Vista de la exposición en la Panacée. Fotos: Marc Domage, La Panacée-MO.CO
La Panacée de Montpellier, el centro que dirige Nicolas Bourriaud, ofrece una buena muestra de la singularidad y libertad con la que Haegue Yang afronta el trabajo artístico. Profundamente heterogénea, su obra se mueve entre la globalidad y lo vernáculo y revela las verdades más acuciantes de lo contemporáneo.
Los títulos de las exposiciones recientes de la coreana, E.T.A. ('tiempo estimado de llegada') en Colonia, o Traversée Chronotopique ('Cruces cronotópicos') en Montpellier, constatan su interés en la temporalidad, la aceleración y la simultaneidad. Los muros de las tres salas que ocupa su proyecto en La Panacée están cubiertos de una gran impresión digital, una imagen plana que contrasta con las orgánicas y voluminosas esculturas exentas que jalonan el espacio. En ella, Yang entrevera en trepidante secuencia motivos que oscilan entre modernidad y tradición, entre la homogeneización de las tendencias globales y la diversidad vernácula del folclore, entre los ritos locales de geografías periféricas y el sesgo pontificador de los grandes relatos occidentales. Siendo opuestos, en apariencia irreconciliables, Yang los sitúa en una misma unidad temporal y espacial, otorgándoles la voz híbrida característica de nuestro tiempo. Este eclecticismo se da con franca claridad en las esculturas, de las que aquí pueden verse ejemplos pertenecientes a tres series de trabajo, Sonic Sculptures, Macramé Sculptures y The Intermediates. Vista la posición inclusiva y ecléctica de Yang, parecería imposible que fuera a ignorar los debates contemporáneos en torno al animismo y la vida de los objetos, nuevas teorías materialistas de las que se sirve para construir una alternativa al canon escultórico occidental. Unas cuelgan del techo y otras se yerguen sobre estructuras verticales con pequeñas ruedas; otras, hechas con cascabeles, evocan ritos de los chamanes que operan en los márgenes de las estructuras sociales coreanas y que resisten invariablemente a los embates de la institución; otras están realizadas con paja artificial o pelo trenzados en patrones y formas insólitas que apelan a su desacomplejada posición hacia lo decorativo. Mitad planta, mitad animal, estas esculturas antropomorfas atraen y repelen a un mismo tiempo: si algunas inspiran verdadero temor a otras dan ganas de achucharlas.Mitad planta, mitad animal, las formas insólitas de las esculturas de Haegue Yang son buena prueba de su eclecticismo y libertad creativa
Vista de una de las salas
Ante el encorsetamiento y el esquizofrénico cálculo con el que se expresan hoy los artistas, la libertad con la que se desenvuelve Haegue Yang me parece realmente elogiable. En esta “sensorialidad total” de Montpellier no faltan los olores y los sonidos. Escuchamos cantos de pájaros: uno de ellos procede de un banco de datos y es, por lo tanto, neutro. El otro es el sonido de los pájaros que acompañaron la breve reunión entre los líderes de las dos Coreas en la zona desmilitarizada que separa los dos países. El momento de mayor acercamiento de dos sujetos tan antagónicos no podía pasar desapercibido para Yang, tan proclive a la conciliación de contrarios. Dejo el principio para el final, sin ánimo de desmerecerlo. Antes de entrar en las salas, una cronología escrita por la artista elude el propio rigor de este registro. Está armado a partir de entradas que hacen referencia a las vidas de dos personajes, Marguerite Duras y el compositor coreano Ysang Yun, dos figuras centrales en el imaginario de Haegue Yang pero que nunca se conocieron. Mediante esta cronología mezcla secuencias históricas con motivaciones personales a la luz de un tramo de la Historia contada en voz baja. @Javier_Hontoria