Ice Storm, 1999

El viaje peculiar. MACBA. Plaça dels Àngels, 1. Barcelona. Hasta el 21 de octubre.



Lluis Claramunt (1951-2000) es un artista peculiar. La propia exposición que le dedica el MACBA, en los textos de sala y el catálogo, se encarga de recordarlo. Aunque inicia su trabajo en los años 70 no tiene ninguna conexión con la generación de artistas conceptuales de la misma década a los que el museo de Barcelona ha dedicado tanto espacio y ha marcado como referentes de su programación. Por otra parte, aunque Claramunt participa del ambiente bohemio y frecuenta los mismos lugares cercanos a la Plaza Real con artistas como Nazario y Ocaña (fue vecino de escalera de este último) su obra guarda distancias frente al folklore y la pintura naif de éstos. La gran referencia de Claramunt es el pintor modernista Isidre Nonell, tan asentado en el gusto de la burguesía catalana, una burguesía a la que Claramunt pertenecía y de la que había intentado escapar.



En realidad la obra de Claramunt se presenta como una actualización de la de Nonell: la insistencia en el dibujo como una forma de registro inmediato de un paisaje urbano con tintes costumbristas, aplicado en su caso al ambiente arrabalero de la Barcelona pre-olímpica, más tarde, al pintoresquismo de la calle Montera de Madrid anclado en las raíces de la picaresca o a la diversidad humana que encuentra en Marrakech. La influencia de Nonell en Claramunt es un hilo argumental que traspasa los muros del MACBA ampliándose hasta el MNAC, en la que es la primera colaboración entre ambos museos. En paralelo a la del MACBA, el MNAC dedica una exposición a la relación entre Nonell y Claramunt.



La exposición del MACBA plantea un recorrido a través de los 30 años de producción de Claramunt y se inicia dejando claras las bases de su trabajo a partir del dibujo, de esa forma de registro inmediata, en dos salas abarrotadas de ellos, recuperados de sus cuadernos de trabajo. Es inevitable que aquí la exposición caiga en alguna contradicción, como enunciar claramente que "los dibujos no solían ser enmarcados ni expuestos en galerías; no se magnificaban sus cualidades plásticas", es decir, que buscaban escapar a una musealización que, como no podría ser de otra manera, ahora es inevitable. Tanto los dibujos, como la sala dedicada a los centenares de fotografías que el artista realizó de distintos espacios urbanos, marcan el tono de la exposición presentando a Claramunt como una especie de flaneur contemporáneo, un observador de la diversidad urbana o un paseante, de ahí la referencia al viaje en el título: El viaje vertical.



Al intentar esquivar el peso de obras únicas y presentar series, al insistir en un trabajo plural más allá de la pintura en fotografías y dibujos y al subrayar tanto la idea de registro como la de paseante y observador, se intenta incidir en la contemporaneidad de su obra. Al mismo tiempo, la exposición consigue señalar el contexto de trabajo de Claramunt sin los alardes de documentación a la que en muchas ocasiones recurren los museos. Al contrario, se concentra en mostrar de manera amplia el trabajo de Claramunt, dibujos, fotografías y pinturas, en las distintas épocas y recorridos del artista, y explicitar ese contexto en unos textos de sala clarificadores.



El objetivo de la exposición es, entonces, presentar el trabajo de un artista idiosincrático y seguramente extraño en ese contexto conceptual que el museo parecía haberse propuesto recuperar (desde las exposiciones dedicadas a Muntadas, Àngels Ribé o Rabascall). Aquí las referencias son otras: el citado Nonell, la propia pintura como práctica formal, el orientalismo, el pintoresquismo... Así que convendría preguntarse si esta exposición responde a una cuestión coyuntural (la colaboración entre MACBA y MNAC) o a un ligero giro en la línea del museo dispuesto a reflejar, a catalogar y documentar el trabajo diverso de artistas del contexto de la ciudad.