Instalación de Philippe Parreno en Hangar Bicocca de Milán
A la espera de la frenética actividad a la que se aupará el año que viene toda la comitiva del arte, el año 2016 en las instituciones europeas se ha caracterizado, como viene siendo la tónica en los últimos tiempos, por el predominio de las grandes superproducciones internacionales de carácter antológico dirigidas a públicos masivos y la depreciación de proyectos de tesis orientados a intentar comprender la complejidad de nuestro tiempo.Una de las retrospectivas que sí ha logrado trascender los tópicos es la de Július Koller en MUMOK de Viena. Koller, que murió en 2007 en su Eslovaquia natal a los sesenta y ocho años, cuestionó y trabó la institucionalización de las prácticas artísticas por parte de las estructuras de poder, pendientes siempre de mitigar el potencial crítico en las sociedades del Este de Europa. No es fácil enseñar a Koller y ser plenamente fiel a su personalidad, y esta muestra vienesa constituye un verdadero ejemplo curatorial.
En el Museum Tinguely de Basilea tuvo lugar una exposición extraordinaria sobre el británico Michael Landy, un artista que tuvo mucha voz en los años noventa pero cuya carrera había perdido visibilidad en fechas más recientes. También cáustico en su interpretación del escenario económico y social del momento, el trabajo de Landy fue presentado en un espacio abierto y caótico que, sin embargo, representaba con insólita precisión el singular quehacer del autor de Market, una de las piezas importantes de los últimos años del siglo pasado.
Dos mujeres de diferentes generaciones han tenido un año brillante con importantes exposiciones y reconocimientos. Helen Marten ha recibido el Turner Prize y el Hepworth Prize, dos importantes galardones del Reino Unido. Su carrera parece imparable, y en su personal análisis de la temperatura del material, Marten sigue una estela parecida a la de Nairy Baghramian, la artista iraní afincada en Berlín, cuyas exposiciones en el SMAK de Gante y en Haus Konstruktiv de Zúrich han recibido un aplauso unánime.
En el campo de las intervenciones específicas, el gran proyecto del año ha sido el de Philippe Parreno en el espacio de Hangar Bicocca de Milán. El francés desplegó un dispositivo apabullante de imágenes y sonidos y un extraordinario manejo del tiempo y el lugar. El sencillo gesto de desplazar un gran foco a lo largo del espacio, provocó un deslumbrante e hipnótico juego de luces y sombras.
Las dos bienales europeas más importantes de este año han sido la de Berlín y la de Liverpool. La primera dejó a pocos indiferente con un discurso sobre la incidencia de la voracidad neoliberal y de la tecnología en la esfera cotidiana y en la deriva geopolítica de las sociedades contemporáneas. Por su parte, la de Liverpool exploraba la versatilidad narrativa de las formas artísticas en un estupendo equilibrio de espacios públicos e institucionales. Si Berlín ofrecía una visión algo oscura y descorazonadora un presente amordazado por el poder económico, la de Liverpool ofrecía una visión luminosa del potencial de la creación.
No podría dejar de mencionar una de las mejores exposiciones colectivas del año, L'Inarchiviabile, una rotunda presentación del arte italiano de los años setenta en FM Centro per il Art Contemporánea. Comisariada por Marco Scotini, la muestra, de gran escala con sesenta artistas, recorría un amplio espectro de producciones artísticas asociadas a uno de los momentos más interesantes e inquietantes de la historia reciente europea.
@Javier_Hontoria