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Image: De Stijl, una historia a todo color
De Stijl, una historia a todo color
Vista de sala con modelos de aviones de Gerrit Rietveld (c. 1957). Fotografía: Mike Bink
Estamos tan acostumbrados a los colores primarios: amarillo, rojo, azul, netos y brillantes en nuestra vida cotidiana, que apenas nos damos cuenta de hasta qué punto su presencia define la ruptura definitiva con el Antiguo Régimen y expresa la contemporaneidad. Antes, la vida y su representación pictórica estaba teñida de una amalgama de cadmio y veladuras. La luz eléctrica y las nuevas teorías de la visión aclararon la representación pictórica en el impresionismo, y con el puntillismo las notas de color comenzaron a independizarse. Pero ni siquiera los fauves ni los dictados de La espiritualidad en el arte de Kandinsky llegaron a la radicalidad exultante del grupo De Stijl, cuyas polémicas sobre las teorías del color en la pintura, y su eventual aplicación a la vida cotidiana para alcanzar una utopía de equilibrio y armonía social, comenzaron a publicarse en la revista homónima hace cien años. Lo demuestra la retrospectiva The Colours of De Stijl en la Kunsthal KAdE de Amersfoort, que analiza el movimiento y su influencia en el arte hasta nuestros días. Sin duda, su aportación es un eslabón imprescindible y, de hecho, esta imponente exposición, abierta hasta el 3 de septiembre, podría haberse extendido en múltiples ramificaciones. Ahora bien, en la pieza incluida en esta muestra del holandés Roy Villevoye, que a principios de los noventa introdujo los colores primarios entre la tribu Asmat en la jungla de Papúa Nueva Guinea, también se constata la artificialidad de su traslación al cian, magenta y amarillo utilizados en la reproducción gráfica. Y al cabo, que tanto la concepción como la existencia tangible de los colores primarios es un invento occidental. De manera que, ahora sí, podemos considerar la complejidad a la que se enfrentó este grupo de artistas, integrado por los holandeses Piet Mondrian, Theo Van Doesburg, Bart van der Leck y Gerrit Rietveld, el belga George Vantongerloo, más el húngaro Vilmos Huszár, empeñados en hacer del color un elemento autónomo en el arte, la arquitectura y el diseño. Polemizaron sobre viejas teorías del color, como la del físico inglés Isaac Newton, que en su Óptica (1704) había establecido que los colores primarios (rojo, naranja, amarillo, verde, azul, índigo y violeta) eran resultado de la refracción de la luz, como podemos comprobar interceptando un prisma translúcido, a semejanza del arcoíris producido en el "plano" de la lluvia; y la del alemán Goethe, que en su Farbenlehre (1810) había partido de la bipolaridad luz/oscuridad para proponer curiosos experimentos empíricos de percepción visual, de los que se deducía que amarillo y azul derivaban en rojo dependiendo del grado de oscuridad, y que los colores complementarios producían armonía. Pero la aportación definitiva vino de parte de un contemporáneo, el químico lituano F. W. Ostwald, que dedicó su vida a la estandarización del color: estableció veinticuatro colores numerados en un sistema matemático de porcentajes de blanco y negro para su producción industrial. En 1920 publicó un artículo en De Stijl. Otras polémicas en el grupo fueron si el blanco y negro podían usarse junto a los colores primarios; si admitían los colores secundarios; si tres, cuatro o doce colores eran aceptables; y si los colores debían aplicarse solo a la superficie pictórica, o también a estructuras arquitectónicas.![](https://s1.elespanol.com/2017/06/02/el-cultural/arte/arte_internacional/arte_internacional_220741072_220429100_510x295.jpg)
Theo Van Doesburg: El Gran Salón de la Aubette en Estrasburgo (reconstrucción). Fotografía: Peter Cox