Image: Gerhard Richter

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Exposiciones

Gerhard Richter

El pintor de los mil estilos

15 enero, 2004 01:00

Krems, 1986

CAC Málaga. Alemania, s/n. Málaga. Hasta el 18 de abril

Gerhard Richter nació en Dresde en 1932. En septiembre de 1962 realiza su primera exposición en la Alemania Federal y más tarde destruye toda su obra de carácter informalista para comenzar sus pinturas basadas en fotografías. Desde entonces, ha desarrollado una ingente producción con la que ha tratado todos los géneros pictóricos. Su obra ha sido expuesta en muchos de los grandes templos del arte contemporáneo. En 2001 fue objeto de una gran retrospectiva americana producida por el MoMa neoyorquino

Gerhard Richter es uno de los grandes clásicos del arte contemporáneo, pero un clásico polimorfo y desconcertante. Para definirlo, nada mejor que sus propias palabras: "Me gusta todo lo que no tiene estilo: diccionarios, fotos, la naturaleza, mis cuadros y yo". La ausencia de estilo no implica ausencia de personalidad, porque todos los cuadros de Richter son inconfundiblemente suyos, sino la coexistencia de estilos opuestos entre sí. El pintor salta de un extremo a otro: cultiva con el mismo éxito la figuración fotográfica y la abstracción, el color exuberante y el monocromo gris, la ejecución mecánica y la retórica gestual. Tales transformaciones eran aceptables, en la concepción tradicional, cuando se inscribían en un desarrollo natural, orgánico, del artista, pero en Richter no parece haber tal evolución, sino una exploración de los distritos de la pintura, de las diversas casillas que forman el sistema pictórico.

Todas las posibilidades de la pintura están reunidas en la espléndida exposición organizada por el CAC de Málaga, con la que este centro confirma el interés y el rigor de su breve trayectoria. La exposición reúne treinta piezas que proceden de una colección alemana, la de Georg e Ingrid Bückmann. La inusitada fidelidad de los Bückmann a la obra del artista, a través de tantas metamorfosis, nos permite encontrar reunidas aquí muestras representativas de cada momento y cada orientación del pintor. De modo que, como admite el comisario, Jörgen Schilling, la exposición funciona como una pequeña retrospectiva, como una maqueta del conjunto, tan difícil de abarcar, de la obra de Richter.

A Richter le tocó vivir, según la maldición oriental, en una época interesante. Nacido en Dresde en 1932, pasó su infancia bajo el nazismo (su padre era un maestro de escuela miembro del partido nazi, represaliado al concluir la guerra) y su juventud bajo el régimen comunista (donde a comienzos de los cincuenta trabajó pintando carteles políticos). Gracias a sus excursiones a París y a la Documenta de Kassel descubrió el informalismo. Poco antes de la erección del Muro, Richter emigró al Oeste utilizando, como muchos de sus conciudadanos, el metro de Berlín. Y fue a parar a la prestigiosa academia de Dösseldorf, donde conoció a Sigmar Polke y Blinky Palermo; con ellos recibió, hacia 1962, la revelación del Pop americano, y juntos se empeñaron en adaptarlo a la cultura europea y alemana, creando lo que llamaron, irónicamente, "realismo capitalista".

En la exposición, como queda dicho, tenemos una muestra de cada uno de los distintos mundos pictóricos que Richter ha habitado. De la primera época, todavía en Alemania oriental, hay un cuadro de unos bañistas en la playa que evoca el recuerdo de Picasso y de Max Beckmann. Luego vienen los retratos y paisajes basados en fotografías que pintó en los años sesenta. O una de sus abstracciones minimalistas de cuadrados de color. Y sobre todo las deslumbrantes abstracciones gestuales de los ochenta. ¿Qué pueden tener en común todas estas variedades del repertorio estilístico de Richter? Pues quizá la evidencia de un cierto distanciamiento y una cierta aniquilación de las diferencias. Los retratos, paisajes y bodegones fotorrealistas son imágenes de imágenes, donde la referencia a la realidad se aplaza una y otra vez, se difiere indefinidamente. Pero también en las abstracciones de Richter hay distanciamiento: reticencia con respecto a la espontaneidad de lo gestual y el valor expresivo del acto pictórico. Todo esto le ha creado a Richter la reputación de artista conceptual, que en vez de pintar con convicción, utilizaría los pinceles para una reflexión crítica sobre las convenciones de la pintura. Sin embargo, el propio artista (como en la ya clásica entrevista que le hizo Benjamin Buchloh en 1986) ha negado cualquier ironía, cualquier segunda intención en su trato con el lienzo y los pigmentos. Y puede ser que la ambivalencia, la equivocidad de Gerhard Richter sean la forma más adecuada, en una época descreída, de defender la vigencia y la vitalidad de la pintura.