza en la que no quiere caer la exposición.



Más incisiva es la estupenda propuesta de The Otolith Group que, en su vídeo Anathema, explora la deriva de la imagen psicodélica en el marco de la era capitalista. La imagen palpitante y magnética y la impecable pantalla LCD que la emite aluden a la mentira en la que nos envuelven las grandes corporaciones en su promesa de un mundo plácido y amable, aquél que tocamos con la yema de los dedos pero que nunca se nos permite alcanzar plenamente. Marta Minujín y Willoughby Sharp realizaron acciones bajo el efecto del LSD. Son significativas las vídeo-performance de Sharp, que el público veía sólo a través de monitores en habitaciones adyacentes. Así, el artista se encontraba fuera de sí y desgajado también del grupo, de la comunidad. Es un ejercicio de liberación del 'yo' que es visible en muchos trabajos de la exposición y en buena parte de su material gráfico.



Reflections from Damaged Life explora las ramificaciones estéticas de un momento crítico en la sociedad de posguerra. En algún otro lugar, Larsen ha citado a J.G. Ballard, que situaba el movimiento contracultural varado entre dos monstruos, el del horror en el que quedó sumido el mundo tras la Segunda Guerra Mundial y el de la presión neoliberal que nunca logró contener. Las citadas piezas de Öyvind Fahlström y de The Otolith Group ayudan a comprender el empuje inicial de la contracultura y la frustrante realidad en que quedó sumida.