Pastora tumbada, 1891
Berthe Morisot fue mucho más que la nieta de Fragonard, la alumna de Corot, y esposa de Eugène Manet. Fue parte vital del grupo de pintores impresionistas. Ahora la Fundación Thyssen rescata su figura y su papel en una exposición excepcional.
Para entender la presencia de Morisot en el arte más avanzado de su tiempo resulta clave su biografía. Nace en Bourges en 1841, en el seno de una familia de la alta burguesía que, pese a los prejuicios de su clase, la impulsa a pintar. A los veinte conoce a Corot quien la admite como discípula y da acceso a los círculos artísticos. Adquiere la técnica de pintar al aire libre y comienza a exponer en el Salón de París en 1864 donde estará hasta 1874, año en que participa en la primera exposición impresionista. Ese mismo año se casa con Eugène, hermano de Édouard Manet, de quien era modelo, amiga y discípula.
Amén de su gran cercanía a Manet, Morisot será compañera de los otros pintores modernos: Degas, Renoir, Monet o Pissarro. El recorrido propuesto por la comisaria de esta muestra, Paloma Alarcó, parte de aquí, con una división por temas donde a su vez se plantean paralelismos entre obras de Morisot y las de otros artistas.
La tesis que se plantea es que la pintora, encerrada dentro de cierta categoría de un arte femenino y menor, debe empezar a ser considerada una artista de igual valor que sus contemporáneos franceses. Y que es la incomprensión de los temas uno de los candados de ese cubículo. Lo que expresa la muestra es que Morisot vivía en una sociedad donde las mujeres burguesas sólo tenían acceso a ciertos ambientes y que su protagonista se dedicó a plasmarlos, igual que sus contemporáneos masculinos hicieron con los suyos.
Se abre el recorrido con una sección que relaciona a Morisot con Corot y la pintura al aire libre, encontramos pintura de bosque o marinas donde hace gala de una pincelada más generosa y despegada que su impecable maestro. Apreciamos los cambios de estilo y pulso entre el pastel Aloes Villa Ratti (1869) y óleos como Velas, y que las comparaciones con obras de la talla de El parque de los leones de Port-Marly de Corot son algo odiosas.
Continúa relacionando su faceta como retratista con el trabajo de Manet, donde no sale mal parada. Especialmente porque resplandece el espléndido En el baile (1875). En el segmento dedicado a lo rural, apreciamos la idealización sensual aunque algo tibia y alejada de tal mundo. Las dos "pastoras" de 1891 y El montón de heno (1883) buscan colorido a la vez que volumen y quedan en cierta mitad salomónica y exquisita. Aunque mi preferida es el modesto dibujito El flautín, de 1890.
En los cuadros de parques y jardines la pintura de Morisot luce más espléndida y las comparaciones con Renoir o Monet se hacen sostenibles. Maravillosa el pastel Mujer pescando al borde de un lago (1885). Se cierra la exposición con una parte dedicada a la vida cotidiana y la intimidad femeninas en el hogar burgués. Encontramos a una artista cómoda, dueña de un punto de vista.
En suma, esta muestra revela a una artista sin duda ninguneada por la Historia y con un puñado de obras rotundas, que resultará imprescindible sólo a los amantes de la pintura impresionista.