El Museo de Arte Contemporáneo de Turín, Castello di Rivoli, dedica estos días una gran exposición a Giovanni Anselmo, uno de los nombres del Arte Povera, que ha hecho de lo tangible un medio para alcanzar la energía cósmica del universo
Bloques de granito, hojas de lechuga, una esponja, papeles de gran formato, espejos, planchas de metacrilato, arenas, cuerdas, superficies pintadas de azul ultramar, troncos de madera, cables de hierro, una palabra proyectada sobre el cuerpo de alguien... Todos son elementos reconocibles en la obra de Giovanni Anselmo, nacido cerca de Turín en 1934, otro de esos grandes artistas europeos cuya carrera, una vez superadas las cinco décadas, retiene una inalterada vigencia. Como se sabe, Anselmo fue punta de lanza de las nuevas evoluciones que surgieron en torno a la escultura mediados los años 60. Tendemos a llamar Arte Povera a la vertiente italiana de esta efervescencia, un término que remite a la singularidad material hacia la que esta generación de artistas orientó su práctica, basada en el desdén hacia la tecnología y la ideología del progreso tan arraigados en el libreto moderno y hacia el carácter presuntamente perecedero de sus resoluciones formales. No seré yo quien desligue a Anselmo de este grupo, pero en su obra lo que de verdad da sentido a ese largo inventario de lo tangible es todo aquello que no vemos, un reverso inmaterial de naturaleza cósmica, la tensión entre la experiencia del momento y del lugar y la consciencia inexplicable del infinito, del que estas formas -algo precarias, sí- son reflejo. Hace poco hablábamos en estas páginas de Giorgio Griffa, de su simpatía por lo desconocido y de su interés por carácter intuitivo y autónomo de la materia. Citaba con reiteración a Merz y a sus Fibonacci, y también a Anselmo, de quien admiraba ese hacer dejar a los diferentes elementos, que se disponían en el espacio guiados por una aguja imantada, como resignadamente conscientes de las fuerzas magnéticas que gobiernan el planeta. Hablamos de la serie Direzioni, una de las más relevantes del artista, y uno de cuyos más nítidos ejemplos, (Mentre la terra si orienta, 1977) puede verse en esta exposición. Carolyn Christov-Bakargiev es la nueva directora del Castello di Rivoli y también de la Galería de Arte Moderna de Turín. Este es su primer proyecto en la institución, y la comisaria parecería resuelta a poner freno a un asunto delicado, el silencio expositivo de Giovanni Anselmo en Turín, su ciudad, en más de 30 años. No lo ha hecho, sin embargo, a través del tópico de la exposición retrospectiva sino desde el formato del proyecto específico. Algunos esperarían más, pero este es un Anselmo muy bien contado, aún con poco. La comisaria quiere enfatizar la vigencia de su obra en un mundo en el que lo virtual tensa invariablemente nuestra negociación de lo real.
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- A la intemperie, por J. J. Armas Marcelo
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- iQué raro es todo!, por Álvaro Guibert
- Otras pantallas, por Carlos Reviriego
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