Cómo puede uno cambiarse a sí mismo, 2000
Pero antes, en el paseo guiado por el montaje de la galería, las ilustraciones colgadas nos preparan para entrar en la onda narrativa de Kabakov, cuyo planteamiento formal nos retrotrae directamente a nuestras experiencias infantiles, "en contacto con esa pequeña alma que todos poseemos, con esa persona que se esconde detrás del yo profesional". Se trata de láminas en facsímil de tres de los Diez Personajes, los primeros álbumes realizados por Ilya Kabakov (Ucrania, 1933) a comienzos de los 70 y que propiciaron su paso de ilustrador profesional de cuentos infantiles a alma mater del clandestino grupo conceptual en Moscú. Como ha señalado Boris Groys, cada álbum cuenta la vida de "un hombre pequeño poseído por grandes ideas", figura clásica de la literatura rusa de la que el artista se considera sucesor. Encontramos a Maligin el decorador, el burócrata que se entretiene dibujando en los márgenes de los documentos, como hacen los niños en sus libros de tareas, tendencia que de mayores propiciará encuentros amorosos en los rincones, entre quienes sienten pavor a ocupar el centro de la escena. A Komarov el volador, enraízado en una de las fantasías más comunes en los sueños de deseo sexual, pero que suponía un risueño escape utópico en la opresiva atmósfera de la Unión Soviética. Y la historia de Primakov en el armario, cuyas ilustraciones comienzan todo en negro, sólo con los ecos de las actividades que se desarrollan en la casa, hasta que entreabre la puerta para ver la sala familiar y después, la vista desde el balcón, la ciudad y el campo, hasta el cielo.
Cuentos que mostraba Kabakov ante sus correligionarios, mientras los niños jugaban en un cuartito, aquí reproducido en una pequeña instalación, con papeles en las paredes y una ligera colchoneta de albergue. Y que ahora nos van acompañando en el recorrido, manteniendo el pulso de ingenuidad que requiere una obra plantada todavía sobre la utopía, auténtico alegato contra el cinismo reinante, tan necesario hoy en día.
The Chidren's Cornerz, 1988 (detalle)
Mención aparte merece el cuadro La esquina negra que le faltó a Malevich (2006), referencia irónica a la obra del gran pintor suprematista ruso. Según los Kabakov, entre todas sus obras geométricas, Malevich "nunca llegó a pintar una esquina negra", omisión que corrigen a través de esta pieza vinculada a la revisión de las vanguardias rusas que siempre ha acompañado su trabajo. Una mirada nostálgica y humorística de la distancia entre realidad y utopía, estos días analizada en la exposición El Lissitski_Ilya & Emilia Kabakov en el Van Abbemuseum de Eindhoven y que llegará en septiembre al Multimedia Museum de Moscú. Que los Kabakov están en plena forma lo demuestran la casi veintena de proyectos que preparan de aquí a un año, entre los que se encuentran su participación en la próxima Bienal de Venecia y nuevas instalaciones de El barco de la tolerancia, cuyas velas están confeccionadas con dibujos de niños. El colofón será su intervención en el ciclo Monumenta del Grand Palais parisino en abril de 2014.
Cuando los Kabakov inauguraron en Madrid El Palacio de los proyectos, aludiendo a la arquitectura cristalina, declararon que era "un sueño dentro de otro sueño": una revisión de la maqueta del fallido Monumento de la III Internacional de Tatlin a modo de nueva Torre de Babel para entenderse desde un lenguaje cotidiano y cercano, con el sabor de las recetas caseras. Su obra, siempre refractaria de la tradición moderna encerrada en sí misma, "que sólo tiene en cuenta al espectador para impactarlo y atemorizarlo"y que "se ha convertido en una experiencia para especialistas y para un público muy específico", sigue invocando la necesidad de imaginar utopías.