They are Lucky to be Bourgeois Hens, 2009
La obra de Petrit Halilaj tiene un fuerte componente escultórico que se engarza en discursos en torno al desplazamiento y la historia, el desarraigo y la memoria. Aunque había mostrado su obra en 2008 en una edición de Artissima, el artista kosovar llamó por vez primera la atención de crítica y público internacionales en la Bienal de Berlín que firmó Kathrin Rohmberg en 2010. Tenía entonces tan sólo 24 años, pero se le dieron los galones para realizar una instalación de una escala clamorosa en la planta baja de Kunst Werke que representaba la casa en Pristina a la que se había mudado junto a su familia. En Hangar Bicocca se ha reconstruido esta obra por vez primera desde entonces. Es el eje de un proyecto titulado Space Shuttle in the Garden que reúne un puñado de trabajos con el que se da forma a esta suerte de survey show de un artista que aún no tiene 30 años.La apuesta de Rohmberg se ha visto refrendada por diferentes instituciones de enorme relevancia en el concierto internacional, y esta exposición milanesa es muy consciente de todas ellas, pues de todas ellas bebe. Destacan aquí trabajos procedentes de la citada Bienal de Berlín en 2010, del pabellón de Kosovo en la Bienal de Venecia de 2013 o de la fabulosa individual en WIELS, comisariada por la entonces conservadora jefa de la institución de Bruselas, Elena Filipovic, en 2014. Esta última pasa por ser una de las presentaciones individuales más sobresalientes realizadas en los últimos años en nuestro continente.
De una forma u otra, Halilaj se acerca, a través de ellas, a la historia reciente de su país, castigado por una guerra corta y terrible que estalló cuando él tenía 12 años y que se cerró con la independencia de Kosovo de Serbia. Petrit fue el único miembro de su familia que salió del nuevo país, y marchó a Italia, primero a Mantua y luego a Milán, donde después estudiaría arte. El contundente cuerpo de trabajo que ha realizado otorga forma a esa distancia, que se tensa y se destensa con reiterados regresos a su país en busca de razones para entender su pasado, el de su gente y el de su país. Poco después de mostrar su casa en Berlín mostró en los Statements de Art Basel una pieza titulada Kostërrc, el nombre del pueblo en el que nació. Se trataba de un gran bloque de tierra que había sido excavado en la parcela de su casa y trasladado a la ciudad suiza. El positivo de Basel dejaba un negativo en Kostërrc, y ambos espacios, y con ellos los dos lugares, quedaban ligados. El desplazamiento trae consigo la ausencia. La rotundidad formal que produce aquél no mitiga la profunda densidad que desprende ésta, y el vacío y la materia, con sus correspondientes componentes narrativos, mantienen una tensión explícita.
Vista de la exposición Space Shuttle in the Garden
Sobrecogen las estructuras de madera de la casa de Pristina sobre nuestras cabezas mientras nos acercamos a un magnético vídeo de 2012 en el que observamos imágenes de naturalezas. El ritmo es tenue, melódico. Es el lugar en el que un día vivieron los Halilaj, pero poco queda de cualquier urbanismo, rendido ante el empuje de lo natural. Aparecen un Halilaj niño y otro algo mayor. Se nos hace partícipe del momento histórico a través de metraje de la CNN, pero se impone, como lo natural sobre lo urbano, una cierta sensación de inocencia y de pureza infantil sobre el drama y la experiencia de la guerra. Hay algo edénico, una voluptuosidad primigenia y libre en esta representación de lo natural, un asunto que es recurrente en la obra de Petrit.
También lo es su trabajo en torno al Museo de Historia Natural de Kosovo, que desapareció, o más bien se depauperó, con la guerra. Realizados para su exposición en WIELS, estas toscas esculturas de tierra y barro que evocan los animales que un día poblaron estos museos y que desaparecieron paulatinamente para dar paso a museografías y displays de carácter nacionalista, politizados y ya sectarios, alejados del límpido recuerdo de su infancia en las salas y pasillos de la institución.
The places I'm looking for, my dear, are utopian places, they are boring and I don't know how to make them real, 2009
Objetos gigantes, magnificados, yacen en el suelo. Son reproducciones de las joyas de su madre ampliadas cien veces. Dos pendientes y dos pulseras producen una extraña impresión en el visitante. El ornamento ostentoso que se esperaría de estas joyas ha sido sustituido por polvo y tierra perteneciente a la casa de Kosovo, que, ya ven, parece una fuente iconográfica de primer orden en todo el trabajo de Halilaj.Uno no puede evitar sobresaltarse ante el correr de las gallinas aquí y allá. También recurrentes en todo su trabajo, las gallinas aparecieron en aquella Bienal de Berlín asociadas a They are Lucky to be Bourgeois Hens, una caseta de madera con forma de cohete. En Berlín y aquí, el cohete aparece en el exterior del edificio, rodeado por una verja, predominantes serrín y barro en un ambiente algo sórdido. Las gallinas contienen un alto calado metafórico. Hay en su movimiento, tan errático, algo inherente a la condición de quien todavía no se encuentra arraigado o integrado en el contexto al que acaba de llegar. Fue la gallina el animal más cercano a Halilaj en su infancia, y su presencia en las diferentes exposiciones subraya esa relación entre el entonces y el ahora que vertebra toda su obra.
@Javier_Hontoria