Sin título, 2012
'Tres puntos no alineados', titula José Pedro Croft su actual exposición en La Coruña. Es una nueva tentativa del artista portuges al derrumbe por el espacio buscando las distintas perspectivas y quiebros que la realidad esconde.
Estoy segura de que todos tienen la mejor intención y que el ciudadano saldrá beneficiado al poder conocer la obra de buenos artistas, y con costes reducidos, pero se corre el riesgo de convertir estas salas en sucursales temporales de las galerías, perdiendo la oportunidad de generar desde un ámbito público proyectos más ambiciosos. Cuando se organizan exposiciones con obras de producción reciente es casi inevitable pasar por las galerías, que facilitan los trámites con el artista y muchas veces aportan al proyecto más de lo que les sería exigible pero, ¿hasta qué punto se debe depender de ellas?
En esta exposición de Croft hay 26 obras: 12 vienen de la Galería Helga de Alvear y 4 de la colección de la galerista; 7 de la galería que lleva la obra del artista en Portugal, Filomena Soares; 1 llega desde el estudio del artista y sólo 2 proceden de sendas colecciones particulares. Dicho esto, es de justicia reconocer el interés de esta exposición de José Pedro Croft, en la que se pueden ver algunas nuevas esculturas, inéditas. A pesar de que siempre he respetado su obra, sólo me ha entusiasmado en los últimos años, cuando ha empezado a combinar cristales y espejos con estructuras realizadas con perfiles de hierro y con muebles. Su última exposición en Helga de Alvear fue magnífica y volvemos a disfrutar aquí algunas de aquellas piezas. El uso de los espejos es excepcional y a menudo las superficies reflectantes no se corresponden exactamente con las formas que las enmarcan, sobrepasándolas o quedando seccionadas, de manera que se crea una interrelación extremadamente dinámica y rica con el espectador y el espacio circundante al que se proyectan y que a la vez incorporan. En ocasiones, la sorpresa visual está agazapada, esperando a que nos acerquemos para descubrir las nuevas dimensiones que nos abre, como cuando el espejo se incrusta discretamente en las patas de una vieja mesa con marcas de pintura, o en una banqueta.
No rehúye Croft, sin embargo, los efectos espectaculares, como cuando inserta un túnel infinito bajo una gran mesa puesta de pie. El equilibrio inestable, estabilizado, es otro de los factores plásticos que maneja en estas esculturas; unido a las formas poliédricas anguladas e irregulares que parecen efecto de una distorsión visual, y al empleo del reverso del espejo o los cristales tintados, como ready mades pictóricos, producen en el espectador una continua pérdida/recuperación de referencias espaciales. El uso de muebles comunes, de nuestro entorno cotidiano, hace que la experiencia sea más cercana. Los fundamentos del trabajo de Croft son siempre sólidos y, aunque en mi opinión sean menos interesantes, los grandes papeles troquelados y pintados que rodean las esculturas responden a un mismo afán de traspasar planos.
RECTIFICACIÓN
En el artículo publicado el día 8 de marzo sobre la exposición de José Pedro Croft se afirma que Ana Fernández Vilaseco es copropietaria de la galería Vilaseco Hauser, lo que es incorrecto. Desde que se presentó a las elecciones en mayo de 2011 dejó cualquier tipo de vínculo con la galería Ana Vilaco, de la que se hizo cargo su hija Miriam Pérez, que se fusionó en febrero de 2012 con la Galería Matthias Hauser para formar Vilaseco Hauser. Elena Vozmediano pide disculpas a los afectados por esta información errónea.