Convertiremos Moscú en el modelo socialista de ciudad..., 1931

Comisario: Manuel Fontán del Junco. Fundación Juan March. Castelló, 77. Madrid. Hasta el 15 de enero.

La Fundación Juan March se centra en la figura de Aleksandr Deineka, principal representante del realismo soviético, en una exposición que viene a completar la muestra dedicada al arte soviético en La Casa Encendida.

El ejercicio de mirar el arte de otro tiempo y lugar, ese viaje hacia algo fabricado en un contexto donde jamás vivimos, requiere fijarse en la universalidad de la vibración que transmite ese arte, en lo que resulta familiar. En el caso concreto de esta magna exposición, ello se convierte en reivindicación: aprender a ver de nuevo cierto realismo soviético evitando la idea asumida de una confrontación entre los revolucionarios vanguardistas pre-estalinistas y su aplastamiento al llegar Stalin por un arte al servicio de la propaganda, vacío, academicista, traidor de las investigaciones anteriores y kitsch. Mirar más allá de la dialéctica de guerra fría con la que se ha examinado y más allá de un enfoque formalista. Revisar la frontera entre el arte que vale y el que no en nuestro canon occidental.



Y es que pisamos un mundo extraño: la URSS, materialización de un pensamiento revolucionario, el mayor ensayo de una utopía (por más que acabara siendo su opuesto). Un vasto espacio-tiempo ocupado por una secular cultura que sufre una fulminante transformación desde un estadio pre-medieval a la modernidad industrial mediante una inversión de lo político, que convierte a la capa más oprimida de la sociedad en la única. Si el pensamiento es acción y la política arte, ¿dónde cabe la creación? ¿Qué sentido tiene la vanguardia cuando ya no es, cuando es la sociedad y el arte quienes ocupan la punta de lanza?



De ahí parte una exposición donde la obra de Aleksandr Deineka, aún siendo lo más importante (cuarta y más grande exposición de la misma fuera de Rusia), funciona como vehículo. Y funciona porque rompe en pedazos las ideas preconcebidas. Mirando esta selección de pinturas y de (sobresalientes) dibujos y carteles del moscovita en su contexto histórico y plástico, se entiende que hubo otro camino artístico que no conocemos bien, como tampoco el mundo en el que fue creado. La obra de Deineka de los años 20 y 30 es arte fundando una mitología: la del trabajador y su triunfo mediante la luz, la máquina, el esfuerzo y la organización. Y lo hace valiéndose de todos los análisis vanguardistas de la fotocomposición, el collage, la fotografía o la pintura anteriores, de la abstracción, la geometría y los ritmos, que son llevados a un contexto figurativo y comprensible por las masas. El resultado es una obra de otro planeta, fascinante en muchos momentos que nace más del asombro que de la manipulación ideológica. El asombro, ajeno a nuestros valores capitalistas, por una transformación y por los seres que la llevan a cabo.