Ross Island VI, 2011
El pionero de la fotografía y el cine Frank Hurley documentó primorosamente la fracasada expedición antártica de Shackleton en 1914, atrapada en los hielos durante dos años, inmovilización que acabó por ser una gesta más trascendental que el objetivo buscado en principio (cruzar el continente a pie). La aventura por la supervivencia de Shackleton y sus hombres se convirtió también en aventura plástica: la de Hurley en su captura de aquel medio extremo y fantasmal.Ahora, Nico Munuera (Lorca, 1974) titula su flamante conjunto de pinturas en Max Estrella My Ross Island. Tal isla era ya campamento base de las expediciones al Polo Sur en época de Shackleton. El artista no deja lugar a dudas: ha encontrado en aquella doble aventura el punto de partida de una aventura en su propia pintura.
Todas estas explicaciones ayudan a paliar la primera extrañeza ante unos acrílicos sobre lienzo en los que Munuera parece haber puesto patas arriba el edificio de su plástica. Lo primero que creemos ver es una especie de planicie lechosa, superficie pictórica nevada donde el anterior orden de abstracción pictórica (campos de color verticales que barrían la tela en pos del temblor sensorial esencial) es aparentemente reducido a la nada. Sin embargo, a medida que los ojos se acostumbran, uno comienza a ver que, en realidad, Munuera está trabajando con más riqueza cromática y sutileza compositiva que antes. Las finísimas capas de cobertura blanca vuelven los vivos colores invisibles a medias, anulando la seguridad espacial, la perspectiva, igual que hace la nieve al cubrir parcialmente las cosas.
En este ciclo nevado, Munuera ha encontrado claves nuevas. Si antes trabajaba sobre una superficie acotada (un mapa), ahora trabaja sobre un ambiente, un aire, una luz en la niebla, una evanescencia aural que trasluce un posible paisaje polar o montañoso (en efecto, cercano a las imágenes de Hurley). Y, por ello o merced a ello, la ortogonalidad propia de anteriores pinturas desaparece para dar lugar a ritmos curvos, más vivos, como de humo. Y Munuera se acerca a lo intangible de la pintura.
Aparte, vuelve a acertar como hace tres años, exhibiendo a la vez Ribbons, nuevos trabajos sobre papel. En La Caja Negra encontramos obras formalmente rotundas a partir de grados de color, especialmente los papeles de medio formato cuya reverberación retumba de forma duradera en armonías aquí sí verticales. Y la interesante insinuación de otro nuevo camino: la animación en vídeo. Veremos.