Picasso: Desnudo amarillo, 1907
Esta exposición vincula, por primera vez, dos de los artistas más importantes de la época moderna. La muestra explora la fascinación que durante toda la vida experimentó Picasso por el trabajo y la personalidad de Edgar Degas.
Confrontar dos artistas es articular un relato en el que se trata de buscar nexos y oposiciones, vínculos, en definitiva, que tal vez pasaban desapercibidos en una aproximación por separado. Así, el itinerario de la exposición avanza buscando analogías entre los dos pintores: su formación académica, la descripción del mundo urbano con atención a los aspectos marginales, la fascinación por el cuerpo femenino (de la toilette a la danza)... Se trata de un recorrido seductor. Y, sin embargo, me pregunto si estas coincidencias van más allá de motivos formales o anecdóticos, o acaso se podrían encontrar en otros artistas, como en el caso de Bonnard. A pesar de todo, entre Picasso y Degas se hace posible establecer un diálogo. Y esto es así porque el pintor francés es uno de los referentes de la Barcelona modernista del fin de siglo. Los patriarcas, Santiago Rusiñol y Ramón Casas, que se formaron en París, importaron y divulgaron el "impresionismo" degasiano: dibujo, pincelada corta y especialmente una nueva actitud "realista" frente al entorno. Esta pintura que en la capital francesa pasaba como vagamente moderna, en la Barcelona provinciana deslumbró a los jóvenes artistas más inquietos. Ésta es la atmósfera que se respira, al menos, en los primeros espacios de la muestra.
La exposición posee un enigma que cruza de Picasso a Degas y viceversa y que por sí solo justifica la exposición. Degas realizó una serie de monotipos inspirados en el mundo del prostíbulo. Y es que existe la leyenda -cierta o no, poco importa- de que el artista francés mantenía una actitud pasiva ante el sexo. Picasso no sólo coleccionó algunos de estos trabajos, sino que los reinterpretó, ya anciano, a su manera, al igual que hiciera con Las Meninas de Velázquez, por ejemplo. En aquellos, introdujo un personaje que los especialistas han identificado con el mismo Degas -o también con su propio padre-. Un personaje sexualmente apático -incluso humillado, en las últimas versiones- pero que no renuncia a mirar y, acaso, a dibujar… Es difícil dar una respuesta. Pero tal vez en esta serie de Picasso, desdoblamiento de sí mismo, de su padre y de Degas, se exprese una fascinación por la pintura, por algo en que el sexo, el mirar y el pintar se confunden.