Juego visual en una sala del Kunstmuseum Winthertur

Es un buen momento expositivo para Matt Mullican, con proyectos en toda Europa. Estos días puede verse su obra en el Kunstmuseum de Winterthur, Suiza, una buena oportunidad para conocer el trabajo de uno de esos artistas insólitos. Su máxima: "No es el mundo que tú ves, es el mundo que yo veo representando el mundo que tú ves".

Una primera apreciación, apenas perfilada, del trabajo del artista californiano Matt Mullican (Santa Mónica, 1951) pondría de relieve su interés, singular y excéntrico, por hacer visible el modo de construir sus impresiones de lo real. Visto así, se dirá, nada le diferenciaría del resto de los artistas, pero hay algo que conviene tener claro desde el inicio. Mullican y nosotros vivimos en el mismo mundo, sí, pero el suyo y el nuestro se encuentran en esferas distintas, regidas por códigos de percepción impares. Buena parte de su obra especula sobre nociones alteradas de conciencia, que constituyen la atalaya desde la que proyecta su mirada holística del universo.



Desde mediados de los 70, cuando empieza a utilizar fragmentos de cómic y a realizar dibujos para pulsar cuánto de real y cuánto de ficción hay en lo que nos rodea, Mullican ha confiado no tanto en las propiedades visibles de lo circundante como en las experiencias subjetivas que dimanan de su particular tránsito por este, su mundo. Su ambición como artista es hacer visibles estas experiencias, trasladarlas de dentro a afuera.



La obra de Mullican trae consigo un comentario sobre las convenciones en torno a nuestras formas de ser, estar y percibir

El Kunstmuseum de la pequeña ciudad suiza de Winterthur dedica estos días una muestra individual del trabajo de Mullican en el que se aprecian con nitidez todos los rasgos estéticos del artista, una exposición que viajará más adelante a Alemania. A finales de mes, el Camden Arts Center de Londres presentará otro proyecto que recalará después en Suecia. La de Winterthur se ha realizado para contextualizar un poderoso conjunto de obra recientemente adquirido por la institución, que además ha publicado un extenso catálogo que reúne todos los trabajos realizados con la técnica del frottage desde 1984 hasta hoy. Llama la atención el título del proyecto: Nothing Should Exist. ¿Por qué nada debería existir? Tal vez por un clamoroso escepticismo hacia las verdades objetivas, para él inexistentes si no se manifiestan desde una pulsión interior.



Y es que todo es construcción. Construcción como antídoto de la convención. Toda la obra de Mullican trae consigo un comentario sobre las convenciones en torno a nuestras formas de ser, estar y percibir. Son normas en su mayoría heredadas e inexorablemente instauradas que aplanan matices y socavan la singularidad. Mullican plantea una alternativa a esta anodina normativización, y aboga por la proyección como instrumento esencial. Uno de los dibujos más relevadores en la primera sala de la exposición -extraordinariamente instalada- muestra a uno de sus conocidos monigotes que levanta un muro en su estudio y nos sugiere que imaginemos lo que se halla detrás.



Juego visual en una sala del Kunstmuseum Winthertur

Esta primera sala presenta trabajos de primera época en los que observamos las energías iniciales de Mullican, fascinantes especulaciones en torno a lo real y su reverso ficticio, entre lo real y lo que se proyecta detrás de sí. Los fragmentos de cómic, que se reúnen bajo el título Details from an Imaginary Universe, descontextualizan una imagen del resto de la historia como asumiendo la necesidad de una narrativa alternativa. Funcionan en este mismo registro sus conocidos pictogramas, ya presentes en tan temprana etapa y recurrentes en toda su carrera, un modo de comunicar sin lenguaje, o, para ser más precisos, de hacerlo de un modo pre-lingüístico. Se asocian estos signos a los procesos de aprendizaje en la infancia, al momento liminar en el que empezamos a tomar conciencia del lugar que ocupamos en el mundo.



El comisario y director del museo, Dieter Schwarz, introduce desde el inicio una cuestión central en el trabajo de Mullican: el arraigo a los sistemas, la convicción de que el único sentido de las cosas es bajo un principio de pertenencia. Hay una pretensión inapelable de estructurar una visión del mundo, una particular afán racionalizador, una cosmología que hace guiños a Warburg y que produce una enorme fascinación cuando recordamos que el mundo que proyecta es percibido desde una conciencia alterada y decididamente otra, de la que es dueña esa persona ("that person").



En salas sucesivas se consolida el interés de Mullican por la luz y el color, organizados en torno a precisos esquemas simbólicos, que alcanzan una vigorosa intensidad en los frottages, especialmente en uno espléndido de generoso formato e ilustrador título Untitled (Models and Charts), de 2016. En él convergen el rojo, que alude a las ideas y el espíritu; el amarillo, que se refiere a lo que el artista denomina "mundo enmarcado" o aquel que ya está configurado a partir de patrones establecidos, y finalmente el negro, que simboliza el lenguaje. Resulta particularmente interesante en la obra de Mullican las sucesivas tensiones entre azules y amarillos, esto es, entre un mundo aún por organizar, virgen de convenciones, y ese otro ya contaminado por patrones culturales que parecen producidos en serie.



@Javier_Hontoria