Image: Chillida Leku

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Exposiciones

Chillida Leku

13 septiembre, 2000 02:00

El viernes, día 15, se presentará en el Kursaal de San Sebastián Chillida Leku, museo monográfico dedicado a la obra del escultor situado en la finca Zabalaga, en el término municipal de Hernani. El acontecimiento se celebrará con un concierto del Orfeón Donostiarra, que interpretará obras de J.S. Bach. Al día siguiente, personalidades del mundo de la política y de la cultura realizarán una visita inaugural y multitudinaria al museo, un maravilloso parque de esculturas que se incorpora a los espacios artísticos de visita obligada en España.

Quien recorra la estrecha carretera que lleva de Hernani a Rekalde, bordeada de frondosa vegetación, se verá sorprendido por Berlín, una enorme y bellísima escultura de hierro, teñida de óxido anaranjado, que próximamente se trasladará al patio de la Cancillería alemana. Marca el ingreso a Zabalaga, la finca en la que Eduardo Chillida ha instalado su colección particular, creando un museo, Chillida Leku, que se inaugurará esta misma semana y se abrirá al público el día 26. Hace ya muchos años que el prestigio artístico de Chillida, respetado al máximo en nuestro país, traspasó fronteras. Su obra está en los museos más importantes del mundo, las exposiciones dedicadas a su obra se suceden y ha recibido multitud de premios, entre los que se cuenta el Gran Premio de Escultura de la Bienal de Venecia, ya en 1958. Muy recientemente, el 5 de este mismo mes, le fue entregado (fue recogido por su esposa), el prestigioso premio de escultura de la Fundación Piepenbrock de Berlín.

Chillida Leku (leku significa en euskera lugar, paraje o espacio) es un proyecto largamente acariciado. Arranca de 1983, cuando Chillida conoció a Santiago Churruca en Burdeos, donde era cónsul de España, con motivo de una exposición del artista. En una posterior visita a Zabalaga, propiedad de Churruca, Chillida comprendió inmediatamente que aquel era el lugar con el que había soñado para sus esculturas. Poco antes, por otra parte, Chillida se había liberado del contrato leonino que tenía con la galería Maeght, que exigía su producción íntegra. Así logró conservar parte de las obras que realizaba e ir engrosando su propia colección. Con la posibilidad, además, de ejecutar obras de grandes dimensiones, que previamente, ante la imposibilidad de almacenarlas, sólo hacía cuando mediaba un encargo.

Gestión familiar

La idea de convertir la finca en un museo no había sido contemplada en un principio. Pero a medida que el proyecto tomaba cuerpo comenzaron a afluir los visitantes, en un principio amigos y personas relacionadas con el mundo del arte, luego interesados de todo tipo (Chillida siempre ha sido sumamente hospitalario), hasta el punto de que el año pasado cerca de tres mil personas pasaron por Zabalaga. Se pensó que había que organizar esa afluencia y ofrecer unos servicios mínimos, para lo que se creó una sociedad limitada, integrada por los hijos del artista, a la que Chillida ha cedido la propiedad de la finca y de las esculturas que contiene. A pesar de que han recibido ofertas de participación de distintos organismos públicos, las han desestimado para evitar injerencias y cualquier tipo de presiones.

En cuanto al horario de visitas, este primer otoño-invierno el museo estará abierto de martes a domingo, de diez y media a dos, y la entrada costará 850 pesetas. El próximo verano, cuando se haya evaluado el volumen de visitantes, que ahora es incierto, se decidirá si se abre también por la tarde, siempre en horarios en los que haya luz de día, fundamental en este tipo de museos al aire libre.

El corazón de Zabalaga es un gran caserío blasonado del siglo XVI que se encontraba en condiciones lamentables en el momento de la adquisición. Chillida pensó dedicarla desde un primer momento a albergar sus obras, pero no quiso hacer una restauración convencional. En colaboración con el arquitecto Joaquín Montero meditó largamente (lo artesanal de todo el proceso marcó esta lentitud) cada uno de los detalles de la rehabilitación, encaminada a crear un espacio interior diáfano, a "vaciar", con un concepto escultórico, el edificio.

Vocación de catedral

La intuición de Chillida, que se acercaba a menudo a Zabalaga para "hablar con la casa", se expresó en una frase: "Este caserío tiene vocación de catedral". Y es cierto que tiene algo de iglesia, con sus altos muros desnudos de piedra, su altura y su aire de espacio sacralizado por la silenciosa y al tiempo elocuente presencia de las esculturas del artista.

