Vicente Blanco
V. Blanco: Oh, oh, oh yeah, 2001
A partir de un estilo desenfadado, Vicente Blanco mima una imagen que desencadena la estructura narrativa, que permite que el escenario se imponga al personaje y a la acción. Es la imagen como piel, como ficción, como simulacro. En sus metacrilatos las superficies son brillantes, se oponen a la contemplación y obligan a recorrer la obra al tiempo que la conectan con la arquitectura. En sus vídeos, valora el contexto de la misma manera. En uno, configura un paisaje de monotonía con una variedad mínima de elementos que nos recuerda a los falsos fondos cinematográficos; mientras los personajes se mantienen rígidos, dudando si es producto de cierta precariedad técnica o de un augurio de la ruptura de la virtual tranquilidad del viaje. El otro, representa una competición de patinaje artístico, donde los destellos de los flashes, la publicidad, los focos o la música intensifican el espectáculo por encima del patinador, también rígido. Y siempre con personajes adolescentes que refuerzan el mundo de cambio e inmediatez, de falsa alegría, que denuncia Blanco.