Vista de la exposición en el Reina Sofía
El Reina Sofía muestra los trabajos recientes de Asier Mendizábal. Una exposición que corrobora el buen momento que atraviesa el artista vasco.
La montaña sagrada
El recorrido se inicia con un trabajo árido: Auñamendi (2005), compuesto por la reproducción de dos docenas de fotografías muy convencionales de pueblos, tomadas desde vista aérea, de aquellas que antes decoraban con aparente neutralidad espacios públicos y domésticos. Pero Auñamendi es un término equívoco: refiere a la comarca de la Navarra pirenaica vascoparlante, pero es también el nombre en euskera del monte Laurinak en donde termina esa comarca, y el nombre vasco del Pic d'Anie en Francia; y además, refiere al mito de la "montaña sagrada" de los vascos, lo que explica actualmente el nombre de la web "Auñamendi Eusko Entziklopedia", que pretende ser "nexo entre la tradición y el futuro de Eukal Herria". Sin información alguna en la exposición, Mendizabal reta a adentrarse en un tópico del nacionalismo vasco que, sin un espectador tan curioso como para preguntarse después de haber visto la exposición por aquel nombre, su sentido pasará inadvertido para cualquiera ajeno a tal ideología; pero que, en cambio, será recibido con regocijo por sus adeptos al reconocer en este panel de imágenes lo que durante la censura del periodo franquista era "secreto", todavía es utopía (la independencia de los territorios en España y Francia de Eukal Herria) y que ahora en esta exposición adquiere rango de celebración en el museo nacional.
Otro subterfugio, en este caso el del "enfoque suave", es el utilizado en la pieza reciente Soft Focus, mediante la que asistimos a la también poco vistosa proyección de ochenta diapositivas encargadas al fotógrafo Sigfrido Koch en 1976 por La Gran Editorial Vasca y que reproduce el inventario del Museo Etnográfico de San Telmo. El apropiacionismo de estas viejas diapositivas "suaviza" la radicalidad ahora en otro sentido: la de la definición del arte por Martin Heidegger, que cifraba su esencia en su origen, es decir, en la instalación de un mundo y la elaboración de la tierra al que pertenecerían los objetos necesarios producidos por la cultura popular en el sentido de tradicional, es decir, las artesanías.
La sombra de Oteiza
Estética de la verdad del arte que constituiría el punto de arranque e inflexión de la nueva tradición del arte contemporáneo vasco, de Oteiza a Chillida, invocados por Asier Mendizabal en la otra pieza realizada para esta exposición Hard Edge: seis bancos de DM corriente, resueltos mediante hendiduras o sustracciones y que evocan tanto la búsqueda del vacío en el espacio escultórico como los populares concursos vascos de hacheros actuales. Y, también, título de una muestra en la galería Denise René de París donde el Equipo 57 -al que pertenecieron Oteiza e Ibarrola-, expuso por última vez en 1964.
Por tanto, el cuestionamiento de la representación, sus condicionamientos, sedimentaciones y efectos ideológicos, sigue alimentando el trabajo de Mendizabal. También otras obras como la conocida serie Memorial (2009), que alude a las movilizaciones de diversos grupos nacionalistas de un pasado reciente, toman resoluciones formales habituales entre los artistas de las últimas generaciones. Apropiacionismos y estilizaciones de collages forman parte hoy del academicismo dominante, que unos utilizan con frivolidad y otros, como este joven artista vasco, con una supuesta intencionalidad política de afirmación de la diversidad territorial. Trasunto, por otra parte, impuesto desde las administraciones del Estado e incluso asumido entre sus objetivos por la responsabilidad social corporativa (RSC).
Asier Mendizabal
Tras estudiar Bellas Artes en la Universidad del País Vasco (1996), Asier Mendizabal obtuvo en 2000 una beca de residencia en des-Ateliers, Ámsterdam. Ha participado en las colectivas Cine y casi cine (Museo Reina Sofía), Después de la noticia (CCCB, Barcelona), ambas en 2003, y Manifesta 5 (San Sebastián, 2004). En 2008 tuvo su primera prospectiva de una década en MACBA. En 2010 fue seleccionado para la Bienal de Bucarest y participó en Antes que todo (Centro de Arte 2 de Mayo).