El interior está marcado por gigantescas vigas de madera. Se restauraron, piedra a piedra, los muros, y se aprovechó una zona que había caído para dejar un gran acristalamiento que, junto a las claraboyas abiertas en el tejado, permite una mejor iluminación del interior. éste estaba dividido en dos por un muro, en el que se abrió un arco para comunicar ambos espacios. En la planta inferior se han instalado esculturas de considerable tamaño de hierro, alabastro y barro. En la galería superior, abierta al espacio inferior, una primera sala hace un breve recorrido cronológico, por la primera etapa de París, con esculturas de yeso, y por las primeras esculturas de hierro. A continuación, haciendo ele con ésta, hay otras esculturas de pequeño formato, en las que destacan un gran mural de barro y los proyectos para algunas de las esculturas monumentales de Chillida, como El peine del viento en San Sebastián. Finalmente, una pequeña sala aloja las "gravitaciones" en papel y algunas de las "lurras".

Es un espacio artístico diferente, plenamente adecuado para la exposición de las obras de Chillida. Pero no cabe duda de que la señalada personalidad del museo reside fundamentalmente en el exterior. En España no hay una gran tradición de escultura al aire libre, y la presencia de arte en espacios públicos es escasa y en buena medida mal planteada. No hay nada parecido a Chillida Leku en nuestro país.

Los precedentes hay que buscarlos fuera: el Storm King Art Center en Mountainville (cerca de Nueva York), el Hirshhorn Museum and Sculpture Garden, el Jardín de Esculturas Billy Rose de Jerusalén, el Museo Krüller-Möller en Otterlo, Holanda, el Museo de Escultura al Aire Libre de Middleheim, Bélgica, el Museo al Aire Libre Hakone, en Japón, y un modelo cercano a Chillida: la Fundación Maeght en Vence. Otros escultores conscientes de la importancia del entorno natural habían concebido espacios paisajísticos para sus obras, como Brancusi, David Smith, Isamu Noguchi... Pero, como decíamos, este tipo de espacio natural para la exhibición de esculturas es único en España.

Las obras se integran con tanta facilidad en el verdor de esta fértil tierra que se tiene la tentación de pensar que nunca deberían ubicarse en otro lugar, que la exposición en los espacios cerrados de los museos es un error.

Un parque escultórico

Son cuarenta esculturas, algunas de tamaño monumental, distribuidas en un parque de doce hectáreas, con tres zonas diferenciadas: la de ingreso, con una alameda junto a la que se sitúa el nuevo edificio de servicios, una gran pradera y una zona arbolada hacia el norte y junto a la casa.

En la zona más baja del terreno se ha construido, con diseño de Joaquín Montero, un nuevo edificio de servicios. De una sola planta y con grandes ventanales que lo comunican visualmente con el entorno natural, alberga la venta de entradas, la tienda, las oficinas, un auditorio y sala multiusos, otra con monitores en lo que se visualizarán grabaciones sobre la obra y el proceso de trabajo de Chillida y una pantalla grande en la que se proyectarán los dos documentales que Susana Chillida, hija del artista, ha filmado hasta el momento. Alojará también el archivo que la familia ha ido reuniendo a lo largo de los años, abierto a estudiosos de la obra de Chillida, que hasta ahora, debían acudir al domicilio familiar para recabar la información que necesitaban. Es previsible que este centro tenga una gran actividad, teniendo en cuenta la infinidad de peticiones de tesis doctorales que recibe Chillida. Se contempla incluso la posibilidad de convocar becas para facilitar la investigación sobre el artista.

Desde este edificio se accede a la finca, atravesando la gran pradera salpicada de esculturas. En el exterior no hay itinerarios definidos, ya que Chillida ha querido un espacio de tránsito libre, en el que el visitante se mueva a su antojo. Unas placas metálicas identifican las esculturas, que, en su mayoría, han sido realizadas en las dos últimas décadas.

No se pretende que sea una instalación inamovible de piezas. Las exposiciones temporales, las eventuales ventas y las nuevas obras modificarán el paisaje escultórico, aunque hay que considerar que es difícil cambiar de ubicación las piezas más grandes, que necesitan una cimentación y cuyo desplazamiento exige grandes grúas.

En la zona norte, más allá del caserío, las esculturas casi se esconden entre los árboles, descubriéndose entre sus sombras y desvelándose en sus claros. En todo el recinto se han dispuesto travesaños de vías férreas para ser utilizados como bancos en los que descansar y disfrutar de distintas perspectivas.

Fuera de la zona visitable hay otras edificaciones, entre ellas una bonita casa que los hijos de Chillida consideran convertir en un futuro en un pequeño hotel, continuando con la tradición hostelera de la familia (la abuela de Chillida tuvo dos hoteles en San Sebastián).