Sergio Belinchón, colectivos y ciudades
Público
31 marzo, 2005 02:00Shadows, 2005. Vídeo
Tras su reciente exposición en el Monasterio de Silos, organizada por el Reina Sofía, Sergio Belinchón (1971) realiza ahora su primera muestra individual en esta galería madrileña en la que presenta una serie de trabajos, fotografías y vídeos, agrupados bajo el título Público. Tiene aquí esta palabra una doble vertiente semántica: de un lado la relacionada con la audiencia, la gente que acude a eventos, en este caso de carácter cultural, y, de otro, la que nos sitúa, como en gran parte de la obra del artista, ante un contexto urbano. Belinchón viene trabajando en torno a las particularidades de la ciudad contemporánea desde posturas muy diversas. La ciudad en construcción, la ciudad dormida, aquella que se diluye en el letargo tras el período estival; la ciudad ficticia, construida en cartón piedra... En esta exposición presenta una serie de fotografías realizadas en Berlín y cuatro vídeos que se entienden como una sucesión de imágenes fijas y que muestran la necesidad de introducir una dimensión temporal. En las fotografías propone espacios vacíos, salas de conciertos, teatros o estaciones, lugares que previsiblemente albergarán multitudes. En la línea habitual de su trabajo, encontramos leves sugerencias que nos remiten a otra realidad que se esconde en algún lugar detrás de la objetividad aparente de estas imágenes, del rigor en el encuadre, tan frío, tan alemán. Y digo realidad escondida porque Belinchón trata de analizar cómo se comportan las personas, ahora invisibles, en estos espacios compartidos, los lugares en los que converge la colectividad de ese gran espacio singular y heterogéneo que es la ciudad contemporánea.Sergio Belinchón introdujo en Silos la presencia humana y la dimensión temporal mediante imágenes fijas en las que los monjes permanecían inmóviles. En los vídeos que aquí presenta también encontramos personajes, muchos en situaciones de aparente normalidad, ya sea caminado por la calle, o en sus puestos de trabajo. El enfoque es directo y el artista vuelve a proponer una mirada carente de artificio, con los movimientos de cámara estrictamente necesarios que no son sino la deriva lógica del planteamiento conceptual con el que Belinchón trabaja la imagen fotográfica. De este modo, recorre sistemáticamente los ventanales de las oficinas para observar a los personajes desarrollando su labor diaria o produce una secuencia de imágenes fijas en un zoológico, imágenes que se entrelazan mediante muy sutiles fundidos (y una acertada utilización del sonido).