Graffiti celestial, 2011

CAAC. Américo Vespucio, 2. Sevilla. Hasta el 6 de noviembre.

La obra de Alonso Gil (Badajoz, 1966) es difícil de acotar en términos convencionales. Sus trabajos cabalgan de lo artístico a lo social en un vaivén atractivo que se desenvuelve a nivel de la calle e indaga en las manifestaciones populares como búsqueda de la autenticidad. Lejos del tópico y el estereotipo, explora el carácter de los pueblos en su estrato más básico, acudiendo a la raíz e implicándose en las experiencias cotidianas de la gente.



Integrada en el ciclo que el CAAC ha dedicado a la canción como una de las fuerzas socio-culturales más peculiares del siglo XX, la muestra se acerca al flamenco desde dentro, rastreando en los hábitos de aquellos que lo viven como una forma de expresión inherente a sus rutinas diarias, un cante que emerge en el sur de manera espontánea lo mismo en una pintada urbana con la cara de Camarón (Graffiti Celestial, 2011) que en los canturreos que se echan en una jornada laboral mientras se realizan faenas rutinarias (La felicidad en el trabajo, 2008). La pieza que da nombre a la exposición, Cantando mi mal espanto (2011), es un excepcional vídeo que retrata aspectos de la idiosincrasia andaluza, representados aquí en la figura de un frutero de carretera que además de mostrarse pícaro y divertido con sus clientes, interpreta por seguiriyas una letra honda sobre la muerte y el dinero que, escuchada con atención, nos revela una aguda Vanitas contemporánea.