Chaqueta 1897, 1978
Una chaqueta de cartón sostenida por los sombríos huecos exhibe toda su precaria elegancia en la entrada de una exposición en la que se hace oportuno repaso la obra última de Joan Cardells (Valencia, 1948). La chaqueta, que bien podría figurar como metáfora de un modo de hacer y de ser valencianos, de la que se muestran todas sus componendas a base de mordientes pespuntes, sirve de preámbulo a una exposición con la que se finiquita un espacio, la Sala Parpalló, que en los últimos años se ha convertido en referente para el arte de nuestros días; sin más, sin argumentos, sin justificación, más allá de una arbitrariedad política más.Con la chaqueta 1897 (1978) Cardells se adelanta en el tiempo y actualiza acontecimientos que pensamos de otro tiempo y que resultan reveladores, cuando las piezas que se presentan muestran su cruda desnudez. Sin embargo, no todo se deriva de un terrible dramatismo. Como es habitual en su trabajo, más allá de esa primera dramaturgia, hay lugar para la poesía y el humor, que aquí se manifiestan sutilmente. Tras la chaqueta, aparecen motivos redundantes: aceitunas, calabazas, pantalones, depósitos de agua, techos de uralita, granadas, bacalaos, melones, ollas o torsos, a los que se le suman, como novedad, gallos y patos. Todo, abundando en la capacidad expresiva, monacal, de las técnicas y los materiales como el grafito, el cartón, los bronces, grafitos, mármoles y ceras, dispuestos para hacer ostensible un exquisito catálogo de taxidermista, aquél que se detiene en la recomposición de los silencios de cuanto nos rodea.