Una de las instalaciones de Brey expuestas en el M HKA de Amberes

A la espera de su participación en la próxima Bienal de Venecia, Ricardo Brey, una de las figuras incuestionables del arte cubano de las últimas décadas, es objeto de una retrospectiva en el M HKA de Amberes. Aunque la exposición se expande mucho más allá del museo. Búsquenlo también en la iglesia de Saint-Paulus y el Ateneo de la ciudad.

Cuando Ricardo Brey terminó sus estudios en la Escuela Nacional de Arte de La Habana corría el año 1978. Entonces predominaba la pintura, pero faltaba el material, y una corriente conceptualista amenazaba con abrirse paso en la isla, un síntoma que tenía mucho menos que ver con la fascinación por las áridas propuestas del arte de Kosuth y compañía que con el simple hecho de que empezaban ya a faltar hasta las sábanas que los artistas sisaban en sus casas para pintar sobre ellas. Eran años de plomo, pero fueron también los años dorados del arte en Cuba, con la mejor generación que ha dado la isla, la de los Brey, José Bedia o Juan Francisco Elso.



Del conceptual tomó Brey sólo lo justo. Al principio le movía la escritura, tanto en su vertiente física, la del contacto con el papel, como en su anhelo de narrar. Como quien pretende fingirse por un momento extranjero en su ciudad para poder mirar lo propio con otros ojos, se vistió de colono para comprenderse desde dentro y desde fuera. Leyó los escritos de Humboldt, que llegó a Cuba en 1800, y, sin caer en simplificaciones sectarias, lamentó que la historia la hubiesen escrito otros. Así, buena parte de su obra de los ochenta implica una restitución histórica. Papeles de Verrazano es un buen ejemplo de esta práctica inicial, una construcción de manuscritos que sigue los códigos estéticos del trabajo del explorador alemán. Son cuartillas que evocan motivos relacionados con el campo de la historia natural.



El titulo alude al pirata italiano que enredó en los mares caribeños a finales del siglo XV, quien a su vez dio nombre a uno de los puentes de Nueva York, ciudad a la que viajó Brey en 1985 y desde la que pudo ver por vez primera el perfil íntegro de la isla.



Algunas de las vitrinas que componen la instalación Universe, de 2002-06

La escritura pronto daría paso a lo tangible. La dimensión objetual de esta exposición de Amberes es innegociable, pues toda su obra ha estado profundamente ligada al material, con el que ha trenzado una relación orgánica, viva. Brey aplica a los diferentes elementos que extrae del acervo cotidiano capas de significado deudoras de culturas diversas. Si a Cuba se acerca con ojos de colono, a Europa lo hace con alma de afroamericano. La tensión iconográfica es manifiesta en un buen conjunto de obras que el artista denomina "cajas" y en las que se vierten, con precisión alquimista, elementos e ideas que tanto tienen que ver con la filosofía sufí como con las tradiciones santeras, con la vetusta historia europea o con su propia experiencia biográfica en Cuba. Brey no esquiva un componente mágico en la liturgia performativa bajo la que se exhiben estas cajas, que se abren alumbrando poco a poco el enigma.



Esta exposición llega tras años de discreto trabajo en Europa. Brey dejó Cuba a principios de los 90 a petición de Jan Hoet, que le incluiría en su Documenta IX (1992). Desde entonces, ha vivido siempre en Gante. Saluda al visitante a su llegada la pieza con que participó en Kassel, Untitled, un trabajo en el que se impone el enorme calado metafórico del material. Se ha asociado a Brey repetidamente con el arte povera por cuanto recurrió desde muy pronto a lo precario. Pero lo precario no era un capricho. Se instauró en su obra en sus años cubanos por necesidad verdadera, no como los artistas italianos de los 60 y 70, que, como sabemos, tenían bien poco de pobre. En el centro de Untitled hay un ventilador. Yacen esparcidas almohadas y sábanas, roídas y sucias. Como ejerciendo un raro contrapunto, planchas de cristal rectangulares descansan aquí y allá junto a cortinas venecianas. Los muros están manchados con una mezcla de bebida de cola y de barro. Se enzarzan el aire y la materia, lo orgánico y lo fabricado, las verdades y los mitos. Se respira el caos (y debió hacerlo aún más en Kassel) como si las viejas ideas eurocéntricas hubiesen sido azotadas por quién sabe qué fenómeno inclemente.



Varios de Los papeles de Verrazzano

La exposición no se reduce a los blancos espacios del M HKA. También acogen la eclética obra de Brey la iglesia de Saint-Paulus y el Ateneo de la ciudad. En la primera, que muestra una de las colecciones de pintura barroca más importantes de Bélgica, la instalación Every Life is a Fire se extiende bajo el altar mayor. Se trata de una suerte de constelación, un sistema de relaciones abierto, borgiano, formado por esferas de materiales heterogéneos que guardan íntima relación con las "cajas".



En el Ateneo se despliega su obra Universe, deudora de aquellos tempranos Papeles de Verrazano antes citados. Universe es un bestiario inaudito, forjado silenciosamente durante años a un ritmo distinto, como al margen de cualquier otra actividad. Se abrazan aquí de nuevo el interés por el archivo y por la restitución ficticia del documento con su inextinguible fascinación por las imágenes científicas.