Castellón, 2012
El Espai d'Art Contemporani de Castellón expone ahora el trabajo de Beat Streuli. "En sus obras todo resulta fugaz en su lento transcurso. No hay estridencias, no hay ruido", dice José Luis Clemente. Un flâneur que observa a otro flâneur.
Heredero, de lejos, de la fotografía documental, Beat Streuli ha ido reuniendo un compendio de imágenes encontradas en el devenir de lo cotidiano. Imágenes casuales que a todos nos suenan en la mudez de lo frecuente, que reverberan remotamente en la memoria por responder a un eco repetitivo y difuso, que pasan de nuevo ante nuestros ojos como un instante reciente que no acaba de cesar. Se trata de imágenes casuales, espontáneas, de aquí y de allá. Son las imágenes que a todos nos pertenecen porque todos las vemos en cada momento, en el fluir de los días para los que apenas si hay pausas. Es por ello, que aunque en trabajos NYC 91/93 (1993) dieciséis impresiones de pequeño formato en blanco y negro nos detengan en un tiempo que fue, sus encuadres y sus motivos, regresan en trabajos recientes como un hecho inconcluso, como un sumatorio de pequeños acontecimientos que se acrecientan al detenernos. De las reducidas impresiones en blanco y negro hasta llegar a las imágenes de grades formatos, pasando por los vídeos en monitores y las proyecciones a gran escala, en todas estas obras se simultanea ese fluir indeterminado de una identidad contemporánea hecha a retazos y sujeta a un espacio que, aunque cambiante, no deja de ser el mismo que lo adhiere a esa conjunción global que todo lo domina. De forma que no parecería distinta la imagen que nos traslada Beat Streuli que la que nos conduce a un supermercado o a la parada del autobús. Es entonces cuando la calle cobra un protagonismo soterrado, siempre sin embargo al lado, detrás, arriba y abajo del ser humano en un primer plano.
Desde esa perspectiva, las obras que aquí se presentan funcionan como un juego de espejos. El exterior, la calle, y los personajes que la pueblan, entran en a la sala de exposiciones con sus múltiples reflejos para dejarse ver, una vez más, como un brillante escaparate. Así, se presentan las proyecciones Castellón 12 (2012) y Birmingham 12 (2012), en las que todo acontece a la vez, como un continuum. No hay apenas posibilidad de establecer distancias entre un espacio urbano y otro, entre una ciudad y otra. Las personas, sus gestos y movimientos se suceden como visiones fragmentarias de lo que somos en un instante, sujetos a espacios también fraccionados. Se trata de imágenes limpias y luminosas que pasan, detenidas, ante nuestros ojos para volver a fluir, líquidas, incapaces de alcanzar una forma definitiva. Todo acontece sin relato preciso. No hay sucesos. Los primeros planos de los personajes están y desaparecen en un ir venir, entre barreras espaciales que funcionan como paréntesis, como elipsis dispuestas para encadenar los flujos del tiempo. Todo resulta fugaz en su lento transcurso. No hay estridencias, no hay ruido. Apenas un sonido de fondo, puntualmente, armoniza el fluir de imágenes perfectamente enmarcadas, como los espacios a los que remite, estructurados en composiciones perfectas. Todo presenta un tono tan higiénico que cabe preguntarse qué pretende el artista, más allá de situarnos ante el espejo del flâneur, porque es seguro que en la calle arte -lo vemos-, fuera del arte, hay algo más que esa imagen apacible y brillante.