Rotulo au Remouleur (afilador), 1899

Comisarios: C. Gollonet, F. Giertsberg y F. Reynaud. Fundación Mapfre. Paseo de la Castellana, 23. Hasta el 27 de agosto.

El caso Atget es intrigante. ¿Cómo pudo un modesto fotógrafo cargado de arcaísmos llegar a ser un héroe de la vanguardia? Es, sin duda, un placer recorrer de su mano las calles del viejo París; su mapeo fue una empresa titánica -cargaba con un equipo de cerca de 20 kilos- más allá del mero rigor profesional. Pero hay muchas fotografías similares a las suyas. Lo que le diferencia es el volumen y la coherencia del corpus, unas 10.000 fotografías, y la fortuna crítica.



No era un vagabundo, ni un aficionado: tenía una buena cartera de clientes, algunos de ellos institucionales. Sólo en los museos y colecciones en los que se conservan conjuntos importantes de su obra hay casi 30.000 copias realizadas por él mismo. Las que se muestran en esta exposición vienen del Musée Carnavalet de París, que atesora unas 9.000; una cuarta parte de ellas fueron compradas directamente al fotógrafo, que también vendió numerosísimas copias a la Bibliothèque Nationale, la Bibliothèque Historique de la Ville de Paris y al Estado -hoy en los Archives Photographiques du Patrimoine-. No sabemos si Atget eligió sus temas por esta razón o se trató de una elección subjetiva, pero la realidad es que en la época en la que trabajaba, diversos agentes culturales se habían concienciado de la necesidad de documentar y preservar en lo posible el París antiguo, y los museos y bibliotecas habían comenzando a crear fondos fotográficos.



Su obra, como explica de forma objetiva en el catálogo Guilleaume Le Gall, encaja con esa sensibilidad entre nostálgica y arqueológica hacia el pasado y también con las obras literarias de los "historiadores paseantes" -pensemos en El antiguo Madrid de Mesonero Romanos, que es aún anterior-; evoca igualmente la figura del flâneur. Atget, aunque comienza a producir su magna obra hacia 1890, es un fotógrafo del siglo XIX. También por el equipo, los materiales y las técnicas que utilizaba. Evitaba lo nuevo: tanto los barrios como los procedimientos. Pero resulta que Man Ray era su vecino en Montparnasse y vio en él aspectos que interesaban al Surrealismo. Le compró una selección de copias hoy conservadas en la George Eastman House, que las ha prestado -algunas no son vintages-, y publicó varias en La Révolution surrealiste. Berenice Abbott, ayudante de Man Ray, se entusiasmó con Atget y a su muerte adquirió todo lo que quedaba en su estudio. En 1968 vendió al MoMA esa colección et voilà... Atget en el panteón de los fotógrafos modernos. Es verdad que nunca se interesó por el pictorialismo y puede verse en él a un precursor de la fotografía documental pero igual se puede vincular, como hace Geoff Dyer en su brillante texto, con Charles Marville, fotógrafo oficial de la villa plenamente decimonónico, y con la vieja tradición iconográfica de los Cris de Paris, de la que deriva su serie de Oficios. Desde sus inicios proveía de motivos a diversos pintores y tuvo tratos al final de su vida con Derain, Braque, Picasso y Utrillo, mas no parece que hubiera ningún contagio vanguardista.



Todo el viejo París está en los vidrios que usaba como negativos. De manera que cada uno, como dice Dyer, puede elegir "su" Atget. Yo me quedo con las perspectivas desiertas, de fuga acelerada y de marcados contrastes lumínicos, en las que la ciudad se transforma en una sucesión de desfiladeros. También con las escaleras, algunos de los elementos decorativos, algunas vistas de las antiguas puertas. El París menos pintoresco y más tectónico.