Juan Ugalde: conexiones
Viaje a lo desconocido
4 diciembre, 2008 01:00Balcón Ada, 2007
Aquí está -sintetizada en una retrospectiva que tiene mucho de exposición de tesis- toda la fuerza agitadora de la práctica del arte de Juan Ugalde, con su voluntad narrativa y con su carga de reflexión crítica, pero también con ese halo -en blanco y negro, o en colores desvaídos- característico de su querencia hacia la nostalgia, una sensación de melancolía originada tanto por el recuerdo de una temática experimentada en primera persona, cuanto por la tristeza intrínseca de lo que se relata: paisajes agrisados de territorios naturales sembrados de residuos, o destrozados por un urbanismo abusivo; exclusiones, marginaciones y soledades de hombres que protagonizan paisajes urbanos privados de color; parodias de eslóganes publicitarios y de discursos socioculturales o políticos; mezclas irónicas de lo cutre y de lo refinado; sitios vaciados de sentido, lugares en extinción, situados bajo una especie de amenaza…Todo ello se expresa aquí a través de una selección de sesenta obras -técnicas mixtas sobre lienzo de gran formato; acrílicos y mezclas sobre cartulinas de formato mediano-, obras muy diferentes dentro de la congruencia de su proceso, realizadas desde mediados de los ochenta hasta hoy, pertenecientes a importantes colecciones públicas y privadas. El conjunto se ha dispuesto de una manera que se podría llamar compaginadora, en un montaje diseñado por Andrés Mengs, que ha dividido el espacio enorme y expositivamente difícil del patio de Alcalá 31 en dos importantes salas centrales, dotándolas de vanos que permiten al espectador contrastar a un mismo tiempo los cuadros expuestos en el interior de esas salas y los que van dispuestos en las largas galerías exteriores. En los dos ámbitos del centro se expone la obra reciente, la realizada entre 2002 y 2008; y en los dos corredores laterales se muestran los cuadros de entre 1984 y 2000, sin seguir un orden temporal, sino buscando establecer miradas paralelas sobre motivos temáticos y sobre sugestiones expresivas y técnicas. A su vez, en los corredores altos se han montado las series de las cartulinas, siguiendo -éstas, sí- su secuencia cronológica.
El resultado es de mucha transparencia e incita a desarrollar un juego de lecturas simultáneas sobre las coincidencias, diferencias y logros provocados a través de la trayectoria de Juan Ugalde, uno de los nombres efectivamente relevantes de la pintura madrileña de los últimos veinte años. Aunque nacido en Bilbao (1958), Ugalde reside desde su infancia en Madrid, donde estudió Arquitectura y Bellas Artes, y donde su arte ha sido primeramente reconocido por la honestidad de su activismo sociocultural, por la excelencia de su práctica y por la penetración de sus contenidos simbólicos.
Entre las constantes que dan consistencia y carácter a su obra, destacan sobre todo sus diferentes maneras de relacionar la fotografía con la pintura: primero fue un recorte fotográfico que incluía en el campo pintado un elemento de crónica de actualidad; luego, a mediados de los 90, la cita fotográfica ganó tanto valor simbólico que se extendió por el espacio cromático hasta constituirse en fondo del cuadro; sin embargo, cuando parecía que la obra de Ugalde radicaba en esa fusión vinculante de lo fotográfico con lo pictórico, el pintor ha dado ahora -obras de 2002-2008- una vuelta de tuerca reafirmando la pintura como plano de color y reduciendo la fotografía a recortes y collages de pequeñas figuras, que habitan la amplitud de los paisajes representados. Esta autorreafirmación de Ugalde como pintor-pintor está acentuando, por una parte, el interés de los contenidos conceptualistas que siempre han alentado de manera sutil en su trabajo, presentando tantas veces sus cuadros como "comentarios sobre la pintura dentro del contexto de la pintura", y, por otra parte, su gusto por la sensualidad implícita en la acción de pintar, conectándola, en sus comienzos, al discurso de la gestualidad neoexpresionista; más adelante, al uso de citas figurativas del repertorio pop; y, más recientemente, al empleo de recursos de procedimiento tecnológico, como son los del dibujo con ordenador. Este gusto renovado por lo dibujístico se está convirtiendo en uno de los elementos plásticos significativos de su práctica más actual, orientada a ser testigo de la rica y polivalente experiencia personal del propio Ugalde, convertido en una de las firmas más consistentes e inequívocas de nuestra pintura última. Una exposición de planteamiento lúcido y realización brillante.