Parece que la pintura está siempre en el punto de mira. No son pocas las veces que se ha hablado de su muerte y otras tantas las que se ha recordado su renacimiento. Pero lo cierto es que parece que esta disciplina mantiene el pulso a todas las embestidas. Investigar sus límites y posibilidades contemporáneas es el objetivo con el que la OGR de Turín ha inaugurado Cut a rug a round square, una exposición comisariada por la artista Jessica Stockholder (Seattle, 1959) con obras procedentes de las colecciones de la Fundación ”la Caixa” y la Fondazione per l’Arte Moderna e Contemporanea CRT.
Se trata de una temporal pensada para ser sentida y disfrutada presencialmente a pesar de las restricciones provocadas por la pandemia. La OGR no es el cubo blanco al que las galerías de arte contemporáneo nos tienen acostumbrados sino un espacio industrial (allí reparaban trenes) en el que se ha mantenido su aspecto original. Aunque allí se han hecho varias exposiciones, ninguna, hasta la fecha, ha girado en torno a la pintura. Así que “se lo tomaron como un reto”, comenta Nimfa Bisbe, jefa de las colecciones de Arte de la Fundación ”la Caixa” y quien nos da las claves de esta muestra. Para llevar a cabo el proyecto necesitaban "a alguien que se atreviera a hacer algo diferente”, y pronto entendieron que debía de ser un artista quien planteara el montaje.
“Jessica Stockholder tiene un concepto de la pintura muy expandido. Además, la pintura hoy es algo híbrido. Hay obras que se aproximan a la escultura o incluso fotos pictóricas. Stockholder aportaba la cualidad de hablar de pintura en términos más actuales, como un medio polifacético”, asegura Bisbe. De hecho, esta exposición se aproxima a una gran instalación inmersiva con obras de artistas como Vito Acconci, Aurelio Amendola, Edward Ruscha, Robert Mangold, Pedro G.Romero, Guillermo Pérez Villalta, Marlene Dumas, Richard Tuttle, Tracey Emin, Diego Perrone o la propia Stockholder. “Ha sido muy respetuosa y las obras mantienen su propia identidad. Incluso algunas de ellas se ven de manera diferente”, añade Bisbe.
Son exactamente 10 obras las que Stockholder ha seleccionado de la colección de la Fundación "la Caixa". Algunas son de artistas reconocidos mientras que otras son de creadores españoles desconocidos en Italia. De Francesco Clemente, por ejemplo, ha escogido un fresco que la Fundación adquirió en Estados Unidos y que desde su llegada en 1980 no ha salido de España. Tan solo se expuso en el Museo Guggenheim de Bilbao con motivo de una muestra que reunió 6 frescos del artista. Stockholder ha buceado dentro de las dos colecciones y de los fondos de la entidad española ha elegido una pintura "figurativa de Pérez Villalta que nos ha sorprendido por el concepto que tiene sobre la disciplina”, explica la jefa de colecciones.
Para la selección de las piezas la artista se ha centrado en dos figuras geométricas: el cuadrado y el círculo y cómo se relacionan en la mayoría de las pinturas: “el cuadrado como lo racional y el círculo como un aspecto menos estable y más móvil”. En este juego ha colocado en paredes piramidales dos piezas de Richard Tuttle que tienen que ir enfrentadas y ha decidido que cada una de las paredes tenga un color diferente. “Estoy investigando cómo la geometría generalmente rectilínea inherente al contorno, o borde, de las pinturas genera significado tanto dentro como fuera de ellas”, explica la propia artista que tiene, hasta el próximo 6 de marzo, exposición individual también abierta en Madrid, en la galería Max Estrella.
Al explorar los fondos observó la presencia de estas dos figuras geométricas y entonces empezó "a pensar en la representación del cuerpo humano como una especie de círculo inscrito en un cuadrado, como en el Hombre de Vitruvio de Leonardo da Vinci. Las propias pinturas suelen caracterizarse por una geometría rectilínea. Lo que sucede en el interior del lienzo presiona contra los bordes. Los bordes son tanto literales como abstractos y están definidos por el final del soporte material, pero el rectángulo, que se identifica como un mapa, se comprende en virtud de la abstracción”, indica.
En definitiva, una instalación ambiental que evoca de manera vivencial el choque entre el círculo y el cuadrado como una imagen del choque productivo entre racionalidad e imaginación, orden y superabundancia, cuerpo e idea. “Creo que Stockholder buscaba una constante para establecer un discurso y encontró que en muchas obras había esta relación pero a veces es muy sutil. Por ejemplo, la pintura de Marlene Dumas es una figura que abre los brazos y parece que dibuja un círculo y la ha puesto junto a una foto italiana en la que vemos un círculo. O la pieza De 9 a 5 de Ruscha que nos lleva al reloj, a su circularidad y a nuestra jornada laboral”, explica Bisbe.
En esta exposición la artista busca la actividad del espectador, que pasee y se fije en los detalles de cada pieza. Para ello, Stockholder ha construido un gran ring con el suelo de color rosa fucsia para que el visitante se suba y, cediéndole el protagonismo, vea el conjunto desde esa altura.
Muerte y resurrección de la pintura
Para Nimfa Bisbe la pintura goza de muy buen estado de salud. Esta disciplina “se ha expandido. En el catálogo de la exposición Un reto permanente [organizada en CaixaForum Barcelona en junio de 2019], David Barro decía que lo único que no ha cambiado es el nombre pero tendríamos que hablar de lo pictórico porque usamos un vocabulario que habla de color, de figuras, de formas y de texturas. Cuando vemos un vídeo, por ejemplo, decimos que es pictórico”. En este sentido, cree que la pintura está en nuestra historia y en nuestra mente. “Incluso cuando vemos un paisaje lo vemos con esos ojos y esto se debe a que lo pictórico forma parte de nuestro ADN”, añade. Además, cada vez son más los artistas “que vuelven a la tela cuadrada y siguen embadurnándose y ensuciándose de pigmento pero la pintura -concluye- no solo se refiere a lo que sucede en una superficie plana”.