Bienal de Lyon, diluirse entre las aguas
El equipo curatorial del Palais de Tokyo toma como punto de partida el agua y acude a grandes instalaciones que en algunos casos fracasan. ¿Navega a la deriva el modelo de bienal?
30 septiembre, 2019 09:53La Bienal de Lyon continúa flotando en su nueva edición, pero no sabemos si es una navegación a la deriva. La analogía con el agua sirve para que el equipo curatorial del parisino Palais de Tokyo vuelva a poner en marcha la máquina marca de la casa: su experiencia en la producción de nuevas obras y la sucesión constante de mezcla de voces. Han tomado como punto de partida el título del poema del escritor americano Raymond Carver, en castellano Donde el agua se une a otras aguas, para presentar el concepto de paisaje de la manera más amplia posible. Así el agua que se mezcla, la de los ríos que confluyen en esta ciudad y que son clave para su existencia y su histórico desarrollo industrial, se convierte en metáfora de todo flujo de personas, información, historias y productos. También se considera el territorio como ecosistema y la respuesta biológica y ecológica de seres vivos y no vivos. Todas estas cuestiones de nuestro tiempo se plantean en el catálogo y nos hace esperar una sucesión de espacios y exposiciones que sean “la unión de paisajes biológicos, económicos y cosmogónicos”.
El resultado en su sede principal –una antigua fábrica de Fagor– es, más que acuático, un poco árido y sin intimidad
El resultado en su sede principal –una antigua fábrica de Fagor de 29.000 m2 que hasta 2015 producía lavadoras– es, más que acuático, un poco árido y sin intimidad. La mayoría de los 56 artistas despliegan sus grandes instalaciones, en las que abunda el rastro de lo humanoide, una cierta vuelta a una figuración organicista y en transformación a una “ruina presente”. La identidad líquida de Bauman, ya referente en la bienal anterior, se une al hibridismo y viralización más cercano a las ideas de la ecología profunda del filósofo Arne Naess y de las multiespecies y tiempos simultáneos que sobreviven en el mundo dañado de la pensadora Donna Haraway.
¿Pero qué calado real tienen estas reflexiones en la ciudad y en los visitantes? ¿Se produce a través de este arte que responde a una “política desde la poética, nunca frontal” un “cambio de mentes y sentimientos”, palabras de los comisarios?
Claro que existen en este continuo obras que merecen interés, como la cocina criogenizada de Bianca Bondi, las materias zombis de la práctica cuasi científica de Isabelle Andriessen, la performance de cuerpos encapsulados en grandes mallas de Malin Bülow, las esculturas frágiles realizadas por la acumulación de restos de hilos industriales de Bronwyn Katz, o la ironía de los objetos de señalización y mobiliario urbano de Megan Rooney. Es interesante también ver cómo funcionan mejor en el Hall 3 la relación de escala y espacio entre la gigantesca turbina rescatada de un futuro distópico de San Keogh y las grandes tuberías de resonancia intestinal de Holly Hendry, o entre las máquinas viscosas de Mire Lee y el proyecto de fabricación de un nuevo Prometeo de Thomas Feuerstein.
Es curioso que varias de las sedes están relacionadas con los ritmos de trabajo y producción: la fábrica, el MAC Lyon dentro de una galería comercial, la sede del banco patrocinador, los talleres de impresión de URDLA, el concepto de laboratorio del IAC para la creación emergente… El desarrollo del capitalismo parece supurar y ser base para el entramado del sistema de este evento. Y sólo de manera demasiado sutil sirve de reflexión para algunos de los artista. Aquí destacan la propuesta del joven colectivo local Burea des Pleurs, que se instalan en las antiguas oficinas de Fagor, los usos estandarizados del tiempo y la ruptura de la intimidad de Lee Kit, o la intervención en el taller de edición de URDLA de Mark Geffriaud.
Por qué, cómo y en dónde se trabaja siguen siendo las preguntas que se debieran plantear las bienales, en un modelo que nuevamente se encuentra en crisis. Su uso político como herramienta de cohesión ciudadana, pero también su rentabilidad social y económica, hacen que los modelos de espectacularización y grandes cifras continúen. Por eso Veduta es quizá la propuesta más interesante de esta Bienal. Desde 2007 consiste en un programa para la mediación entre barrios y artistas para el desarrollo de proyectos colaborativos que respondan a necesidades que la comunidad manifiesta. En esta edición han sido una docena de proyectos con varias residencias artísticas, como las de la plataforma/café de Felipe Arturo y la Sociedad de las Imágenes Secretas llevada a cabo en el barrio de los antiguos operarios por Julieta García Vázquez & Javier Villa. Ambos se desarrollarán en los próximos meses, siendo los artistas conscientes de su carácter de proceso vivo y por tanto incontrolable, más abierto al diálogo y la transformación y no solo a la reflexión desde lo formal que se cristaliza en las instalaciones en el espacio fabril. En este contexto también se incluye la plataforma digital autónoma y anónima del español Escif con n3m3da para crear “grafitis virtuales”. Aunque quizá es un gesto en consonancia con una interpretación de “cultura para todos” como “cultura de calle” que, y en soporte digital aún más, quita profundidad a cualquier opción de reflexión o acción.