Wishes versus Wonders, 2015
Experimentado estratega militar y cultivado hombre de las artes, el príncipe Eugenio de Saboya fue una de las figuras más relevantes e influyentes en la Europa de finales del siglo XVII y el primer tercio del XVIII, en plena efervescencia barroca. Mandó construir magníficas arquitecturas, como el Palacio de Invierno en el que residió, un imponente edificio que albergó su célebre biblioteca, y levantó también los dos belvederes adyacentes además de castillos en distintos lugares de la geografía austrohúngara. Algunos de ellos incorporaron jardines botánicos, pues su interés por la naturaleza, y por la naturaleza en relación con las artes, fue profundo y decidido, y en torno a su corte se reunió un gran elenco de intelectuales de todas las áreas, desde la filosofía, con Leibniz a la cabeza, hasta la botánica o la geología. Este círculo no sólo se concentró alrededor de la corte vienesa sino que se amplió a otros territorios que configuraron una tupida red de conexiones con el Príncipe, principalmente desde la vecina Italia.Fue Eugenio de Saboya un coleccionista febril. A su biblioteca se sumaron sus colecciones de plantas y de piedras preciosas, que contribuyeron a la posterior creación del extraordinario Museo de Historia Natural de la ciudad de Viena. Su corte no fue ajena al interés que por los animales exóticos mostraron muchas cortes europeas, y también él fue precursor de los primeros zoológicos. Acumuló objetos e instrumentos de lo más diverso, desde candelabros e imaginería china hasta material técnico para la observar los cielos, pues la astronomía fue otra de sus pasiones. Su gabinete de curiosidades y el espectro de sus intereses fue, en suma, extenso e insólito en su variedad, aunque parte de lo que logró reunir se haya perdido hoy.
Vista del vestíbulo del Palacio de Invierno, con la obra Die organische und kristalline Beschreibung, 1996
A la colección TBA21 se ha unido la colección bonaerense de Juan & Patricia Vergez, que desde hace años coleccionan la obra de Eliasson. Desde los años ochenta, los argentinos han formado una colección que constata un interés por el arte local y el realizado en el escenario global. En 2006 inauguraron Tacuari, un edificio de cuatro plantas en el centro de Buenos Aires en el que muestran su colección en montajes que varían cada cierto tiempo.
Dos de las piezas más emblemáticas de cada colección, Die organische und kristalline Beschreibung (TBA21) y Yellow Corridor (J&P Vergez) son dos de las primeras piezas en las que ha de sumergirse literalmente el visitante. La primera es una proyección de luz en el vestíbulo de entrada que atraviesa un filtro que produce un efecto ondulante y una refracción de tonos amarillos y azules. La luz tropieza además con un espejo convexo que la expande a la totalidad del espacio. Eliasson, que ya montó esta pieza en un espacio parecido, el Palais Herberstein que hoy es el Landesmuseum Joanneum de la vecina Graz, habla aquí de la luz como elemento descriptivo, y propone en el vestíbulo del Palacio de Invierno una descripción afectada e irracional cuando no onírica, en la que la arquitectura danza en torno a uno alterando y fundiendo los elementos que la constituyen. Si la exposición se llama Baroque Baroque como aludiendo a una intervención de carácter barroco sobre un contexto ya barroco, esta es probablemente la pieza que mejor encarna esta idea. Al artista danés le interesa la naturalidad con la que la realidad y los diferentes modelos de construir la realidad convivieron en la época Barroca, como atestigua con vehemencia este espacio vienés. Su puntual aportación a este espacio, a través del juego entre luces y sombras, reflejos y proyecciones, quiere enfatizar esa idea tan central en el Barroco y, al mismo tiempo, subrayar que, en la percepción contemporánea, lo real y su construcción son difícilmente discernibles.
Yellow Corridor, 1997
Al contrario que Die organische und kristalline Beschreibung, en la pieza Yellow Corridor la luz es racional y estática. Inunda y satura la gran escalera barroca y produce un extraño efecto al abandonarla, algo que el artista justifica afirmando que ver solo un color sugiere que no existe ningún color, que no tiene sentido hablar del color amarillo si no hay otros colores con los que compararlo. "El color depende de la presencia de otros colores para poder ser entendido", nos dice.Ya en el piso de arriba se suceden deslumbrantes estancias en las que el artista ha introducido diferentes trabajos de muy diverso formato. Hay espejos en casi todas las salas, como si la constatación de nuestra situación y la duplicación del espacio constituyeran elementos vehiculares de la experiencia. La célebre Horizon Series, un políptico de fotografías del horizonte que se ha podido ver repetidamente en España, cuelga en una sala de frescos extraordinarios. Se crea en la sala un interesante contraste entre la sugerencia del trampantojo típicamente barroco que desprende la arquitectura y el nítido punto de fuga de las gélidas imágenes realizadas en la Islandia natal del artista. Montadas en un impecable políptico reticular, la serie produce un choque perceptivo notable.
En la última sala, la pieza Double light ventilator mobile, de 2003, encarna con precisión la voluntad del artista de sumarse a la naturaleza barroca del contexto. Se trata de una estructura móvil que pende del techo formada por dos focos de luz y un ventilador que rotan describiendo y subrayando los ritmos dinámicos de la arquitectura.
@Javier_Hontoria