Castillo de Montearagón, Huesca
Esta pequeña exposición es una buena introducción a un capítulo interesantísimo de la historia del arte en España. A una escueta selección de dibujos de Carderera se une, junto a algunos manuscritos y publicaciones, el álbum con los dibujos que hizo en 1865 Jaime Serra durante su viaje junto a Pedro de Madrazo (Roma, 1816-Madrid, 1898) al servicio de la Comisión de Monumentos, en la que también participó Carderera. Esta se había creado en 1844 para inventariar y proteger el patrimonio monumental español, en un momento crítico tras la primera guerra carlista y las sucesivas desamortizaciones. Se documentó por escrito y en imágenes, con colaboración de escritores y pintores que sumaban a la sensibilidad romántica introducida por los viajeros ingleses y franceses en la primera mitad de siglo una mirada guiada por la naciente historiografía del arte. Algunos de aquellos viajeros, como Merimée y Victor Hugo, estuvieron implicados en una iniciativa homónima, anterior, en Francia, que luchó como aquí contra la destrucción de los monumentos.
Viajar en aquellos tiempos era aún una aventura: no había trenes y ni siquiera era posible transitar en carruaje todos los caminos. Estas expediciones artísticas tuvieron como destino regiones del norte que habían sido consideradas secundarias o sin interés por los viajeros románticos, por no ajustarse al patrón exótico, e incluso para quienes estudiaban sus monumentos y reconocían en ellos un elevado valor histórico podían resultar chocantes. Es muy elocuente la anotación que hace Parcerisa, autor de Recuerdos y bellezas de España, en un dibujito que adjunta a una carta enviada a Madrazo tras visitar Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo en 1853: "La figura creo sea todavía más estrambótica".
Uno de los aspectos más relevantes que se vislumbra es el de la transición entre dibujo y fotografía, y entre manuscrito y publicación. Vemos el libro de Hernández Sanahuja sobre el Monasterio de Santas Creus, con el texto primorosamente escrito a mano... pero acompañado de fotografías. Y los dibujos de Carderera reproducidos en fotograbados; pero también se "traducían" a litografías y xilografías para ilustrar los libros que satisfacían el nuevo interés de la burguesía por las riquezas nacionales, como España artística y monumental de Pérez Villaamil, y las revistas del momento, como El Artista, Semanario Pintoresco, El Arte en España, o Museo Español de Antigüedades. Las reproducciones fotográficas no ofrecían en ocasiones el detalle o el punto de vista adecuado para reflejar algunos elementos arquitectónicos, y entonces se recurría al dibujo que, además, como vemos en Carderera, permitía añadir detalles pintorescos y "encuadres" enfáticos como los arcos que dan paso a todos los interiores seleccionados. Mas la Mission héliographique francesa, creada en 1851, mostraría bien pronto la dirección que iba a seguir la divulgación arquitectónica.