Vista de la instalación en el Centro de Arte Dos de Mayo de la Comunidad de Madrid
No es un outsider. Estudió entre 1989 y 1992 en varias prestigiosas academias de arte, ha expuesto en galerías y museos de primera línea, ganó el León de Oro por el pabellón alemán en la Bienal de Venecia de 2001 y es profesor de escultura en la Universität der Künste en Berlín. Pero su actividad artística es tan singular, perturbadora y aberrante que se podría perfectamente atribuir a una mente trastornada. Gregor Schneider (Rheydt, 1969) ha trabajado durante más de 25 años en su gran proyecto, la transformación de la casa en la que nació y en la que vive solo desde que su familia la abandonó en 1985 por estar contaminada con plomo. Las obras crean unas habitaciones dentro de otras, abren puertas y ventanas practicables o ciegas, condenan estancias, deslizan tabiques, practican corredores... Cada espacio tiene un número y un nombre, como "el nido de amor", "el último rincón" o "el cuarto de invitados de aislamiento total". La mayoría son completamente oscuros; la luz que reciben es artificial y se airean con ventiladores. El n° 12 de la Unterheydener Straße, la Haus u r, es un organismo con un sistema circulatorio. Es la propia mente del artista, con sus capas y sus recovecos, que escenifica los mecanismos de la percepción y el conocimiento. Una caverna en la que se representan los misterios de la vida y la muerte. Un dispositivo para reconocernos a través de la desorientación y el temor.Fuera de la casa, la extraordinaria producción de Schneider consiste en recrearla exactamente en espacios expositivos, por partes o en su totalidad, como hizo en Venecia. Esas réplicas son para él casas muertas; la viva sigue en Rheydt. Pero ha intervenido también en otros espacios. En Londres, en 2001, invitó al espectador, solo y con cita previa, a visitar dos casas idénticas en Whitechapel, habitadas por gemelos que hacían lo mismo en las mismas habitaciones. El doble vídeo rodado por él en esas casas aterradoras es una de las obras más destacadas en esta muestra de visita obligada, que no es una retrospectiva completa sino que se centra en algunos momentos e incluye la construcción de un laberinto que penetra en el CA2M y nos lleva a algunas de las habitaciones de la Haus u r. Es inquietante y nos acerca a la realidad alucinatoria del artista, pero no alcanza sus más altas cotas de perfección en la manipulación de las emociones, que detectamos en las numerosas fotografías en blanco y negro que completan la muestra.
Varios de los conjuntos de fotos se exponen como secuencias numeradas y percibimos en ellos una "narrativa" extraña, que no hace recorridos lineales sino que sugiere saltos adelante y atrás en el espacio y en el tiempo. El "tránsito" es igualmente incomprensible en los vídeos; en ellos seguimos al artista invisible, cámara en mano, que nos apresura de un espacio a otro sin que sepamos nunca dónde estamos -buscando algo-, en un universo cerrado y tétrico, sumido en un silencio sólo roto por pisadas en las escaleras, puertas chirriantes y resoplidos.